martes, 31 de marzo de 2009

Milt Jackson por un día


En los tiempos en que empezó uno a echar los dientes de leche en esto del jazz, los temas de discusión entre especialistas y aficionados consistían en "el free-jazz, ¿una tomadura de pelo?", y "¿cual es el "verdadero” Milt Jackson, el del Modern Jazz Quartet, o el de sus apariciones "off line"?”; el cabeza parlante (la pensante, la ostentaba John Lewis) de la "tercera ola" europeizante y virtuosa o el "bluesman" abracadante de sus discos con Ray Charles y/o Ray Brown-Harold Land en el Shelly Manne´s. Carne o pescado o media docena de huevos, que son a la tortilla de patatas lo que el blues al jazz, según nos enseñó Tete Montoliu. Uno de ellos de oca.

Milt era cualquier cosa menos un desconocido en este país, donde había estado tocando en los primeros sesenta con el grupo más trajeado de la historia del jazz, y de parranda, en el Whisky & Jazz de Marqués de Villamagna, en cuya escalerilla de entrada se retrató, junto a Don Byas, Iturralde y "Cifu" en plan barbilampiño. Para cuando uno llegó a esto, Milt era leyenda, un sonido ("sound", más exactamente) hecho carne taciturna y solemne, engañosamente solemne. "Cara de palo", como al gran Buster Keaton; socarrón, no siempre asequible, la profesión le iba por dentro.

Con el "MJQ" le vimos y escuchamos en ocasiones varias durante los setenta-ochenta, la última sin Connie Kay, que ya no fue lo mismo. También como líder de sus propios grupos, casi siempre con Ray Brown en el lugar de Percy Heath, y nunca con John Lewis (las malas lenguas...), las dos últimas en San Sebastián, el verano pasado, y este mismo año, en el San Juan Evangelista, por hablar de Madrid, que es mi pueblo. En aquella ocasión bajé al camerino a saludarle sin saber acerca de la terrible enfermedad que terminaría con él en muy pocos meses, cuyos rastros se adivinaban en su aire como ausente. La misma sensación de desorientación que tantas veces he advertido en otros héroes del jazz librando su última batalla contra la Madre Naturaleza. Pero no es este el Milt Jackson que quiero guardar en mi memoria, sino otro muy distinto. El Milt Jackson de un Madrid gris y remoto, primeros meses de 1986.

La cosa llevaba por nombre el de una marca de cigarrillos que fuman los vaqueros más machotes del Oeste, y consistía en siete figuras reconocibles tocando de esmoquin en la "disco" de moda, el Joy Eslava, o sea. Apellidos de alcurnia -aparte el propio Jackson, recuerdo a John Faddis, Percy Heath, Graddy Tate...-, más una cantante que no estoy seguro si llegó a actuar, es posible que lo hiciera.

Uno, que entonces estaba para esas cosas, se personó en el "Joy" según despuntaba el alba, no se me fuera a escapar alguno de los músicos sin la "interviú" de marras. No contaba con aquella mole rellena de músculo por todas partes menos por una, que se llama cerebro, entrometiéndose entre mi humilde persona y la puerta de acceso al local. Un tipo de principios, insobornable por demás, y tan inmenso como para copar el hueco de la susodicha sin darle a uno la menor posibilidad de esbozar un fino "dribbling".

El caso es que no había manera humana de obviarle, mucho menos de torcer su voluntad. Segunda fase: mentir como un bellaco, formo parte del grupo que toca esta noche, solo que he venido por mi cuenta, pero ni por esas. Sin "pase", no hay pase. Y en esas estábamos, la mole y servidor, tan calentitos, cuando hicieron acto de presencia los músicos en procesión, Milt Jackson ente ellos. Hello, how do you do?; venía a entrevistarle, si no es molestia; pues vale; ¿y qué hacen por aquí tan pronto?; la prueba de sonido, ya sabe. Esas cosas.

