miércoles, 25 de agosto de 2010

FOTOGRAFÍA Y JAZZ: JAVIER NOMBELA

Carlos "Sir Charles" González


Un tipo raro


Chema García Martínez


Uno piensa que existe el jazz porque existe la fotografía de jazz; y existe la fotografía de jazz porque existen los fotógrafos de jazz. Javier Nombela, o sea.


Javier, aclaro, es un tipo raro, como los son todos los que se dedican al extraño oficio de robar el alma a los que, algunos, consideramos nuestros héroes (algo que, según y donde, está considerado como una violación a los principios fundamentales del individuo). Uno se ha acostumbrado a verle instalado allá donde el jazz cobra vida, bajo los escenarios, como si su presencia formara parte de la oferta, con lo que no me imagino ir a un concierto de jazz, ni aquí ni en ningún lugar, y no encontrarle. Y es que Javier vive “en” jazz, que de otro modo no le sería posible hacer lo que hace, puesto que la fotografía de jazz exige conocer de una cosa –fotografía- y de la otra –jazz- y hay quien sabe de una y no de la otra, y así les va. No es el caso del protagonista de estas líneas, a quien tengo por un experto en jazz, tanto como lo es en el arte fotográfico. Por eso, sus retratos no son ajenos a la realidad de la que se nutren, sino jazz en sí mismos.


Una fotografía de Javier nos ayuda a entender, a veces, nos proporciona tanta o más información que la propia música. El perfil hierático (nada jazzístico, por ende) de Herb Robertson, su forma de mantener la trompeta a distancia, que nos lo dice todo del retratado y de su obra. Contémplese a continuación a Santiago de la Muela sumergido en su herramienta de trabajo, imposible precisar dónde empieza Santiago y termina la guitarra. Y la pregunta: ¿qué es más “jazz”, Santiago o Robertson?.


Digámoslo claramente: jazz es todo aquello que hace un músico de jazz. Una música digna de ser amada sobre todas las cosas pero también una forma de entender la existencia y vivirla en consecuencia. Jazz es David Murray observándose a sí mismo desde alguna atalaya situada de su interior más remoto y es Enrico Rava en ese abrazo cósmico al espacio por donde viajan los sonidos. El jazz es una mirada, la de Eddie Henderson, un destello opaco y tan expresivo asomando por entre los hierros retorcidos; o Laïka Fatien, radiante en un universo hollywoodiense de formas y colores puro Minelli, que esto también es el jazz.


Me pregunto –un decir, en realidad sé la respuesta- por qué Javier prefiere los “antes” y los “después” a los “aquí y ahora”. Por qué su gusto en escudriñar al guerrero en el reposo –Louis Sclavis- o cargando pilas –Perico Sambeat- o en posición de alerta, el rostro de Joe Lovano elevado hacia las alturas y las manos en posición. Lo que sigue nos lo podemos imaginar y es posible que, a ojos del artista, resulte demasiado obvio. Aún así, Nombela nos muestra también al artista en pleno vuelo, y es ese jazz escrito a sangre y fuego en un acceso apasionado, los “bright moments” de Rahsaan Roland Kirk; la vehemencia del vehemente -Joachim Kühn-; la inminencia del “big bang” comprimido en un 1/125 de segundo -Lee Pearson-…


A veces, muy raramente, el fotógrafo vuelve su mirada hacia su propia cámara, y surgen las hermosas “jazz-abstracciones” y esas a modo de metáforas visuales donde una sordina abollada es una sinfonía concertante y Reggie Jonson aparece convertido en un Jesucristo doliente de Caravaggio. De nuevo, Javier lo ha conseguido: ha detenido el tiempo para adaptarlo al tiempo del jazz, que es otro. Por eso, y por otras muchas cosas, sus fotografías no se explican, como tampoco nadie, todavía, ha sido capaz de explicar el jazz.


¿Quieren saber de jazz?: “escuchen” las fotografías de Javier Nombela.


Texto para la exposición de JAVIER NOMBELA “La Oscuridad” (Báculo Galería de Arte, 19 de junio a 25 de julio 2008)


Jan Mües

Christian Scott

Jorge Pardo
Todas las fotos: Javier Nombela

martes, 24 de agosto de 2010

LA FRASE DEL DÍA: JEAN SEBERG


...the less I know about acting and the more I know about everything else, the better I'll be at both acting and living...

Jean Seberg, actriz

lunes, 23 de agosto de 2010

LA PIEDRA ROSETTA DEL JAZZ


Publicado en El País el jueves 19 de agosto de 2010

Chema García Martínez:

LA PIEDRA ROSETTA DEL JAZZ

Un museo adquiere la Colección Savory, un tesoro de grabaciones inéditas de la era dorada del género registradas por uno de los ingenieros que inventó el elepé

http://www.elpais.com/articulo/revista/agosto/piedra/rosetta/jazz/elpepirdv/20100819elpepirdv_3/Tes

miércoles, 18 de agosto de 2010

FRASES CÉLEBRES: TONO


Chico, esto de morirse es una lata.


