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viernes, 31 de julio de 2009

Misti de Telonine

Eubie Blake - Noble Sissle (primeros veinte)

Guardo en algún lugar un atadillo con las crónicas publicadas en la prensa local que he venido recogiendo de mis pasadas estancias en los festivales de Euskadi, a saber, Getxo, Vitoria-Gasteiz y Heineken-Donostia-San Sebastián. No hay mejor ni más hilarante antología del disparate.

Han sido años, décadas más bien, acudiendo a la cita de primera hora con el café y la crónica de aquellos que dieron alegría a nuestras tristes vidas y a los que, por ello, siempre estaremos agradecidos. Y allí hacían su aparición el saxofonista que nadie vio porque nunca estuvo o la pieza equivocada del compositor equivocado que nadie interpretó, aquel “Misti” (sic), de “Telonine” (sic sic) que uno ha guardado para sí desde que lo vio en letra impresa. Como para enterarse.

Ahora vuelvo a los festivales euskaldunas, a ese Getxo con el que se declaró inaugurada la temporada de verano 2009, primero que se organiza bajo el gobierno de coalición PSOE-PP.

Getxo es diferente. Allá le enseñan a uno a disfrutar del jazz como de un primer amor; el cartel, casi, es lo de menos. En cierto modo, un festival de jazz como lo era antes la mayoría, con el personal disfrutando del frescor y el perro del vecino que le ha dado por aullar, a ver si alguien le hace callar, y la peña de bocata y bota de vino escuchando a Chano Domínguez y Paquito d´Rivera y a Michel Camilo y protestando a voz en grito el fallo del jurado del concurso para grupos aficionados. “ya están los sabiondos estos jodiendo la marrana”… Se entiende que uno optara por guardarse bajo la camiseta la tarjeta que le acreditaba como miembro del mismo. Pero qué es un festival (de jazz, de lo que sea) si no esto.

Luego, que hubo momentos en que el arriba firmante creyó transitar el calendario marcha atrás cual moderno usuario de la máquina del tiempo de Wells; ese “Memories of you” de puro déjà vu con el que Chano & Paquito (Mario Rossy, Miralta, Piraña) quedaron convertidos en estatuas de sal. Uno pudo escuchar la misma pieza interpretada por Barney Bigard y Teddy Wilson al clarinete y el piano, respectivamente, allá por el setenta y ocho, puede que antes, y por su propio autor, en el anciano Festival de Jazz de Niza. Para más información, pínchese en “Eubie Blake” sección “Temas”.

“Memories of you” fue el bis del concierto y la última pieza del festival todo. Un broche final efímero y hermoso, por inesperado. Luego vendrían las crónicas, que no he tenido tiempo de leer, y es posible que “Memories of you” haya quedado convertida en otra cosa que vaya Vd. a saber; y su autor, haya terminado siendo la Niña de los Peines, cosas más raras se han visto.

Yo, de mayor, quiero ser periodista de provincias.
 

lunes, 5 de enero de 2009


Eubie Blake: una experiencia personal

Con 95 años. Eubie Blake se sentaba al piano del revés, las piernas cruzadas y el rictus burlón. Se arrimaba al micro –un artilugio que empezó a utilizar a los cincuenta- y evacuaba consultas con la audiencia, y puede que ésta le solicitara "Memories of You" o "I'm Just Wild About Harry", él interpretaba lo que le daba la gana, “The Man I love” o “Ruby my Dear”. Ignoraban que Blake era el único pianista de salón del mundo que jamás interpretaba las piezas que se le solicitaban.

Me topé con el singular hombrecillo en una de las “kermés” que proporcionaban a la Grand Parade du Jazz nicense el aire bucólico/pastoril tan Renoir (Auguste o Jean), año de 1979. Recién había concluido su recital a piano solo y el proto-jazzista se hallaba dando cuenta de alguna especialidad de la cocina criolla del Sur de los Estados Unidos con la ferocidad de un chiquillo de quince años sometido a dieta desde los nueve. Casualidad que aquel verdadero tesoro viviente se ofreciera tan oportunamente a tiro del bisoño entrevistador llegado a la Costa Azul sin otro afán que el de escuchar algo de jazz y sobrevivir rebañando las sobras dejadas por los seguidores del jazz pudientes. Ya fuera por la abismal diferencia de edad o por la cómica parquedad de mi inglés, que el creador de “I´m Just Wild about Harry” se avino a compartir sus recuerdos en un florido aparte de las arenas de Cimiez desde el cual divisábamos y éramos divisados por cuantos pasaban cerca. Y allí, lo que debió ser una entrevista, fue otra cosa. Una pesadilla, sería la palabra adecuada.

Para empezar, cualquier atisbo de conversación era cercenado de raíz a causa de los múltiples requerimientos del anciano, cuya presencia ejercía como un imán para sus colegas en un radio de varios kilómetros a la redonda. Uno tras otro, desfilaron por nuestro “stand” improvisado Bill Evans y Helen Humes; Harry “Sweets” Edison, Buddy Tate, Doc Cheatham, Cat Anderson, “Panama” Francis, Clark Terry, Wild Bill Davison, Mary Lou Williams, Stephane Grappelli, Illinois Jacquet… un abrazo, el consiguiente intercambio de frases cordiales, y a esperar al siguiente. De la acordada entrevista, todavía, nada.

Esto fue al principio. Cuando la nómina de músicos de jazz disponibles se agotó, les sucedieron las jóvenes “misses” de la región, cuya presencia aledaña despertó en mi interlocutor un inesperado ataque de hormonas incompatible con cualquier pretensión de conversación racional. Para cuando me quise dar cuenta, el susodicho se hallaba acompañando el andar sincopado de una joven y bien proporcionada aficionada al jazz que, sorprendente, no parecía hacerle ascos al nonagenario y vitalista Don Juan. Y mr. Blake, 95 años de pura testosterona, echaba humo por las orejas y parecía encantado de la vida. La escena duró lo suficiente como para desear la muerte allí mismo de los tortolitos. ¡Quien sabe qué revelación sensacional acerca de Scott Joplin se perdió la Humanidad por causa de esta inconsciente que, simplemente, acertaba a pasar por ahí!. Y aún hubo una segunda y otra más… para entonces, la cinta del cassette había concluido su recorrido por las dos caras y todo lo que tenía eran 5 minutos de frases entrecortadas y media docena de llamadas desesperadas al orden. Decidí apelar al viejo principio del periodismo: “si no puedes con tu entrevistado, únete a él”. Y cambié de estrategia.

- “Y qué me dice Vd. de aquella morena, señor Blake?”

El vetusto jazzista se giró hacia mí y, con gesto pícaro, me guiñó un ojo. Por fin, hablábamos los dos el mismo lenguaje.

Chema García Martínez. Niza (Francia), 1978