Rápidamente les puse en antecedentes acerca de mi delicada situación, aquí, el colega, que no me deja entrar. Los músicos, buena gente, hicieron causa solidaria con el menda. Ponte detrás de mí y haz lo que yo diga, me dijo Milt. Y yo, claro, lo hice.

Ahí estaba nuevamente frente a la mole, tratando de pasar desapercibido entre los miembros de la orquesta, todos puestos en fila india, y yo en medio de ellos. Sería porque éramos un septeto de ocho o porque uno de los ocho difícilmente podría ser tomado por miembro de la raza afroamericana, lo cierto es que formábamos un cuadro pintoresco. Tanto que incluso él pudo advertir algo que no era como debería ser: !quieto todo el mundo!. Y el tipo, la mole, digo, que señala inequívocamente en mi dirección con su dedo índice grueso como una morcilla de Burgos, y del mismo color: Vd. es el que quería colarse. Momento de confusión. Don´t worry, be happy. Milt Jackson, el gesto imperturbable, toma la palabra y se la suelta: Vd. no puede impedirle la entrada a este señor. Este señor se llama Milt Jackson. Y la mole que me mira, el falso Milt Jackson, o sea, uno mismo, y que mira al verdadero Milt Jackson, y me vuelve a mirar, y a los otros músicos que apenas se aguantan la risa. A todas luces, aquello es “too much for his body”: OK. Se ha rendido: todos adentro.

Y así fue como aquellos Winston All Stars de los que formé parte virtual consiguieron vencer al terrible cancerbero del Reino. Y no quedó ahí la cosa: la broma siguió una vez dentro del recinto, durante el ensayo, mientras el concierto y después.

Fue así que, por espacio de siete inolvidables horas, fui Milt Jackson. Qué tal "Bags", me decía John Faddis; cual viene ahora, "Bags"?, me gritaba el pianista, que puede que fuera Cedar Walton, mientras daba el último repaso al programa de la noche. Hubiera dicho que el propio Milt Jackson parecía más feliz, liberado por unas horas de la carga de ser él mismo: ¿cómo andas, yo-mismo?.

Lo puedo decir: yo fui Milt Jackson por un día.

(versión "corregida y aumentada" del artículo homónimo publicado en Cuadernos de Jazz n55, año 1999)


Postscriptum

Entre las muchas entrevistas inéditas que uno guarda en el baúl de los recuerdos, se cuenta la que realicé a Milt Jackson en compañía del director de Cuadernos de Jazz, Raúl A. Mao, con ocasión del Festival de Jazz de San Sebastián 1997. De esta entrevista conservo dos recuerdos: la cinta de casete propiamente dicha y una instantánea del vibrafonista y servidor de Vds. fundidos en un tierno abrazo. La primera será transcrita y verá la luz en este blog, dios mediante. La segunda, ni de coña.

sábado, 28 de marzo de 2009

Bill Evans después de Bill Evans (a propósito de Niño Josele)

Niño Josele

foto: Marirosa Tenore


Un viernes del mes de marzo de 2009, Niño Josele sobre el escenario del colegio mayor San Juan Evangelista y una nube líquida que toma la forma de un sueño con el nombre de Bill Evans impreso en su entraña. Y qué puede haber más hermoso que escuchar al guitarrista de corbata y flequillo engominado interpretando Peace Piece, por muchas veces que se lo hayamos escuchado.


12 de Diciembre de 1979. Un reducido grupo de aficionados se ha dado cita en un sótano de la calle Núñez de Balboa, en Madrid, para sumergirse en un sueño. Bill Evans al piano. Afectado por el reciente suicidio de su hermano, Evans no cruza palabra con nadie, ni se digna presentar a sus músicos, tampoco las melodías que va a interpretar. Sus manos doloridas – el fruto de la hepatitis crónica y su adicción a la heroína- han doblado su tamaño normal, algo que no parece afectar demasiado al jazzista.


