sábado, 31 de octubre de 2009

Noches las de aquellos días. Dave Douglas en el San Juan y otras historias

Duelo en la cumbre: Robert Latxague y Donny McCaslin
Foto: J. M. García Martínez

Capítulo 1: Dave Douglas

El San Juan tiene muchas cosas: una historia, un bar a la entrada a euro la caña de cerveza; un festival que este año se dedica a Miles Davis, del que llevamos tres jornadas. Rebobinando.

Primero fue un concierto hermoso con el aforo a medias tirando a tres cuartos. Luego, uno que ni fu ni fa, pero más bien fu, con el personal como sardinas en lata. Y el tercero, este viernes, que lo tuvo todo, buena música y una entrada a tono con el acontecimiento. Protagonistas: Dave Douglas y sus secuaces, quienes fueron de menos a más, pero así es el Johnny y así son las gentes que lo habitan, que le sacan al músico lo que no tiene.

En lo que a uno respecta, el susodicho interpretó una música esencialmente “bonita”; no se me ocurre otro calificativo más ajustado. Curioso: ni él ni quienes tocaron con él tenían la más remota idea del repertorio que iban a interpretar en su nueva gira europea hasta hace un par de días. Como aquel que dice, estaban subiendo a la escalerilla del avión en Nueva York cuando se pusieron a ello. Con esto que lo que escuchamos fue todo material nuevo y a estrenar. Algo que resulta difícil de creer ni de concebir. Pero así es el jazz, y así nos gusta.

Es un consuelo en estos tiempos dar con alguien que todavía entiende esta música como una apuesta a ganador y colocado. Frente a él, quienes salen al ruedo previamente derrotados y son triste mayoría. El nuevo jazz que ha nacido viejo, o sea: ha tenido que venir un "semi veterano" como Douglas para recordanos que todavía hay quiense juega la vida sobre el escenario una noche sí y otra también. Los resultados, el viernes, saltaron a la vista, o al oído.

Capítulo 2: Lester Bowie

En Dave Douglas se comprenden todos los trompetistas que han sido en la historia del jazz. Anoche, por ejemplo, hubo momentos de puro Louis Armstrong –el Armstrong de los “All Stars” y subsiguientes- y hasta un Lester Bowie tan escasamente maquillado como nada obvio.

En conversación que tuve con el trompetista, pendiente de salir publicada en el periódico en el que colaboro, éste me hizo llegar su admiración por el “doctor” a quien, sin embargo, no conoció. Nada tiene de raro, pues, que, escuchándole, se me viniera a la cabeza “aquella” noche. La noche que siguió a la primera vez en que Lester Bowie pisó suelo ibérico, acompañado por Roscoe Mitchell, Joseph Jarman, Malachi Favors y Don Moye-“Art Ensemble of Chicago”, recién editado su “Nice Guys”; y el estupor que produjo la “mise en scène”, que desconocíamos absolutamente. En ninguna de las ulteriores visitas del sexteto se produjo un clima parecido al generado en aquella ocasión. Y llegó la noche…

Uno recuerda teniendo junto a uno a Bowie, hallándonos ambos y algunos otros sentados en torno a una mesa de corta estatura, en un rincón oscuro del Balboa Jazz Club de la calle homónima; viéndose uno y otros en la necesidad de refrenar los impulsos del trompetista, empeñado como estaba en acudir al coso de Las Ventas con ánimo de sumarse a la banda del lugar. Por suerte, los “gin-tonics” con los que regamos generosamente la tertulia obraron el efecto que se les atribuye y Bowie se contentó con incorporarse al conjunto del club, que dirigía la cantante Connie Philp, según creo recordar, con quienes interpretó la versión más delirante de “La Chica de Ipanema” de la que existe testimonio grabado. Una cinta de casete que servidor atesora y nunca ha dado a conocer, porque nadie se lo ha pedido.

Capítulo 3: Donny McCaslin

Donny McCaslin es un tipo entrañable y un intérprete de categoría, lo que pudo derivarse de todas y cada una de sus intervenciones a lo largo de la noche. Para muchos, el larguiducho saxofonista nacido en California y residente en Nueva York, fue el auténtico protagonista, más aún que el propio Dave Douglas.

