Andrea Motis y el debate
autonómico
Foto de Andrea Motis de niña tomada de: http://santandreu150.blogspot.com.es/2014/01/entrevista-landrea-motis.html
La patria
del músico de jazz es su música
Sabe el lector que Andrea Motis
& Joan Chamorro Group actuaron en San Sebastián, durante el festival, y la
que se ha armado en los medios a raíz de la susodicha actuación, que enardeció
a la audiencia hasta hacerla saltar de las sillas, los que tenían, y enfadó a
la crítica presente en la Trini con idéntica rara unanimidad. El interesado
puede echarle el ojo a mi crítica, publicada en el diario El País (1) que,
aunque menos, también mereció algún que otro varapalo por parte de la parte
contratante de la primera parte, según me cuentan, puesto que yo ni he visto ni
he leído cosa al respecto. Más ha sido otro quien, con su opinión, ha desatado
el rosario de comentarios en Facebook, a los que me hubiera sumado con gusto si
no me lo hubiera impedido mi proverbial ignorancia de los mecanismos que rigen
en éstas cosas. Total, que
cuando, después de mucho intentarlo, descubrí
cómo hacerlo, me encontré con que el/los administrador/es del grupo en cuestión
había/n puesto el candado: “contenido no disponible”. Pues bueno, pues vale; para
eso tengo un blog.
La cosa, que la susodicha critica de Jaun Ez, publicada el 07/08/2015 en http://www.distritojazz.es/ con el enigmático título de “Podría haber sido
peor”, derivó en un ardiente debate autonómico
y en otra cosa: la vieja historia del “tiro al crítico”. Nada a lo que no
estemos acostumbrados.
Empezando por el principio.
El “fenómeno adolescente en
Cataluña”, donde quiere decirse “Andrea Motis”, no le parece gran cosa a Jaun Ez en su crónica: “vale, la chica canta (quienes la han visto
antes dicen que ha mejorado mucho, así que ellos sabrán) y toca la trompeta
(que, dicen, también ha mejorado en este aspecto), pero lo hace de una manera
bastante maquinal, dando la impresión de que no acaba de entender muy bien qué
es lo que está cantando, ni por qué, ni para qué”. Y pone como ejemplo su
versión de ‘Bésame Mucho’, “porque para hacer bien esa canción hay que haber
besado mucho y sufrido mucho de amor (…) y no da la impresión de que Andrea
Motis haya hecho ni lo uno, ni lo otro ni lo de más allá. Lamento decirlo”,
concluye, “pero ha sido una de las peores versiones que he escuchado de esa
canción en mi ya larga experiencia de oyente de conciertos”.
“Mariona”, en su comentario al
escrito de Ez, fija su atención en el director artístico de la primaveral
cantora y trompetista: “Motis es la gallina de los huevos de oro de Chamorro que se está
forrando con ella (y con otras promesas)”, escribe, “y acabará destrozándola y
consiguiendo que en 3 años dejé la música. El proyecto es simplemente una caja
registradora y cómo funciona y recibe una exposición brutal en los medios de
comunicación pues los programadores la programan hasta en la sopa, aunque en
privado reconocen que la propuesta es para turistas
del jazz”. Ante esto, el acusado se limita a
poner distancia. Su respuesta, entre concisa e irónica, no deja lugar a dudas:
“jejejeje”, en un caso; “Jajajaja “, en el
otro, dependiendo de si Facebook o Twitter.
Hasta aquí, todo bien. Lo malo
empieza con la afirmación del crítico contenida
en el mismo relato, en la que se refiere al
jazz catalán “tan abatido y mustio en los últimos años”; un
jazz catalán cuya gran esperanza, escribe, se llama Andrea Motis. Y
hasta ahí podríamos llegar.
“Ya te puedes imaginar que programadores y músicos catalanes están
destrozando en redes sociales tu crítica”, le advierte Mariona al autor de la
frase en cuestión. “Eso de “jazz catalán, tan abatido y mustio” ha sido una
puñalada”, sentencia. De los primeros en responder, Pol Omedes Casacuberta, cuando habla del
“desconocimiento de la materia por parte del crítico y quienes le secundan: “¿estabais el otro día cuando Marco Mezquida tocó a piano solo en el
Palau de la Música (músico joven ya de reconocimiento internacional)?;
¿estabais ayer en el festival de
jazz de Marciac viendo al super grupo de Raynald Colom?; ¿de Agustí Fernández, sabéis
algo de él?; ¿Giulia Valle os suena?” (2). Y concluye: “No creo que
tenga mucho sentido criticar la escena catalana cuando es la más fructífera a
nivel de músicos del estado”.
Me van a permitir que no
manifieste mi opinión sobre tema tan delicado como personal, además de carente
de sentido alguno. Otra cosa son las consecuencias.