When I fall in love


Su cabeza toca el teclado, se pierde en la profundidad de sus brazos extendidos sobre el mismo, entre ambos. Evans sumergido en un océano negro y blanco y negro. Ahora, piano y pianista son uno.


Niño Josele tenía 5 años cuando Bill Evans tocó en Balboa Jazz. Por fortuna, el protagonista de la noche no tiene ningún problema con sus apéndices dactilares.


Josele se descoyunta para acceder a la intimidad sobrecogedora y solemne de Peace Piece. El “tocaor” irredento sigue el original de cerca, apenas se separa de su letra, lo flamenquéa, y es esa forma suya de verse al espejo tan alejada de los redundantes estereotipos del jazz, lo que hace resaltar la belleza de esta música quintaesencial. Inevitablemente, su "Bill Evans" nos lleva de vuelta a aquel sótano en el que algunos nos dejamos la vida. Escuchar a Josele-Spalding-Piraña interpretar esa y otras piezas del repertorio "evasiano" -My foolish heart- es como volver al primer amor.


Lo que el jazz no nos da, nos lo dieron la noche del viernes Niño Josele, Esperanza Spalding e Israel Suarez “Piraña”.


Bill Evans murió el 15 de septiembre de 1980

"Live at Balboa Jazz” ha sido editado en CD y LP


Algunos nos dejamos el sueldo de un mes por escuchar a Bill Evans en Balboa Jazz

Esperanza Spalding

foto: Marirosa Tenore

Más información sobre Josele & Bill Evans en este mismo blog

Dave Holland y Pepe Habichuela: "encuentro en Sevilla"

Sevilla, 2007. De izqda. a dcha. Dave Holland, Carlos Carmona (?)
tras ellos (parcialmente tapados): Pepe Habichuela, Mario Pacheco
foto: JM García Martínez

Sevilla los ha reunido: Pepe Habichuela (Granada, 1944), representante de una dinastía larga de flamencos que abarca varias generaciones; y Dave Holland (Wolverhampton, Inglaterra, 1946), antiguo bajista de Miles Davis y una de las voces con fundamento del jazz contemporáneo. Esta noche se verán las caras por primera vez sobre un escenario, el del Teatro Central hispalense (21 h., dentro del ciclo “Jazz viene del Sur”); mañana, jueves, actuarán en Granada (teatro José Tamayo) y el viernes, en Málaga (teatro Cánovas).

Lunes, 5 de marzo, los dos gigantes de la improvisación se encuentran por vez primera con sus respectivos instrumentos en el local de ensayos. Lo primero que llama la atención es la ausencia total de papeles. La música se aprende con el corazón, no con las partituras (Holland). El patriarca de los Carmona está escoltado por Juan Carmona, cajón; Carlos Carmona, segunda guitarra, y “Bandolero”, percusiones. Frente a ellos, el inglés, puesto en pié, y Mario Pacheco, de la discográfica Nuevos Medios, quien ejerce de maestro de ceremonias y traductor puesto que ni los unos hablan el idioma del contrabajista ni éste es capaz de articular una palabra en castellano, ni falta que hace, apunta Habichuela, tenemos nuestros instrumentos y eso nos basta.

Dave Holland llegó a Sevilla el domingo directamente desde los Estados Unidos. Esa misma noche tuvo su primer contacto con el flamenco: estábamos sentados a la mesa durante la cena, y de repente, no sé cómo, estaba llevando el ritmo con las manos. Para cuando volvieron a reunirse, a la mañana siguiente, parecía como si ambos llevaran media vida tocando juntos: es algo que a veces ocurre, apunta el inglés, solo necesitas dar con músicos abiertos y generosos, como Pepe.

La lógica del ensayo exige que sean los flamencos los que se arranquen, "pa´" que el “Deivi” vea cómo funciona la cosa, y sea el inglés quien les siga, lo que parece no costarle demasiado esfuerzo: no quiero tocar lo mismo que ellos sino sentir lo mismo que ellos. Para el guitarrista, tocar junto a Holland significa una oportunidad de salirse de la rutina, para mí es una maravilla cómo este hombre hace el esfuerzo de adaptarse a mi música, y sin un papel, como un verdadero flamenco.