Antonio Lara de Gavilán, "Tono"


(a la memoria de Abbey Lincoln)


martes, 17 de agosto de 2010

ABBEY LINCOLN, MUCHO MÁS QUE UNA CANTANTE DE JAZZ


Hoy en El País


Chema Garcia Martinez:

"Abbey Lincoln, mucho más que una cantante de jazz"

jueves, 12 de agosto de 2010

SAN SEBASTIÁN 2010: LO QUE SE QUEDÓ EN EL TINTERO (2)

Wadada Leo Smith

45 Heineken Jazzaldia

Una falta de respeto

Hace muchos años, un contrabajista de jazz llamado Charles Mingus compuso una de las odas más conmovedoras jamás escritas en honor a un colega desaparecido en combate, y hasta es posible que la interpretara en su concierto en este mismo Festival de San Sebastián, año de 1974. El título de la pieza hace alusión al sombrero con forma de pastel de carne que Lester Young utilizaba de habitual: “Goodbye, Pork Pie Hat”. 35 años más tarde, otro contrabajista finalizó su concierto en San Sebastián interpretando esta misma pieza en forma y manera que, se pretendía, adecuada a los tiempos que corren. La composición, un prodigio de sensibilidad y ternura, quedó convertida en manos de Stanley Clarke en un correcalles al estilo de La Charanga del Tío Honorio. Mala cosa: el bajista es de los músicos que encandilan a una mayoría y los críticos solemos detestar. Resulta lógico suponer que muchos ni siquiera sabían lo que estaban escuchando. Pero hay cosas que van más allá de lo opinable. Se empieza faltándole el respeto al abuelo y se termina arrojándole colina abajo en un descuido o interpretando la “Novena” en versión “chunda chunda”.

Así pues, y con permiso del señor Clarke, uno se queda con el concierto que ofreció algunas horas antes el trompetista Wadada Leo Smith junto con su cuarteto en el teatro Victoria Eugenia. Menudo contraste. Smith ejecuta un “free jazz” teóricamente no apto para todos los públicos que, sin embargo, arrastra a la audiencia. Será porque no le falta al respeto a nadie y cuando recuerda a sus mayores –Miles Davis- es para extraer de su música el jugo que da vida a sus interpretaciones. Y éstas resultan decididamente hermosas.

Después de algo así, la música de Dave Holland y Pepe Habichuela, que abrieron la jornada en La “Trini”, supo a poco y menos. Un proyecto que, a los 3 años de su puesta en marcha, ha perdido la espontaneidad de sus inicios dejando en evidencia sus múltiples carencias. El acercamiento del contrabajista inglés al flamenco cojea por donde hay quien ha movido ficha –el propio Holland- y quien va a lo suyo, que son todos los demás, y ya me dirá el lector qué sentido tiene escuchar un recital flamenco con un contrabajista que de duende anda justito, habiendo un Javier Colina.

Chema García Martínez

SAN SEBASTIÁN 2010: LO QUE SE QUEDÓ EN EL TINTERO (1)

Shibusa Shirazu Orchestra
Foto: J. M. García Martínez
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Bienvenidos a “Friquilandia”

Aquí, el personal, vino a escuchar a Patti Smith, 20.000 “fans” sobre las blancas arenas de la playa de Zurriola, y se encontró con la Parada de los Monstruos en versión jazz, que si tú eres raro, yo lo soy el doble. La cosa empezó a eso de las 8, con Terje Rypdal, “el Jimi Hendrix de la tundra”, compartiendo uno de los varios escenarios dispuestos en torno a Zurriola con su viejo colega Miroslav Vitous –una mano en el contrabajo, la otra en el “Mac”- y el batería Gerald Cleaver. Una actuación que puso a prueba los nervios de quienes, invitados por la gratuidad del acto, se dieron de bruces con una masa sonora viscosa y resbaladiza situada en algún lugar sin concretar de la galaxia musical. Unos cuantos huyeron despavoridos. Otros aguantaron hasta ver cómo terminaba el asunto. A estos, el trío les dedicó un blues agónico con el que dieron se despidieron y si te he visto, no me acuerdo. Un poco más allá, en otro escenario, un tipo tocaba de pie al piano canciones de Kurt Cobain, Coldplay y Michael Jackson (y Duke Ellington). ELEW, con mayúsculas, adopta al teclado la postura del velocista esperando la orden de salida. No es lo que se dice un instrumentista refinado. El muchacho nacido como Eric Lewis atiza las teclas con furia desatada mientras mira al tendido en actitud desafiante. Sus versiones de “rockjazz” (sic) son discutibles, sin embargo, gustan el respetable. Y es que también en el reino de los friquis hay sus categorías. Por ejemplo, están los que resultan directamente inescrutables: Supersilent, trío noruego de electro-free-jazz en donde hay uno –Helge Steen- que toca el “audio virus” y hay quien, como servidor, todavía está esperando a que alguien le explique qué demonios es eso. Y está la “Orquesta Nunca Serás Guay” (Shibusa Shirazu Orchestra, en japonés, en el original). 25 intérpretes desnudos y a medio vestir evolucionando a su antojo, entre músicos y bailarines, más un pintor y un video-artista, y un maestro de ceremonias en tanga de color rojo, y un engendro hinchable de considerables dimensiones que a nada abandona el escenario para sobrevolar al gentío. A lo suyo, se le conoce como “charanga avant-garde”. A ellos, los componentes de la orquesta, el nombre les encanta.
Chema García Martínez

foto: J. M. García Martínez