Avenida Kraljevica, segunda, a la derecha
Belgrado 2012:
recuerdos confusos-difusos-cafusos de un festival de jazz.
El viajero se halla perplejo y desorientado. Si no ha pagado
el ticket al subir al autobús no ha sido por no haberlo pretendido, sino por
pereza, o, más precisamente, porque no sabía cómo hacerlo. “Ya habrá quien
venga en mi ayuda”, pensó inocente. “Los letreros están en cirílico, y el
conductor, y todos los demás, todos están en cirílico”, trata de explicarle al
revisor y a su muñón. “Somos personas civilizadas”, añade en tono
pretendidamente convincente. “Yo trato de ir a la Avda. Kraljevica,
¿sabe Vd.?”. El revisor le señala con su muñón dónde está la salida. “Está Vd.
en un apuro”, farfulla en algo parecido a inglés. Ya en la acera, el viajero
asiste doblemente perplejo y desorientado al cónclave de revisores, quien
parece inclinarse por condonarle la deuda que ha contraído sin saberlo con la Nación Serbia, quien pone en duda
de su inocencia, y el del muñón, que acaba imponiendo su criterio inapelable.
1500 dinares de multa. Una pasta.
Belgrado es fría y gris-beis, soviética y provinciana, como
todas las ciudades, menos Madrid; es acogedora cuando le da la gana, y tiene a
un revisor con muñón para quien el reglamento es el reglamento, y un festival
de jazz de cuando Tito en el que han tocado Duke Ellington y Miles Davis y que
resulta ser uno de los más ancianos de toda Europa. En el Beogradski
Jazz Festival hay una programación con criterio, y un público que acude
a los conciertos, y los músicos cobran por su trabajo.
De mi cuaderno de
notas
Ambrose Akinmusire
Suponiendo que el artista sea un ser humano, y dando
por sentado que el músico de jazz es un artista, a éste (el artista
eventualmente músico de jazz) le asiste el derecho de planificar su actuación
como le dé la gana dependiendo de su estado de ánimo, y aquí paz, y después
gloria. Ante eso, al crítico sólo cabe callar y otorgar. / Ambrose
Akinmusire tenía el día melancólico por el motivo que fuera, y así fue su
concierto: melancólico. Hermoso y melancólico pero, sobre todo, melancólico. Un
hermoso concierto en tono menor. Nada que objetar, salvo que este no es el tipo
de música que uno ansia escuchar con vehemencia a estas horas de la noche. A
little too much under control, si se me permite decirlo. / A diferencia de Monk, Ambrose toca bien del modo
correcto. A diferencia de Monk, escoge el camino más largo para llegar a un
punto.
Mostly Other People do the Killing
Jon Irabagon, saxofonista de MOPDTK
Hay un jazz que deslumbra, y un jazz que alumbra.
Cuando el jazz alumbra y deslumbra al mismo tiempo se llama “Mostly Other People do the Killing”. / MOPDTK parecen un grupo pop y actúan como un grupo pop,
pero no se lleven a engaño: en realidad, son un grupo pop. Sólo que tocan free
jazz. / Combinaciones sonoras inéditas. MOPDTK se pitorrean respetuosamente
de la historia del jazz en las portadas de sus discos y en su música, luego le
dedican un tema a “Dexter, Wayne y Mobley”.
Ana Sofrenovic
Para que una melodía pueda cantarse en clave de jazz
debe reunir determinadas características. Es por eso que unas canciones
funcionan y otras no. Ana Sofrenovic
canta cosas que otras no cantan por impotencia, miedo, o porque no les da la
gana. Es una cantante de las llamadas “teatrales”, porque actúan tanto como
cantan. En realidad, todas las cantantes actúan en una u otra medida. Todas
mienten. Por eso, los pianistas odian a las cantantes, aunque se casen con
ellas. / En el cartel, Sofrenovic figura como “estrella
invitada” de la “Balkan Salsa Band” del saxofonista Jovan Maljokovic. Cualquier
parecido con la salsa cubano-neoyorquina es pura coincidencia. / Sofrenovic es una “cantactriz” notable, y un
bellezón, aunque de lejos no lo parece. Lo canta/actúa todo, a Édith Piaf/Jacques
Brel y a Billie Holiday/Jevetta Steele ("Calling you"), cada cosa en su propio idioma. Si algún día acuden a
escucharla, pidan una butaca próxima al escenario.
Das Kapital
Karl Marx publicó el primer volumen de “El Capital” en
1867 (véase entrada correspondiente a K. Marx en este blog). La Original Dixieland
Jass-Jazz Band grabó el primer disco de jazz de la historia en febrero de 1917.
Daniel Erdmann, Hasse Poulsen y Edward Perraud fundaron “Das Kapital” en 2022 con el muy noble propósito de tocarle los
bajos a los críticos y al público de jazz.. Su música es insolente y ruidosa, divertida
y bestia. Si quieren saber más de ellos, escuchen su disco de versiones del cancionero navideño, tan a propósito para las (siniestras) fechas que se avecinan.
Miles Smiles
De izqda. a dcha.: Joey DeFrancesco, órgano; Ralphe Armstrong, bajo; Wallace Roney, trompeta; Omar Hakim, batería (tapado); Rick Margitza, saxo tenor; Larry Coryell, guitarra
Se llaman “Miles
Smiles”. Después de escucharles, uno, francamente, lo duda.
Añádase a lo dicho, la novedad del “Blazin' Quartet” (Holanda / Suecia / Bulgaria / Serbia), del
que ya se ha hablado en este blog, junto a la confirmación de lo mucho y bueno
que son capaces de hacer Dave
Douglas y Joe Lovano cuando se
juntan con el propósito de hacer música; desde nuestro país, y promovidos por
el Instituto Cervantes, el Comando de la Clave sin Jerry
González, que no pudo viajar a Belgrado por problemas burocráticos; y, desde
Polonia, la muy estimulante pareja Mikołaj
Trzaska (saxos) - Rafał Mazur (guitarra
bajo).
Laku noć!
Chema García Martínez
Fotos: Tim Dickeson (con permiso del autor), excepto
primera y última (Chema García Martínez) y “Das Kapital” (archivo).