martes, 31 de julio de 2012
lunes, 30 de julio de 2012
Sonny Rollins
Camerinos del Polideportivo de Mendizorrozta, 21 de julio de 2012
foto: JMGM
Mis protagonistas del verano
Vitoria
17 de julio
El mejor concierto en la historia del festival
Ayer, martes, tuvo lugar un hecho
extraordinario, colosal, sensacional... lo nunca visto. El tipo de sucesos para
los que uno no está preparado y que, apenas nacidos, forman ya parte de la
leyenda; la del jazz, en general, y la del festival, en particular. La cosa,
que ayer hubo en esta ciudad de Vitoria-Gasteiz ¡un concierto de jazz sin solo
de batería!. El de Tigran Hamasyan y su trío en el Teatro Principal. Nunca se
lo agradeceremos lo bastante.
18 de julio
A los críticos, ni caso
Hagan la prueba: acudan esta
noche a Mendizorroza y traten de localizar a un crítico. Les daré una pista: al
crítico se le distingue porque hace lo contrario que todo los demás. Que el
público aplaude enfervorecido, el crítico calla; que el personal se desvanece
en las butacas de puro tedio, el crítico levita de puro placer. Si algo de
cuanto escucha resulta de su gusto tenga por seguro que al crítico le parecerá
un horror, y viceversa. Anoche volvió a ocurrir. Hubo un tema de los que
interpretaron Joshua Redman y The Bad Plus, “People like you”, que puso al
personal de pie sobre sus asientos pidiendo la oreja para los artistas mientras
la crítica se revolvía en sus asientos con expresión hastiada a más no poder. “Menuda
vergüenza de versión”, “semejante vulgaridad”, “si lo sé, me quedo en casa”…
algún día lejano, crítica y público coincidirán en algo pero eso, seguramente,
ni Vd. ni yo lo veremos.
19 de julio
Los héroes sin corona del jazz
El jazz está lleno de ellos.
Son los héroes sin corona de una música que no siempre sabe mostrarse generosa
con sus hijos. Por ejemplo, Bob Mover. Se dice de él que es un miembro de la
“generación perdida” del jazz que integran quienes ahora rondan la sesentena;
que fue uno de los saxofonistas preferidos de Hank Jones, que es un solista
versátil e inspirado… anoche Bob Mover estuvo en Vitoria, sin embargo, su
nombre ni siquiera figuraba en los carteles. El bravo saxofonista residente en
Nueva York había sido llamado a última hora para sustituir a uno de los músicos
de la “big band” de Esperanza Spalding. Pocos repararon en su presencia. Para
algunos, Bob es un verdadero gigante del jazz.
21 de julio
La mejor medicina
Con doce años Ibrahim Maalouf
vio lo que no tiene que ver un niño mientras paseaba por las calles de Beirut
en guerra. Con unos pocos años más, Sonny Rollins hizo lo que no tiene que
hacerse a no ser que uno pretenda no llegar a viejo. Era entonces un joven
“hipster” a la búsqueda de una oportunidad. El barrio neoyorquino de Harlem era
su reino. Los dos convirtieron aquellas experiencias traumáticas en música. La
más hermosa que pueda imaginarse; no hay mejor medicina que esa.
miércoles, 25 de julio de 2012
¿Por qué lo llaman "tributo" cuando quieren decir Neneh
Cherry?
La diva underground descoloca a sus fans en la clausura del Festival de Jazz
de San Sebastián
Idoia y Johana habían viajado
desde Bilbao para ver a Neneh Cherry. “Nos encanta todo lo que hace”,
aseguraban momentos antes de iniciarse el concierto. Hora y cuarto más tarde podía
vérselas aplastándose contra la dura piedra de la plaza de la Trinidad sin entender qué
había sucedido. Su veredicto: “nos ha gustado y no nos ha gustado”. Y como
ellas, los cientos que acudieron a la
Trini esperando encontrarse a la intérprete de “7 seconds” y
“Woman”. Que esta no es Neneh Cherry, que nos la han cambiado.
Empezando porque el del lunes
no fue un concierto “de” Neneh Cherry sino de ella y The Thing (Mats
Gustaffson, saxos; Ingebrigt Häker Flaten, contrabajo; Paal Nilssen-Love,
batería), que es cosa muy distinta; tocar con The Thing, uno de los tríos de jazz
más energéticos del mundo, cambia la perspectiva a cualquiera. Primero, hay que
tener valor para ponerse en medio de estos tres y no salir corriendo; y luego,
seguirles el ritmo suicida con que acometen cada una de sus interpretaciones.
No todo el mundo está en condiciones de soportar tanta presión.
Tampoco fue el de anoche un concierto
en homenaje a Don Cherry, el ilustre progenitor de la cantora, como se empeñó en
calificar la organización antes, durante, y después de que el propio Gustaffson
lo dijera bien claro aprovechando una pausa entre una interpretación y la
siguiente: “esta no es una banda en homenaje a Don Cherry”. Pues ni por esas.
El proyecto arrancó hace unos
meses partiendo a la relación de amistad que une a Cherry y Gustaffson desde
que ambos eran niños y residentes en Suecia. Lo que empezó siendo un juego de idem.