Holland y Habichuela se conocieron el pasado año, en un recital del primero en Madrid, y desde entonces vienen madurando el proyecto que esta noche verá la luz: no lo voy a ocultar: estaba un poco acojonado, reconoce el “tocaor”, hasta que he visto que la cosa funciona. Holland también respira tranquilo: su primera toma de contacto con el flamenco se ha saldado con nota, pero es porque Pepe tiene mucha paciencia y es un magnífico profesor. De algún modo inexplicable, el afán perfeccionista del jazzista inglés encaja con el estilo desenvuelto de sus compañeros de conjunto. Este acaba tocando flamenco de verdad.

(publicado en El País 07/03/2007 con el título "Escalas de jazz sobre un tablao flamenco")

viernes, 27 de marzo de 2009

Yusef Lateef: "el hombre que pudo ser John Coltrane”


Han tenido que pasar 87 años para que Yusef Lateef (Tennessee, 1920) toque, por fin, en Madrid: será esta noche, a partir de las 21:00 horas, en el Colegio Mayor San Juan Evangelista (avda. Gregorio del Amo, 4), inaugurando el XV ciclo “Jazz es Primavera”. Lateef presentará los temas de su último disco, “Influence”, editado por Karonte, en el que el legendario jazzista norteamericano comparte protagonismo con los hermanos Lionel y Stéphane Belmondo.

Nunca es tarde para escuchar al “gigante amable” del jazz contemporáneo, el hombre que pudo tomar el lugar de John Coltrane: fuimos amigos y a veces tocamos juntos; era un ser humano fuera de lo común, una persona extremadamente inteligente y perceptiva. Pero William Emanuel Huddleston (su verdadero nombre) prefirió apartarse del camino y vivir al margen del “mainstream” jazzístico. A sus 87 años, el viejo león sigue renegando de la palabra jazz: yo no toco jazz, toco música “autofisiopsíquica”, que es la que brota del ser espiritual, físico y emocional. La palabra jazz es ambigua y carece de significado real.

En los años cincuenta, Lateef dejó ser un saxofonista y flautista al uso para convertirse en un “multiinstrumentista”, uno de los primeros en la historia del jazz. Desde entonces, su arsenal de instrumentos incluye el shenai, el shofar, el argol o el koto: esos instrumentos me ayudaron a encontrar mi propia voz dentro de la música.

El tiempo hizo de Yusef Lateef un pionero de lo que hoy se conoce como “músicas del mundo”: era el año 1955 y acababa de grabar mi primer disco con Savoy. De repente, me di cuenta de que, si quería continuar en esto, debería encontrar una estética más personal. Por eso comencé a estudiar la música de otras culturas. En aquel período trabajaba en la Chrysler Motor Company y tenía un compañero de origen sirio que me habló del “rabab”, un instrumento con cinco mil años de historia, el mismo que tocaba el Rey David. Acabé formando un grupo en el que se mezclaba el rabab con el saxo tenor, junto a Artie Farrell, Curtis Fuller, Hugh Lawson, Louis Hayes...

En su concierto en San Sebastián, el pasado mes de julio, mandó colgar una nota en la que negaba cualquier relación con la marca de cerveza que patrocinaba el festival: profeso la religión islámica y sigo los mandamientos del Corán, pero no soy un fanático. Creo en la coexistencia pacífica de los pueblos. Novelista, ensayista, filósofo, galardonado con un premio Grammy, Lateef ha compuesto numerosas piezas de cámara y sinfónicas: en realidad, yo siempre toco mi música. Su colaboración con los hermanos Belmondo le trajo de vuelta a un continente que no pisaba por décadas: fueron ellos los que se pusieron en contacto conmigo. Un día me llamaron a Nueva York para grabar un disco y yo accedí. Me gustaron desde el primer momento, son dos músicos con un talento enorme. En Madrid vamos a tocar un repertorio mixto entre mis composiciones y las suyas.

