22 Festival de Jazz de Madrid
Hace un cuarto de siglo, a dos manzanas escasas de donde nos encontrábamos, un pianista de jazz se dejaba media vida sobre el teclado. Bill Evans estaba literalmente muriéndose cuando actuó en el Balboa Jazz Club. Hoy, un flamenco de nuevo cuño recuerda al jazzista con pasión de enamorado. Niño Josele, a solas con su guitarra, sus silencios y su Bill Evans que le tiene robado el corazón.
Él sólo, porque no hay quien le siga. En la puesta de largo de su proyecto neonato, comenzó acudiendo a la belleza clandestina, casi experimental, de Peace piece, escrita por Evans en el 1958. Como si no hubiera podido empezar por cualquier otra: tenía que irse a las antípodas de lo flamenco; a su antítesis. Valeroso este Niño Josele. Su acercamiento flamenco a la expresión ensoñadora de un creador torturado y sensible como fue Bill Evans sorprende y conmueve. Se la juega a cada paso y cada nuevo paso le adentra un poco más en un territorio virgen donde no todo está atado y bien atado.
Reinventar la guitarra
Para tocar a Bill Evans ha tenido que reinventar la guitarra flamenca. Y nada parece frenarle. La segunda mitad, la interpretó acompañado por el anémico Marc Johnson, al que convirtió en un contrabajista de pelo en pecho; y por el vocinglero Horacio El Negro que, en noche inspirada, fue una flor de delicadeza.
Y todo ello sin necesidad de improvisar, suerte en la que el tocaor no anda todavía muy ducho. Da lo mismo. La del sábado fue una de esas noches gloriosas de las que se hablará. El comienzo de algo importante.
Enrico Pieranunzi, piano; Marc Johnson, contrabajo; Niño Josele, guitarra; Horacio El Negro Hernández, batería. 12 de noviembre. Centro Cultural de la Villa, Madrid.
(publicado en El País 14/11/2005)
No hay comentarios:
Publicar un comentario