foto: Esther Cidoncha
Esto no hay quien lo entienda. Mina Agossi, la cosa más divertida que le ha pasado al jazz en mucho tiempo, y la basca que no va a escucharla, con lo que el Yoni a medias y gracias. Ellos se lo perdieron.
No voy a hablar de sus cualidades cantarinas de la susodicha que algunos discutirán, lo que tienen los/as vocalistas de jazz, que levantan pasiones en un sentido y el contrario. Por lo que a uno toca, Mina es el mejor antídoto para el jazz incoloro, inodoro e insípido que hoy es ley. Ni por su imagen ni por su arte tiene que ver con la cohorte de criaturas pegajosas y acomodaticias empeñadas en cantar jazz como lo hacían sus abuelas. Mina no es de esas. Ella brinca como un roquero, se retuerce como un contorsionista, le canta a Hendrix –solos de guitarra incluidos- y hasta se atreve con “Ojos negros” en un español casi tan malo como el de Nat “King” Cole.
Uno va a escucharla para divertirse, qué cosa más rara. Al jazz se viene a sufrir y no a divertirse, que iba diciendo el amigo Antonio por el ambigú colegial minutos antes del concierto. Sufridores lo somos todos, como los hinchas del Atlético. Un poco masocas, unos más que otros.
A lo que iba: Mina es un terremoto, un volcán, una punki, aunque cante jazz. A esta chica hay que agarrarla para que no salga volando. Escueta, sensual, cuando canta a media voz se derriten las piedras, de donde ese “Money” casi pornográfico (*). Vista desde la distancia, resulta un bellezón “ancinet régime” con sus rectas, pocas, y sus curvas, muchas, que son las suyas y las del contrabajo al que arrulla y sobetea, quién fuera madera. Su forma de cantar pasa por el sexo, el suyo, y se concreta en ese tirante on & off que a más de uno le trajo de cabeza cuando nos invitaba a enloquecer con ella -let´s be nutty- y a arrimarnos a sus carnes más, pero mucho más -come closer to me- que, aquí, la andoba no se corta un pelo. Y es que su apetito parece no tener límites: la cantante pasó del escenario a la mesa y, de allí, a un tour turístico nocturno por los rincones emblemáticos de la ciudad en la compañía de sus dos sufridos acompañantes. Mina Agossi sobre/delante/detrás del escenario.
A uno le gustaría tener a Mina instalada en el salón de estar de su casa para cantarle al oído en los momentos de ocio. Mientras tanto, seguiremos escuchándola cuando se tercie.
(*) Rogers Waters (letra y música). Incluida en el último disco de la cantante, “Simple things” (Candid, Karonte)
(gracias a Esther Cidoncha por permitirme utilizar su estupenda fotografía)
Hola, Chema.
ResponderEliminarFelicitaciones por el blog. Además de los textos rescatados del pasado, se agradecen mucho estos comentarios sobre la escena actual, aunque sólo se trate de algunas pinceladas. Echo de menos los tiempos en los que los periódicos le dedicaban más espacio a lo que se ofrecía en nuestras salas y clubes. En otra época, por ejemplo, no era extraño encontrar en el suplemento Madrid de El País una pequeña columna con lo que estaba ofreciendo el Café Central (por no hablar de la covertura de que gozaban los festivales). Hoy esas reseñas resultan escasísimas. Así que vienen muy bien tus comentarios, con los que podremos estar de acuerdo (creo que la mayoría de las veces) o discrepar, pero que siempre son frescos, sinceros y libres de prejuicios (no son muchos los que están dispuestos a disfrutar tanto con Mina Agossi como con Barry Guy). A ver qué tal continúa esta programación del San Juan Evangelista que con su eclectisismo ha dejado descolocados a algunos de los fieles parroquianos del Johnny, especialmente si tenemos en cuenta el perfil de las últimas programaciones. Es evidente que no tiene el nivelazo de ciclos anteriores (el de noviembre me pareció excelente), pero a cambio está dejando alguna que otra sorpresa interesante.
Un saludo,
Sergio
Hola Sergio,
ResponderEliminargracias por tus comentarios. Lo de que los periódicos ofrezcan cade vez menos cancha al jazz es una realidad incuestionable. Justo ayer lo comentaba con el maestro José Ramón Rubio en el San Juan (Petra Magoni, otro magnífico concierto). Las cosas de la globalización, me temo. En cuanto a que a uno le puedan gustar Mina Agossi y Barry Guy, particularmente, me parece lo lógico. Vengo de unos tiempos en que el jazz era una música promiscua y uno podía ver a un conjunto de veteranos del swing y luego a un grupo de free o de rock y a todos ellos mezclados y todo el mundo disfrutaba con todo. Ahora el jazz se ofrece compartimentizado y por secciones, como en el super, aunque no entiendo por qué. Esto de las tribus no me va demasiado, ¿por qué privarse de algo cuando se puede tener todo?.
Un fuerte abrazo,
Chema
Totalmente de acuerdo, Chema, a mí tampoco me va lo de las tribus (ya sean de estilos, de épocas o de latitudes). Por eso, celebro el desparpajo y la alegría que han traído Música Nuda o Mina Agossi. Está bien que de pronto alguien se cuele por la ventana y diga "mirad lo que os estáis perdiendo ahí fuera". Un abrazo,
ResponderEliminarSergio