(versión original del artículo publicado en El País 8 marzo 2007 con el título "No hago jazz, toco música autofisiopsíquica")

Post ScriptumEn el recuerdo la actuación de Yusef Lateef & Eternal Winds en el Northsea Jazz Festival - 2000. El regreso del multisaxofonista a los escenarios europeos tras años de ausencia, fue correspondido por una afluencia masiva de aficionados ansiosos de escuchar a una de las últimas leyendas vivas del jazz. Lateef consiguió lo que muy pocos consiguen: vaciar por completo el patio de butacas. Quienes lo vivimos, nunca olvidaremos tan memorable noche.

jueves, 26 de marzo de 2009

... de Chico Marx a Sun Ra

... él tampoco mira al teclado

SUN RA - Live - Keyboard Solo (1980)

miércoles, 25 de marzo de 2009

Ben Sidran at the Café Central


Casualitas, casualitatis. Justo al día siguiente de colgar la entrevista con el cantante/pianista/organista/compositor/entrevistador/mentepensante Ben Sidran, llega a mi domicilio por los cauces habituales el último disco del susodicho, grabado en el madrileño Café Central, su refugio de los últimos años, al menos, durante 2 semanas al año. Su título: "The Ben Sidran Hammond Quartet - Cien Noches" (en español, en el original). Temas propios, escritos en colaboración con el saxofonista Bob Rockwell, y ajenos, de Monk -"Straight no chaser"- a Dylan -"Subterranean Homesick Blues"-. Intervienen Ben Sidran al órgano Hammond, vocal y percusión; Leo Sidran, batería, vocal y percusión; Bob Rockwell, saxo y percusión; Louka Patenaude, guitarra y percusión. Special guests: Hector Coulon, percusión, y Gege Telesforo, vocal. Edita el propio autor a través de Nardis Music, distribuye Indigo Records. Todavía no me ha dado tiempo a escucharlo aunque la cosa promete.

martes, 24 de marzo de 2009

Ben Sidran: “son tiempos muy duros en los Estados Unidos”

foto:

JM García Martínez

Conoce el negocio desde arriba del escenario y desde el patio de butacas. Como intérprete y compositor, se reconoce en el estilo de los cantantes-pianistas: Fats Waller, Mose Allison, Tom Waits o Bob Dylan, un buen pianista, lástima que toque tan poco el piano. Su experiencia como entrevistador en Radio, TV y prensa escrita –“Rolling Stone”-, la ha plasmado en un libro indispensable para todo aficionado, “Talking Jazz: an oral history” (Da Capo Press). Enamorado de Lorca y de todo lo español –su disco “Concert for García Lorca” fue nominado al Grammy en el año 1999-, Ben Sidran visitó España para presentar su nuevo disco, “Nick´s Bump”, el fruto de una vida tocando en locales como el Café Central, en Madrid. También es el primer disco en que no canto y en el que no toco el piano, solo el órgano Hammond y el piano eléctrico, como en los setenta. Puro ritmo al viejo estilo, 100 % “groovy”.

A lo largo de los años, Sidran ha desarrollado su propio concepto del jazz. Jazz es una palabra arbitraria que alguien se inventó hace un siglo. Nunca ha estado claro en qué consiste. Sonny Rollins tocando con los Rolling Stones o Brandford Marsalis con Sting, ¿qué es eso?. ¿Dónde comienza y dónde acaba el jazz?. No importa. Para mí, la palabra jazz remite al concepto de libertad personal. Todo consiste en encontrar tu propia voz. Todo el mundo empieza tratando de sonar como algún otro, yo mismo traté de ser Horace Silver hasta que me di cuenta de que era imposible. Jazz es libertad y es responsabilidad: tienes libertad para circular por donde quieras pero siempre que llegues a ser tú mismo y no otro. El jazz te da la oportunidad de tu vida para ser alguien. Ser lo que quieres ser... los últimos tiempos han traído cambios drásticos al jazz: entre las máquinas y el marketing están matando al jazz. Antes, uno tocaba en el club y puede que una tarde fueras al estudio a grabar pero, a la noche, estabas de vuelta en el club. Ahora, la música se hace directamente en el estudio de grabación y luego se va al club a vender el cedé. La música es un producto que se manufactura y el músico queda convertido en un mero trabajador.