Conocí a McCaslin en circunstancias bien particulares. Él, en su estado habitual, como músico en ejercicio, formando parte del conjunto del guitarrista Fernando Tarrés; servidor ejerciendo de presentador improvisado en programa doble, ante un auditorio de varios miles, en el teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires. Una coyuntura de la que salí milagrosamente bien parado y me valió la popularidad -efímera pero gozosa- entre la muy generosa afición bonaerense.

Nuestro segundo encuentro tuvo como escenario el foyer del colegio mayor, y como testigo, a Robert Latxague, viejo amigo, a quien el lector conoce por sus afiladas crónicas en Jazz Magazine. Remito al lector a la instantánea adjunta en la que puede verse a ambos celebrando el record de visitas que ostenta desde el viernes Dave Douglas, con sus cinco apariciones consecutivas en el “Johnny”, el cava y las copas de puro cristal de Bohemia por gentileza de S. M. Alejandro Reyes.

Tras despedirnos los dos amigos de quien nos acaba de proporcionar tan gratos momentos sobre el escenario, marchamos raudos a disfrutar de los esplendores de la noche madrileña no sin antes comprobar, aunque sin sorpresa, que a la tarde había sucedido la correspondiente noche. La Providencia que guia los pasos de los habitantes de la noche nos condujo hasta el “Bar Metropolitano”, fundado en 1936, y próximo al lugar donde antaño alzábase el campo de fútbol del mismo nombre en el que vivió sus primeros años de gloria el club Atlético de Madrid. En semejante lugar de alcurnia indiscutible, que su risueña nueva propietaria ha devuelto a su antiguo esplendor, el Bar Metropolitano, digo, disfrutamos de una nueva noche de música, surrealismo y confesiones a la Ribera del Duero, se me entienda. Sin Lester Bowie, pero con la Tuna de Informática y Empresariales de la Universidad Autónoma. Sin “La Chica de Ipanema”, pero con “La Mer”, de Charles Trénet, en versión de guitarra y mandolina que los tunos interpretaron en algo parecido al idioma francés, en honor al ilustre visitante. Grandes momentos en la historia de la Humanidad. La vida, o sea.

viernes, 30 de octubre de 2009

Dave Douglas en vivo y enlatado

foto: J. M. García Martínez


DAVE DOUGLAS EN DISCO

Dave Douglas & Keystone: “Live in Sweden” (Green Leaf Music, Indigo)
De él se dice que es el más europeo de los músicos de jazz norteamericanos. En “Live in Sweden” –grabado el 28 de octubre del 2005- Douglas rinde tributo al cómico Roscoe Arbuckle, “Fatty”, figura tragicómica del cine mudo cuya carrera se vio truncada tras ser acusado de la violación y asesinato de una joven “starlet”, Virgina Rappe. Aquí, el trompetista y su quinteto interpretan un repertorio “ad hoc” que incluye la “Fatty and Mabel Adrift Suite”. Atención: este disco solo se vende por Internet y en tiendas especializadas. Una auténtica edición para coleccionistas en papel rigurosamente reciclado.
 
Dave Douglas & Keystone: “Moonshine” (Greenleaf, Universal)

Buster Keaton se ha tomado un ácido y toca la trompeta en Nueva York con un conjunto de jazz. Prepárate para una aventura psicodélica-esotérica-heavy-jazzística con las imágenes de los “films” de Keaton de fondo. Douglas y sus secuaces -mucho ojo a este tipo, DJ Olive- concilian lo inconciliable: al Keaton con el Miles eléctrico y el Sun Ra alucinógeno. Por alguna extraña razón, la mezcolanza suena coherente.

(ambas críticas publicadas en El País)

 
ESTA NOCHE, EN EL COLEGIO MAYOR SAN JUAN EVANGELISTA (MADRID)
 
Dave Douglas Quintet: Dave Douglas, trompeta; Donny McCaslin, saxos; Uri Caine, Fender Rhodes; Matthew Penman, bajo; Clarence Penn, batería

Colegio mayor San Juan Evangelista. Avda. Gregorio del Amo, nº 4.
 
21:00 h. Precio: 20€.
 

miércoles, 28 de octubre de 2009

De nuestra corresponsal en Aviñón: The Sidney Bechet Memory All Stars


¿Qué puede hacer un grupo de estudiantes con poco dinero una aburrida tarde de vacaciones en un pueblo del sur de Francia?