La prontitud en la respuesta por
parte de quienes se dicen “afectados” por el comentario, habla por sí misma: “Barcelona es el epicentro de la música en España le guste o no a quien
sea”, sentencia Víctor Correa. Si algo
caracteriza al jazz made in Catalunya
(entendiendo por tal el interpretado en dicho territorio histórico por los
nacidos o residentes en dicha comunidad/territorio histórico) es la cohesión
interna; y si algo a la madrileña –hablo de lo que mejor conozco-, lo
contrario: la desunión. ¿Imagina el lector qué hubiera ocurrido si, en lugar de
referirse al jazz en Cataluña, el crítico hubiera hablado del jazz madrileño?.
Probablemente, nada.
Llama la atención la insistencia de los arriba mencionados en apelar a la “situación de
dificultad cultural en la que nos
encontramos”; así, en el comentario ya referido de Pol Omedes Casacuberta, o en
el de Pere Pons, alma, corazón y vida del Jamboree Jazz club barcelonés, cuando
habla de “unos músicos (en Cataluña) tan homologables a la escena europea o
incluso norteamericana de su generación, pero desprovistos de los apoyos públicos
y privados que ellos sí tienen, precisamente porque saben mirarse el ombligo y
sentirse orgullosos de lo que generan”; “nos falta mercado interno”, coincide
Vicens Martín, “que se ha desplazado a consumir otras cosas (las que les han
ofrecido desde muchos medios)” (3). Acaso llevemos en ello cierta ventaja
quienes vivimos en nacionalidades/comunidades autónomas gobernadas
por quienes nunca han prestado la menor atención al patrimonio jazzístico
propio, que son todas, menos Cataluña. Un ejemplo: el majestuoso stand
que el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya tenía a bien
instalar cada año en Bremen, durante la feria del jazz “Jazzahead!”,
la más importante de cuantas se celebran en Europa. Ignoro si tan saludable costumbre se mantiene o, como tantas
otras cosas, ha sido víctima de los recortes en el presupuesto.
Visité la feria en un par de ocasiones, y la sensación
siempre fue la misma. Uno acudía al susodicho macro stand en busca de
información y caramelos, y salía cargado con la discografía completa de Giulia
Valle, su caché y marca de desodorante, y un sentimiento entremezclado entre la
admiración y la envidia (insana, por supuesto). Con las limitaciones que se
quiera, el jazz contaba para los responsables de la cosa pública en Cataluña.
Deduzco que parte de esto se ha venido abajo con la crisis, y de esos polvos,
los actuales lodos. Y, aún así, existe una Associació de Músics de Jazz i
Música Moderna de Catalunya, y una publicación, que editan los mismos, en la
que uno ha tenido la oportunidad de colaborar. Es así que su presidente, el de
la “Amjm”,
aprovecha la circunstancia del debate en las redes sociales para invitar “a los compañeros de Distritojazz a
cualquiera de los 15 conciertos que organizaremos en septiembre dentro de
nuestro Festival "L'Hora del Jazz", en su 25 aniversario”. Total, que
de “abatido y mustio”, nada: pujante y “bien regadito”. Y sí, pero no.
Haciendo una excepción
a la norma de no responder ningún comentario, los responsables de la
página Web toman la palabra: “no hay que confundir nunca
cantidad con calidad”, avisan. “Así, los gallegos, que representan el mejor
jazz que se hace en España ahora mismo y que han sido capaces de sacarse de la
manga el ‘jazz palleiro’, tienen una calidad que ni de lejos tienen los
catalanes”. Y para que conste: “esta web ha tenido a notables colaboradores
catalanes (M. Bricullé, Albert Marqués, Vicente Zúmel,…) que han dado cuenta de
la actividad musical en Barcelona y alrededores. Así que sí, sabemos de qué va
eso del jazz catalán, y es por ello que (re)afirmamos que el jazz catalán está
en un proceso de descomposición acelerado”.
Mejor o peor, el jazz catalán –y esto es nuevo- no sale de
Cataluña; quienes si salen son los jazzistas catalanes de nacimiento o adopción,
sea por su disposición de ánimo favorable, su disponibilidad o por contar con
los apoyos necesarios entre los promotores y managers, lo que nos devuelve a la
contestada presencia del jazz catalán en el pasado Festival de Jazz de San
Sebastián (4).
El crítico, en
el ojo del huracán
Inadvertidamente, la polémica va a
derivar del objeto al sujeto; de la crítica a quien critica, y al oficio de
crítico en general: “muchas gracias por los ánimos que nos dais desde Distritojazz a los
músicos que llevamos toda la vida en esto”, apunta irónico (un suponer) Jordi
Gardeñas Martínez. “¡Qué vergüenza de críticos, Dios mío!”.
Ignorantes,
soberbios, eunucos (sic)… los adjetivos no faltan cuando se trata del crítico de
jazz. Aún así, llama la atención la virulencia
de Marce Merino hacia el estamento crítico, con pocas excepciones. “En España no hay
críticos de jazz”, escribe, “el último merecedor de tal calificativo
desgraciadamente nos dejó hace unos meses” (5). El
amigo Marce ignora a quienes, sin ser Cifu ni pretenderlo, venimos desempeñando
el oficio desde tiempo inmemorial lo mejor que podemos (6).