A través de discos como “Nick´s Bump”, Sidran devuelve al jazz su calidez perdida: Phil Woods siempre habla de lo importante que era en tiempos subirte al autobús de gira y aprender de los grandes músicos. Hubo un tiempo en que intenté fletar un autobús, llenarlo de músicos y viajar por el país para que cualquier pudiera subirse y oír hablar a los músicos y preguntarles sus dudas acerca de política, literatura... lo que no se aprende en las escuelas.

En momentos como los actuales, ni siquiera un músico de éxito como Ben Sidran se libra de la crisis generalizada que afecta a los creadores de cultura en los Estados Unidos: si paso tres meses al año en Europa y uno en Japón es porque en los Estados Unidos, con suerte consigo un concierto al mes y eso es todo. Y la situación va a peor. Las elecciones han provocado la emigración masiva de músicos a Europa...

Sidran estuvo en primera línea de la batalla electoral, no era solo Bruce Springteen sino que fuimos muchos los que acompañamos con John Kerry en su campaña. Todos trabajamos juntos. La mayoría no ha salido del estado de shock que les produjo el resultado electoral. Son tiempos muy duros en los Estados Unidos.


El jazz, lenguaje internacional


No ahorra adjetivos el jazzista a la hora de describir la situación de los Estados Unidos tras la victoria de George W. Bush: el país se halla al borde del precipicio. Los americanos están divididos entre los que viven en el mundo y los que no salen de su casa. Es algo que ocurre en todas las partes del mundo, pero es la primera vez que ocurre en América. Y esto se traslada al jazz. En los Estados Unidos, la crítica y el público sigue creyendo que el jazz es patrimonio americano, en cambio, los músicos viajan fuera del país y tienen la oportunidad de escuchar a músicos como Perico Sambeat o Chano Domínguez y ahí se termina la discusión. Los músicos de jazz siempre han sido una minoría capaz de salirse de lo trillado y pensar por su cuenta. Es un mundo aparte. Yo viajo por ese mundo y allá donde voy me encuentro con gente que es capaz de mirar mas allá. No necesitamos de demasiadas palabras porque tenemos un lenguaje internacional.

nota: como habrá advertido el sagaz lector, la entrevista con Ben Sidran tuvo lugar a los meses de la segunda vitoria electoral de George W. Bush (2 noviembre 2004). El panorama entonces era muy distinto al actual, o puede que no tanto. El tiempo, Barack Obama y los tiburones de Wall Street lo dirán.

(publicado en El País 20 diciembre 2004)

lunes, 23 de marzo de 2009

122 años del nacimiento de Chico Marx

sin apenas mirar al teclado...

"A Night in Casablanca" (1946)

Chico Marx

(22 de marzo de 1887-11 de octubre de 1961)

Dennis Irwin, un contrabajista abandonado a su suerte

Es una situación que se viene repitiendo con demasiada frecuencia en el jazz: la del músico veterano abandonado a su suerte, sin recursos de ningún tipo y sin la posibilidad de ganarse la vida con su música.