Sí, lo habéis adivinado, ir a un concierto de la Sidney Bechet Memory All Stars en la Ópera de Aviñón.

Armados con nuestras entradas de las de "mira-que-lindo-es-el-techo" en una mano (la vida del estudiante es dura...), y un programa prometiendo una "sonoridad mítica" en la otra, allí nos encaminamos ayer noche en búsqueda de un poco de ritmo y buena música.

Silencio, telón. Una nota resuena en el aire, seguida de un saxo soprano en manos de Alain Marquet, que se marca una especie de swing-rumba-contorsionismo al ritmo de los aplausos del público. Poco a poco se va sumando el resto de la orquesta, que incluye a tres antiguos miembros del conjunto del mismísimo Bechet, Pumy Arnaud a la batería, Christian Azzi al piano y Alph Mas al contrabajo, y a otros dos "recién llegados", Olivier Franc al saxo soprano y Benoît de Flame al trombón.

Comienzan las presentaciones, empezando por el invitado de honor: el saxo soprano de Marquet, que resultó haber pertenecido a Su Señoría Bechet y fue recibido entre ovaciones y exclamaciones de admiración. Continúan anunciando su repertorio, que hace honor al nombre del grupo, aunque hay una alarmante desproporción en favor de los temas compuestos en Francia. Por qué será.

Por fin el grupo ataca el segundo tema y aprovecho para mirar a mi alrededor, y entonces me doy cuenta de dos hechos fundamentales.

Uno, que, si bien la edad media del grupo ronda los 75, cosa comprensible por lo demás dado que los compañeros de Bechet ya trasteaban con él allá por los cincuenta, la edad media de la audiencia debía rondar los 80, y siendo generosos. Y, allá arriba al fondo, henos los únicos cuatro por debajo de los 60.

Y dos, que, exceptuando las contorsiones de Marquet, debía de haber una competición secreta de a-ver-quién-aguanta-más-tiempo-tieso entre los músicos y el público, cuya encarnizada lucha me tuvo en vilo hasta el final, aunque no tengo muy claro quién ganó puesto que allí no se movió ni dios. Alguno seguía el ritmo con un dedito; los más osados usaban la mano entera. Póngase un fondo musical de jazz de Nueva Orleans y entenderán mi desconcierto.

Que sí, que lo sé, que después de dos años en Francia parece que no aprendo, pero qué quieren, a mi si me ponen música bailable me entran ganas de bailar, así de “especialita” soy. Me habré equivocado de concierto. O de país.

Pese a todo, la noche fue absolutamente deliciosa y allí estuvimos los cuatro jóvenes descocados bailando y sonriendo ante las miradas reprobatorias de nuestros vecinos de asiento. Y, aunque hay que admitir que la sonoridad no era demasiado mítica y que las improvisaciones sonaban más bien "provisadas", disfrutamos de dos horas de ritmo y buena música, que era exactamente lo que habíamos ido a buscar. Jazz y buena compañía, ¿qué más se puede pedir?

Sara García Hernández


la autora

lunes, 26 de octubre de 2009

Raynald Colom

Hoy en El País
Chema García Martinez
Entrevista a Raynald Colom, "Música con tripas y corazón"


Ron Carter y la caricatura de Ron Carter. Don Herbie, el del Grammy


El extraño destino de los hijos de Miles Davis


Miles Davis les reunió y Miles Davis les despidió. Ron Carter, Herbie Hancock y Wayne Shorter siguen hoy entre nosotros, felizmente. Sus respectivas carreras musicales han tomado caminos muy distintos, un tanto acomodaticios, en el caso de los dos primeros; todo lo contrario, en el del saxofonista.

A sus 76 años, Wayne Shorter se enfrenta cotidianamente al Gran Reto planteado por su antiguo empleador y maestro. El de tocar “una música más allá de la música”. Sin embargo, es el único en hacerlo.

El concierto que ofreció Ron Carter en el colegio mayor San Juan Evangelista el pasado sábado fue apenas una broma de mal gusto. Música hipotensa y autocomplaciente ("Sir Charles" dixit), una caricatura de lo que el mismo Carter interpretaba junto con Shorter, Hancock y Tonny Williams en sus tiempos de mayor gloria (como muestra, escúchese al contrabajista en “Miles in Berlin” -Sony B0007OP2C0-). De la versión de “Flamenco Sketches “con interludio de castañuelas, mejor no hablar. Lo mejor -lo único bueno-, el lleno hasta la bandera. Como en los mejores tiempos del Johnny.