(de niños) terminó en manos de un de esos expertos en marketing que tanto
abundan en el rock cuyo trabajo consiste en encontrar problemas donde no los
hay. Cambiaron de nombre y les añadieron una ingeniosa frase publicitaria:
“free jazz apto para todos los públicos”. Con esto que los integrantes de The
Thing, músicos de jazz, al fin y al cabo, no se han visto en una de estas en su
vida. Por comparar: se cuenta que justo antes su gira con Neneh, viajaron a los
Estados Unidos para tocar junto a una leyenda del jazz, el saxofonista Joe
McPhee, y apenas recaudaron para pagarse los gastos del viaje. Será porque
Neneh es bastante más guapa que McPhee y, además, da espectáculo, Cantar, no es
que cante mucho, pero tampoco Madonna es Maria Callas precisamente, y ya ven donde
ha llegado. Lo suyo, lo de Neneh, es la actitud más que otra cosa. Lo que se
dice un animal de escenario. Verla mientras se la escucha resulta infinitamente
más gratificante que sólo escucharla, dicho sea pensando en quienes están
pesando en adquirir el disco que los susodichos acaban de editar como “The
Cherry Thing” y, acaso, se vean algo defraudados. La entrada en escena del trío
es toda una declaración de principios, con el público todavía buscando un lugar
donde depositar sus reales y el cuarteto tirando a matar con “Too tough too
die”, de los Ramones. De cero a cien en lo que canta un gallo. Y lo que nos quedaba.
La música de Neneh & The
Thing es una bomba de efecto retardado; un Apocalipsis sónico para el que no
existen fronteras de género. El repertorio se compone casi en su integridad por
versiones apenas reconocibles y un tanto asilvestradas de éxitos ajenos (Van
Morrison, Iggy Pop, Mark Knopfler…). Del Free al Noise pasando por ninguna
parte. Como improvisadores, Gustaffson & cía. pertenecen a la categoría de
los salvajes e incontenibles, a la que también pertenece el alemán Peter
Brötzmann, por poner un ejemplo. Por suerte, hay quien se ha encargado de
escribir unos arreglos ajustados a la naturaleza del proyecto y consigue el
milagro de sujetar a la bestia –The Thing- al tiempo que saca lo mejor de una
cantante magra en recursos como es Neneh Cherry. Uno se pregunta qué hubiera
conseguido, puesta en su situación, una Jeanne Lee, por ejemplo.
El concierto finalizó, o lo
“finalizaron”, con un a modo de blues, “Garage”. No hubo bis. La excusa: había
que dejar el escenario libre para la subsiguiente banda en homenaje, esta vez sí,
a Miles Davis, con participación de quienes, en algún momento de su carrera,
tocaron con el trompetista. El nombre de la misma no podía ser más ingenioso:
“Miles Smiles”.
Curioso. Siendo ambos
trompetistas, Miles Davis y Don Cherry tenían muy poco en común, salvo una
cosa: ambos aborrecían los homenajes.
Chema García Martínez
domingo, 22 de julio de 2012
El Festival de Jazz de San
Sebastián homenajea a Jimmy Cobb
Jimmy Cobb lleva 65 años haciendo
lo mismo. Es lo que se dice un “baterista de oficio”. Por su vera verita han
pasado los más grandes, Miles Davis y John Coltrane, Billie Holiday y Sarah
Vaughan. Lo notable, en su caso, es que está aquí para contarlo. Es un
superviviente y, como tal, se le ha querido reconocer otorgándole el premio
Donostiako Jazzaldia 2012.
El acto solemne de entrega
tuvo lugar el pasado viernes de mañana en uno de los espacios abiertos en el
teatro Victoria Eugenia con motivo del festival de jazz. Hubo discursos a cargo
del alcalde de la ciudad, Juan Karlos Izaguirre, el director del festival,
Miguel Martín, y el propio homenajeado, quien se dijo emocionado por el premio
y confiado en el futuro del jazz. Uno piensa que a Cobb habría que rendirle
homenaje aunque no fuera más que por haber mantenido una relación sentimental
con la temperamental e insaciable Dinah Washington.
En su concierto de la tarde, celebrado en el propio teatro, el premio Jazzaldia 2012 voló ligero como una pluma por encima de su instrumento junto a otro superviviente, el guitarrista Larry Coryell, famoso por su velocidad de crucero navegando por las 6 cuerdas en tiempos en que estas cosas se tenían muy en cuenta. Coryell es un superviviente de sí mismo. También él está aquí para contarlo tras una vida viajando por el lado salvaje. A la vejez, el titán de la fusión se ha reinventado como músico de jazz en la línea de un René Thomas. A veces se le va la olla, y le sale un “Bolero” de Ravel de aquella manera que uno no sabe muy bien cómo definir sin resultar hiriente.