Si el jazz nació en los Estados Unidos, pocos países hay que traten peor a sus músicos. Aún así, el caso del contrabajista Dennis Irwin supera todo lo concebible. Irwin falleció el pasado lunes 10 de marzo, a consecuencia de un fallo hepático provocado por el cáncer que padecía desde hacía un tiempo. Irónicamente, el mismo día de su fallecimiento estaba programada una gala en su honor en el Jazz at Lincoln Center, con las actuaciones de Wynton Marsalis, Tony Bennett, Jon Hendricks, Mose Allison, Joe Lovano, Bill Frisell y John Scofield, entre otros. Lo recaudado iba a destinarse en parte a sufragar el nuevo tratamiento médico del contrabajista y a su manutención.

Irwin cuya enfermedad le incapacitaba para seguir tocando, había sido objeto de otros dos conciertos benéficos, en los clubes Smalls y Village Vanguard, y contaba con una cuenta abierta a su nombre en Internet. A tenor de sus allegados, su situación era “literalmente desesperada”. Aterra pensar que su suerte hubiera podido ser otra, de contar con los recursos necesarios.

Dennis Irwin nació el 28 de noviembre de 1951 en la localidad de Birmingham, Alabama. Durante 3 décadas fue uno de los contrabajistas más solicitados de la Gran Manzana y el favorito de “las” y “los” cantantes. Su currículo como acompañante de cantantes incluye los nombres de Jackie Paris, Betty Carter, Annie Ross, Ann Hampton Callaway, Tania Maria, Mose Allison…

En el año 1976, entró a formar parte del conjunto del guitarrista John Scofield, junto al saxofonista Joe Lovano. Un año más tarde, ingresó en los legendarios “Jazz Messengers” del baterista Art Blakey. Irwin permaneció junto al fundador del “hard bop” por espacio de 3 años, “los más felices de mi vida”, entre 1977 y 1980. De ahí en adelante, alternaría sus intervenciones como “sideman” junto a Scofield, Lovano, Stan Getz, Johnny Griffin, Horace Silver, Chet Baker..., con su apariciones regulares con la Vanguard Jazz Orchestra. Irwin, que mantenía una doble vida como instrumentista y cantante-“showman” con el pseudónimo de “Hoot Gibson”, participó en más de 500 álbumes interpretando jazz y música brasileña, su otra gran pasión. Si el fallecido jazzista no fue profeta en su tierra, al menos su pasión y muerte han servido para que el “Englewood Hospital and Medical Center” de Englewood, Nueva Jersey, anunciara la creación del “Dennis Irwin Memorial Fund”, destinado al tratamiento médico gratuito de los veteranos del jazz y el blues sin seguro médico


(publicado en El País 17/03/2008)

Barack Obama nombró al 'arquitecto' de su reforma sanitaria


Chicago (DPA) .- El ex senador Tom Daschle será el encargado de diseñar y poner en marcha un plan sanitario para Estados Unidos que asegure la cobertura para todos los ciudadanos, según anunció hoy el presidente electo del país, Barack Obama. Daschle será el secretario de Sanidad y Servicios Humanos y al mismo tiempo el director de la Oficina de la Casa Blanca para la Reforma Sanitaria, un nuevo puesto creado por Obama. En la presentación de ambos en Chicago, Obama aseguró que la situación actual en que se encuentra la sanidad estadounidense "simplemente no puede continuar". "Estamos en un camino insostenible que tiene que cambiar". Como a lo largo de su campaña, el presidente electo prometió proporcionar "una atención sanitaria accesible y viable para cada uno"

www.elcomercio.com.pe

11 de diciembre del 2008

Benny Carter: “el tercero en discordia”

Benny Carter en el Paseo de la Fama de Los Angeles
foto: JM García Martínez

La noticia, la conoce el lector de CUADERNOS DE JAZZ: Benny Carter falleció pacíficamente la mañana del sábado 13 de julio en el hospital Cedars-Sinai de Los Angeles a los 95 años de edad, después de un proceso degenerativo rápido e indoloro. Cuentan quienes le trataron en su lecho de muerte que, aunque enfermo, Carter se mantuvo lúcido y hablador hasta el último momento.