Don Herbie, el del Grammy

Herbie Hancock, Wayne Shorter Quartet. Polideportivo de Mendizorrotza.
Charles Lloyd Quartet. Teatro Principal.
Martes 15, 32 Festival de Jazz de Vitoria-Gasteiz

Un desvaído Hancock

De acuerdo. A Herbie le han dado un Grammy y a Wayne no. Se siente. Y como tiene un Grammy, Herbie toca detrás y Wayne delante. Nada que objetar, salvo que el espectáculo de la estrella de la jornada resultó demasiado largo, mientras que el de su predecesor resultó demasiado corto. El de Hancock fue un recital desvaído, falto de continuidad y criterio. En muchas de sus partes, un verdadero tostón; en otras, una versión en pobre de The Joni letters. Cuestión de posibles: uno se da el gusto de reunir a los músicos más caros del mercado porque puede pagárselo y la cosa no funciona porque el batería y el bajista -todo un Dave Holland- no se entienden entre sí y, además, está el guitarrista Lionel Lueke, siempre dispuesto a introducir la nota inapropiada en el momento inoportuno.

Sin rumbo

Luego estaban las chicas. Sonya Kitchell cantó a Joni Mitchell -All I want- como si hubiera un agente de la antedicha apuntándole por la espalda, y Amy Keys un bastante más convincente A song for you, de Leon Russell. De Hancock se supo más por los chascarrillos que, maldita la gracia, por sus ejecuciones al piano. En algún sentido, el ex niño prodigio se ha convertido en la antítesis del músico de jazz. Una estrella demasiado vociferante en un mundo de hermosos perdedores que no necesitan disfrazarse de tales. En total, fueron dos horas y media vagando sin rumbo para volver a donde siempre, a los clásicos (Cantaloupe Island).

Del ansiado encuentro entre el pianista y su ex colega en el quinteto de Miles Davis, Wayne Shorter, ni noticia; total, ¿para qué? El saxofonista nos había dejado el mejor sabor con su recital tan corto como contundente; como lo fue el del también saxofonista Charles Lloyd, encargado de inaugurar el ciclo Jazz del Siglo XXI a sus 70 años. Dos veteranos dispuestos a todo. Lloyd, versión Monsieur Hulot, con su sonido de mírame y no me toques y su versión de Rabo de nube (Silvio Rodríguez) que deja en ridículo al original. Luego Shorter, que eleva a rango de ley su aversión a dar al respetable lo que éste le pide. Su minirecital del martes fue la demostración de que otra "fusión" es posible, la que reúne el jazz con la llamada "música contemporánea".

(publicado en El País 17/07/2008)

domingo, 25 de octubre de 2009

Lecturas insólitas: jazz y medicamentos


¿Qué tienen en común Wynton Marsalis y el Derecho Farmacéutico?. La solución en “Medicamento. Utopía y realidad”.


Manuel Amarilla, abogado, penalista, criminólogo y notable aficionado al jazz, explica todo lo que exige una explicación en torno a los asuntos de la farmacopéa en un volumen ciertamente insólito que su autor ha dividido en 2 partes: “Galería de Cronopios, Famas y Esperanzas en el sector farmacéutico” y “Reflexiones con Wynton Marsalis”. La perplejidad que produce ver reunidos en un mismo texto a Marsalis y a Esperanza Aguirre, un suponer, se desvanece a poco que el lector profundiza en la lectura de las 318 páginas cuyo contenido aparece movido por la sana militancia del padre de la criatura. Ni la actual Presidenta de la Comunidad Madrileña, "Tita E.S.P.P.E." para el autor, ni la mayoría de quienes han ostentado algún cargo relacionado con la materia objeto del volúmen, con alguna excepción, salen bien parados. Lo suyo, toda vez que Amarilla contempla el mundo, su mundo, con los ojos bien abiertos y, si no, ahí tiene a Wynton, para corroborar sus opiniones. Una ficción, por supuesto, pero ¿a quién le importa?.


Manuel Amarilla: “Medicamento. Utopía y realidad” European Pharmaceutical Law Group. Madrid, 2009