Junto a ambos, un viejo
conocido de la afición: el organista Joey DeFranceso, capaz de tocar los bajos
en el teclado con una mano y la trompeta con la otra en un estilo comedido y
poético que recuerda en mucho al de Miles Davis. Si hace 3 años, Cobb visitó
nuestro país interpretando la música de
“Kind of blue”, en el 50 aniversario del mejor disco de jazz de la historia, en
esta ocasión la cosa fue por el lado de los standards. Pero para eso están los
standards. Denle un “Old folks”, o un “Would you still be mine”, o un “I´m
getting sentimental over you” a alguien como Jimmy Cobb, y verán lo que es capaz
de hacer con él.
Del Victoria Eugenia la grey jazzísitca se desplazó a la plaza de
Tras Ribot y la consiguiente interminable espera, llegó el turno de Melody Gardot. Uno optó por tomar las de Villadiego durante su actuación pensando que el lector a conoce sobradamente a la escultural y fotofóbica cantante y porque, a la misma hora, hacía su presentación en Zurriola el joven pianista prodigio Matt Savage, a quien hubiera dedicado gustoso unas líneas si hubiera sido capaz de escuchar algo de su concierto. El gentío y la precariedad del escenario elegido me lo impidieron. La escena se repitió más tarde con el recital que ofreció el trompetista Peter Evans durante la “Noche del Jazz”. Imposible acceder al mismo ni aún sobornando al ejército de azafatas que muy amablemente le indicaban a uno la puerta de salida: “lo siento, señor, pero está lleno”. Si me lo preguntan, no podría estar más de acuerdo con la política del festival de no hacer distingos entre los distintos tipos de público, pero resulta que uno está haciendo su trabajo. En otros lugares estas cosas se tienen en cuenta.
Chema García Martínez
sábado, 7 de julio de 2012
XXXVI Festival de Jazz de
Getxo
"Llámalo vida"
Jazz is another word
for Life
Wayne Shorter
La cosa, que cuando a Jorge Rossy le llamaron para hacer
unos bolos con Wayne Shorter, pegó un brinco que por poco sale disparado por el
tejado de su casa en Begues. No es para menos. Uno no toca todos los días con
una leyenda viva del jazz, aunque sea sustituyendo al batería titular de la
formación. Pero Brian Blade ya se había comprometido con anterioridad a conocer
la noticia de la gira. Cuenta el locuaz representante del saxofonista que
Blade, al enterarse, maldijo su suerte en todos los idiomas por más que el
asunto signifique perderse apenas unos bolos después de once años tocando con
el saxofonista. Y es que hay músicos de jazz y hay Wayne Shorter, que es una
categoría por sí mismo. Empezando porque tuvo el valor y la inteligencia para
hacer lo que ninguno de sus compañeros en el quinteto de Miles Davis se atrevieron
o supieron hacer: mantener la lealtad al maestro y los altos niveles de exigencia
que él mismo se imponía e imponía a quienes estaban a su alrededor. Medio siglo
más tarde, Shorter sigue empeñado en hacer “una música que no suene a música”,
en palabras de aquel, y, si no lo ha conseguido, está muy cerca de lograrlo. Su
música brota entre amaneceres soñados -por Debussy- y toma vuelo hasta perderse
de vista más allá del horizonte. Es una música sin nombre, por cuanto ninguna
de las piezas tiene título y, si lo tiene, no lo dicen. La música de Shorter a
la que no cabe poner nombre, abole conceptos, en ella no hay principio ni final
ni nada que pueda conceptuarse como un “solo”. La música de Shorter, la que
interpretó en su recital guechotarra, es el rezumado de una vida explorando los
límites del abismo. Cada aparición suya es un punto y seguido en un proceso que
arranca con el saxofonista dándose a conocer junto a Art Blakey y se alimenta a
si mismo como en un flujo continuo. Cada interpretación es una reproducción a
escala de ese proceso que algunos calificarían como “orgánico”, y al que otros
han encontrado parecidos con la música Charles Lloyd, sin que les falte razón
en ello. La complejidad del modus operandi, en el caso de Shorter, radica en su
misma ausencia de artificios. Al final del camino, queda la nota única y
singular, escueta y desnuda; la única nota posible, con la que Shorter da por
concluida la interpretación. La misma que persiguió Miles Davis como un sueño
imposible...
En Getxo, uno pudo advertir algunas novedades en la música
de Wayne Shorter que muy bien pudieran estar motivadas por la presencia del “intruso”. Y es que el cuarteto del saxofonista es un organismo frágil: cualquier cambio puede
alterar el resultado. A uno le pareció que el grupo andaba menos suelto y más
sujeto que en otras ocasiones al papel pautado, hasta donde ello es posible. Y
si Jorge Rossy no es Brian Blade, ha sabido interiorizar un concepto musical
que no está al alcance de cualquiera. La cosa, que él tiene su forma de hacer
las cosas y un valor que no se le puede negar. Sin apenas ensayos, ahí estaba
él, compartiendo escenario con uno de los grandes, y quienes le acompañan desde
hace más de una década, el pianista Danilo Pérez y el contrabajista John
Patitucci. Shorter le hacía gestos para que sujetara un imaginario caballo
desbocado, pues esa y no otra es la función que les compete a los baterías que
tocan con el saxofonista, y a fe que lo consiguió. Tremendo concierto.
Chema García Martínez