Y ahora, en español-castellano...
Kamasi Washington en el Teatro Municipal de
Rio de Janeiro
Terabytes de jazz
Kamasi Washinton (Los Angeles, 1981) ha
venido al mundo para rescatar el jazz del marasmo y a los señores del negocio
de la ruina (según la encuesta de Nielsen, el jazz vende menos discos que la
música para niños). Lo suyo viene a ser una reivindicación de la soberanía
norteamericana sobre el peñón del jazz, sabido es que en otros lugares del
mundo existe otro jazz autosuficiente/sustentable, pero eso los (norte)americanos
no lo saben, ni les interesa.
Kamasi tocó el pasado jueves en el
Teatro Municipal de Rio de Janeiro. Su primer concierto como solista en suelo
brasileño fue también el primero del ciclo “Jazz All Nights”, con el que se
pretende abastecer de jazz a una ciudad desesperadamente necesitada de ello. Hubiéranse
necesitado 5 Teatros Municipales para acoger la demanda de localidades.
Artista épico y prosopopéyico,
desmesurado y prolijo, K.W. vino a presentar su triple “The epic”, resultado de
un mes de trabajo en el estudio, a razón de 16 horas por día: “salimos de
aquellas sesiones con casi 3 terabytes de sonido” (equivalente a otros tantos billones de bytes).
Junto al saxofonista, lo que empezó
siendo un septeto y resultó ser un noneto, con la presencia no anunciada de un
trompetista y un percusionista, y un desiteto, palabra espantosa que algunos prefieren
sustituir por “doble quinteto”, una vez su sumó al asunto el propio padre del
artista, Ricky, o Rickey Washington (en esto, las Wikipedias no se pone de
acuerdo), saxofonista de oficio. Prisionera en una celda de plástico
translúcido a prueba de parásitos sonoros, la espigada Patrice Quinn puso su
voz (poquita) y su abrir y cerrar de manos en forma de loto. A su lado, el
orondo Battle Cat, en las labores que le son propias a todo DJ; detrás, 2 baterías de músculo y pelo en
pecho, valga la redundancia. Y, en medio, el líder, de sotana enlutada y melena
leonina. Y la cosa, que arranca de aquella manera apocalíptica y abrumadora,
wagneriana y paroxística. Música de pompa y circunstancia, con algo de litúrgica,
y de letárgica. La imaginación de K.W. está poblada de sueños homéricos que bien
pudieran venir de su pasión por el anime, o como resultado de una sobreexposición
a “Game of trons”, de dónde que cada solo suyo es una toma de la Bastilla, con
profusión de bramidos y sobreagudos a gusto del consumidor. Una vez concluido
el asunto, vuelve al redil, dócil como un corderito. No hay que ser muy perspicaz
para percibir que, bajo la sotana de Kamasi, existe una mano rectora que pone
orden y administra tiempos.
Luego, que K.W. no toca nada que no
haya sido tocado antes. Su música es, básicamente, retrospectiva y nostálgica, moderna,
o sea; funky y hasta horterilla. Trabaja duro para arrancar la ovación aunque
para ello tenga que recurrir a medios no del todo lícitos. En su aparatosidad,
la música de K.W. “se entiende”, y esa es, acaso, la mayor de sus virtudes, y
el mayor de sus defectos. El saxofonista toca mirando a la platea, así como
Miles Davis se situaba de espaldas al respetable; saque cada quién sus
conclusiones.
En su concierto del miércoles, no tocó
su arreglo del “Claro de luna”, de Debussy, ni “Cherokee”, pero sí “Henrietta,
our héroe”, dedicada a la abuela del artista. El público agradecido de por sí,
respondió con el entusiasmo que se le supone, salvo algunos aficionados añosos,
que aprovecharon para echarse una cabezadita en su butaca: la fiesta no iba con
ellos.
Lo importante: que con K.W., el jazz
ha dejado de ser la “mierda para estudiantes” de John Lennon para convertirse
en flor de juventud, divino tesoro: “no sé lo que significa la palabra “jazz”
en éste momento”, ha declarado el susodicho, “pero tengo que buscar mi propia
definición con las personas que están a mi alrededor”.
El mismo día del concierto, K.W. asistió
a la tradicional roda de samba en la Pedra do Sal y participó en una jam session con el panista João Donato. Se lo pasó en grande, Kamasi Washington en
Rio de Janeiro.
Chema García Martínez
(publicado en El País-Brasil, el domingo 9 de abril de 2017)