Sobre Motis-Chamorro escribe: “Chamorro es
un grande, no lo conozco personalmente, ni a Andrea Motis tampoco, pero llevo
tocando esta música desde hace...aún no habían nacido los de Distritojazz y
éste fenómeno de la Motis y otros chavales solo tiene un nombre: trabajo y
respeto por la música”. Su fe
ciega en el buen hacer de la pareja se corresponde a la “indignación” (sic) que
le produce el texto de Jaun Ez: “hace bien poquito le pregunté a Cifu, ¿qué será
del jazz "no tocado" cuando tu no estés?”. Aquí tenéis la respuesta:
la atrevida ignorancia”; “¿qué es peor, la
ignorancia o la indiferencia?”, se pregunta Merino en otro de sus comentarios.
Y se responde: “ni lo sé ni me importa”.
Siguiendo con el asunto, Eva Dénia
introduce una nueva variante en la polémica cuando se refiere a los conocimientos
musicales exigibles o no a quien oficia como crítico musical: “para hablar de música
hay que ser músico. Y para hablar de jazz hay que saber mucha música. Díganme
qué formación tienen y qué instrumentos tocan, señores críticos”. Lo que
expresa Merino a su modo contundente: “de música, con todo el respeto: ni puta idea” (7).
Pongamos que sea así, y
deba exigirse un nivel de formación musical a todo aquel que pretenda escribir
sobre jazz. En ese caso, y por la misma razón, todo aquel que manifiesta su
opinión por escrito en público deberá hacer constar su condición de escritor o
periodista (lo que redundaría en la calidad de la información que se transmite
a través de Facebook, entre otras cosas) (8). ¿Absurdo?. Puede que no tanto.
Así las
cosas, me quedo con la ponderación y el buen gusto -algo que “siempre debe
exigirse”, en opinión del recordado Javier Krahe- que demuestran Pere Pons y Vicens
Martín en sus respectivos comentarios: “no seamos
prepotentes ni pensemos que somos la hostia, que a veces somos demasiado
autocomplaciente” (el segundo); “… admiramos (desde Cataluña) la ingente creatividad
y resistencia de la escena jazzística galega, el ímpetu de la nueva ola andaluza con los revulsivos
Aurignac, Oliver y Julián Sánchez al frente; la constancia y la vitalidad regeneradora
de los vientos de Levante (también Paissos Catalans), la lucha por subsistir de
la escena de Madrid y su capacidad para asimilar las tradiciones del latin y el flamenco…” (el primero).
Únase a ello el saludable sentido del humor que exhiben Pere Soto -¡cuánto
tiempo sin saber de él!- y Albert Bover, con su selección de títulos cinematográficos
y/o novelescos aplicables a la situación del jazz en Cataluña: “se abre el telón y se ve
tocando a un grupo de músicos de jazz catalanes. ¿Cómo se llama la película?
"La noche de los muertos vivientes"”.
Chema
García Martínez
Notas
(2) Curiosamente, el jazz catalán, en éste caso, viene
representado por un menorquín, un mallorquín, un francés y una italiana, lo que
da idea de la universalidad del jazz, pese a quién pese.
(3) Al respecto de la situación del músico en España y la consabida
falta de mercado léase: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/07/08/babelia/1436365819_883981.html
(4) Añádase a ello la polémica surgida en Facebook y
regiones limítrofes en torno a la idoneidad de los músicos elegidos para
acompañar al saxofonista Benny Golson en
su concierto de la sala Kursaal, todos ellos nacidos o residente en Cataluña (http://cultura.elpais.com/cultura/2015/07/25/actualidad/1437819663_788166.html)
(5) Por dónde,
el propio “Cifu”, con buen criterio, nunca se consideró a sí mismo un crítico,
ni un historiador. Su papel, en sus palabras, era el de “divulgador”; lo que me
consta por habérmelo participado el propio interesado en más de una ocasión.
(6) No están todos los que son, pero
sí son todos los que están: http://www.cuadernosdejazz.com/index.php?option=com_content&view=article&id=3293
(7) Permítase llamar la atención acerca de la incongruencia de
reunir en una misma frase las expresiones “con todo el respeto” y “ni puta idea”,
por cuanto el uso de la segunda excluye expresamente lo primero. Que donde hay
de lo uno, no puede haber de lo otro: o “respeto”, o “ni puta idea”, pero las
dos cosas juntas, como que no.
(7) “El que no sabe escribir”, apuntaba Florencio de Valeránica
finalizando el siglo décimo, “piensa que no cuesta nada, pero es un trabajo
ímprobo”. El asunto, acuciante como pocos, excede los límites de éste modesto “post”.