Benny Carter tuvo una muerte acorde a lo que fue su divisa en vida: una muerte, podría decirse, callada. La misma discreción, el mismo estar a la sombra y alejado de quienes se llevan el aplauso fácil y la palmadita en la espalda, ha llevado a que su muerte pasara desapercibida, o casi, entre nosotros, al coincidir con la de su compañero de generación, el sonero cubano Compay Segundo. Precisamente, la discreción y caballerosidad de las que siempre hizo gala, escondieron con demasiada frecuencia un talento polifacético como se han conocidos pocos, si alguno, en la historia del jazz..

Carter fue muchas cosas: un caballero, un hombre bueno, modesto; uno de los mejores arreglistas del “swing” (con una importante ramificación en Hollywood); un magnífico director de orquesta sin suerte, o sin carisma, que viene a ser lo mismo; un multiinstrumentista (saxofonista, trompetista, pianista...) versátil... incapaz de asumir cualquier otro papel, Benny Carter fue “el tercero en discordia”: como director de orquesta, su nombre figura en las enciclopedias inmediatamente tras los de Duke Ellington y Count Basie; como safoxonista alto, se le cita en tercer lugar del escalafón tras Johnny Hodges y Charlie Parker. Con ambos tocó en fecha señalada del año 1952, en sesión de las Norman Granz Jam Session Series que se recoge en el disco correspondiente y también en el volumen fotográfico recién dado a la luz.

Es de creer que la vida y obra de BC resulta de sobras conocida: el lector tiene a mano cuanta información precise sobre la última de las leyendas del jazz, y muy especialmente la biografía documentada Benny Carter: a Life in American Music (Edward Berger), del año 1982, y revisada. Conviene precisar, en cambio, que Carter mantuvo una larga y profunda relación con nuestro país, que visitó por vez primera en enero de 1936, con motivo del III Festival de Jazz organizado por el Hot-Club de Barcelona. Su actuación en dicha ciudad dirigiendo a la Orquesta del Hot-Club, dejó profunda huella al punto que no fueron pocos los saxofonistas patrios que adoptaron su estilo. Es por cierto que, quien esto firma, tuvo la oportunidad de comprobar el excelente estado de la memoria del aludido quien, medio siglo después, aún recordaba los nombres de quienes con él tocaron.


Tuvimos la fortuna de que Carter regresara en numerosas ocasiones a nuestro país: Madrid, Barcelona, San Sebastián (Festival de Jazz).... con demasiada frecuencia, los críticos trataron la música del veterano "jazzman" con una condescendencia inapropiada a quien, hasta el último momento, se mantuvo en los más altos parámetros de auto-exigencia y toleró con paciencia infinita las impertinencias y vaguedades de esos mismos críticos primerizos en las ruedas de prensa. Que el saxofonista era algo más que un viejecito viviendo de las rentas, lo demostró en un Festival de Jazz de Palma de Mallorca, primeros años ochenta, en que actuó acompañado por Tete Montoliu (¿pueden imaginarse dos músicos más distintos?). Su solo sobre The Man I Love condensó en sus 32 compases magistrales la esencia de una música a la que llamamos jazz. Una obra maestra, redonda, perfecta, que vale por una vida toda; un solo expresivo y conmovedor de los que acostumbramos a escuchar en los discos solo que, esta vez, teníamos a su hacedor ante nuestras propias narices.

El tiempo se detuvo durante los 32 compases de aquel inolvidable The Man I Love. Montoliu dejó de tocar. Simplemente, se puso de pie, y, dirigiéndose al lugar que ocupaba Carter, rompió a aplaudir. El mismo, a quien no terminaba de cuadrarle el papel que le había asignado el promotor de la gira, terminaría confesando: puede que Carter no sea un “bopper” pero es uno de los mejores músicos de jazz de la historia y tocar con él es un honor. Así que, cuando se presenta la oportunidad de tocar con un maestro como él, los problemas se diluyen y solo queda lo que importa, que es la música.

(publicado en Cuadernos de Jazz septiembre 2003 )