El cantante y guitarrista João Gilberto inhabilitado por sus hijos
La lenta agonía del “inventor de la bossa
nova”
La historia finaliza en el momento en que, Bebel Gilberto,
cantante y compositora, se presenta a las puertas del domicilio de su progenitor, el
también cantante y guitarrista, João Gilberto, acompañada de un funcionario judicial. En sus manos, la
notificación oficial de la sentencia por la que se le otorga el control de los
bienes y las cuentas del susodicho. Durante
2 horas, Bebel esperará a ser recibida por su padre, sin conseguirlo. Volverá al cabo de los días, con idéntico
resultado.
La
incapacitación de quien ha sido santo y seña de la música y la cultura brasileñas,
pone el punto final a un drama sórdido como pocos. Brasil, el mundo entero,
contiene la respiración. “¿Cómo hemos llegado a esto?”, se pregunta Marcelo,
dueño de un kiosco de prensa en un barrio del Sur de Rio de Janeiro. “Es como
si hubieran declarado loco a Pelé”.
Los orígenes del drama
Para
entender lo ocurrido, se hace necesario viajar lejos en el tiempo.
João Gilberto forma parte del núcleo fundacional de la bossa nova que cada
noche toma al asalto el apartamento de Danuza y Nara Leão, en Copacabana. “João Gilberto implicava quando ouvia
passarinhos cantando”, escribe la primera en sus memórias. “Passarinhos,
segundo ele, são, muito desafinados”. La anécdota muestra lo que, para algunos,
como Zuza Homem de Mello, cronista musical y amigo personal del cantor, es el
síntoma de un deseo por la perfección más allá de cualquier límite: “mi imagen de João
Gilberto es la de un quijote luchando por afinar un universo inevitablemente
desafinado”.
Poco después, el cantor conmocionaría el mundo de la música
con su interpretación de “Chega de saudade”, original de Antonio Carlos Jobim y Vinicius de Moraes, editada como “samba-canção”, y considerada
la primera interpretación de bossa nova de la historia. “Aquel disco cambió
la vida a varias generaciones”, recuerda Homem de Mello. “Sin él, no existirían
Caetano (Veloso), Gilberto (Gil) o Chico (Buarque)”.
De Rio de
Janeiro a Nueva York, la noche del 21 de noviembre
de 1962. La presentación en sociedad de la bossa nova ha reunido al
“todo Manhattan” en el Carnegie Hall neoyorquino. Minutos antes de salir a
escena, João
Gilberto entra en pánico. Su participación en el evento pende de un
hilo, o de una raya. La de su pantalón. Finalmente, todo quedará en un susto…
para la organización del evento.
Vendido en Brasil como referencia simbólica –“la música brasileña
conquista el mundo”- el concierto del Carnegie Hall fue un fracaso de dimensiones
colosales, lo que no impidió que algunos de los intervinientes –Mendes, Jobim,
el propio Gilberto- salieran del mismo con la decisión tomada de establecerse
en los Estados Unidos.
Un año más tarde, Gilberto, regresará a los estudios de grabación junto con su, por entonces,
esposa, la cantante Astrud Gilberto para un tête-à-tête con el saxofonista de jazz Stan Getz. El disco, conteniendo las interpretaciones canónicas
de “Corcovado” y “Garota de Ipanema”, sacudirá los cimientos de un mercado
dominado por la beatlemanía, no importa que Astrud Gilberto no fuera, exactamente,
la mejor cantante del mundo. El pianista Chick Corea pasaría a formar parte del
cuarteto de Stan Getz al poco tiempo: “de algún modo, el éxito del disco fue
una maldición para sus 2 protagonistas”.
Getz, al que la bossa nova convirtió en el músico de jazz mejor
pagado de la historia, invertirá lo ganado en la compra de una mansión en un barrio
distinguido de Nueva York, a la que prenderá fuego en una noche de vino
y algo más que rosas; por el mismo precio, vivirá un sonado romance
extraconyugal con la señora de Gilberto, y seguirá recibiendo sustanciosos royalties
a cuenta de sus interpretaciones de bossa nova. Con una particularidad: el
saxofonista, que muy pronto eliminaría cualquier referencia a la bossa nova en
su repertorio, detestaba el género.
Coincidiendo con la edición de “Getz/Gilberto”, João Gilberto
va a reclamar ante la justicia su derecho a recuperar la propiedad de las matices
originales de sus 3 primeros discos que su antigua compañía discográfica,
Odeón, retiene para sí.
El cantor se dice víctima de una conspiración internacional a cuyo frente se
halla la reina de Inglaterra. La batalla no ha hecho sino empezar.
De gira
Septiembre de 2003. Cláudia Faissol, miembro de la jet carioca sin
oficio conocido, solicita autorización del artista para acompañarle en su gira
por Japón y rodar un documental de la misma. Por dónde, regresaría de Japón con
un hijo del artista en sus entrañas y sin film, que se sepa.
El círculo de allegados del artista distingue un antes y un después de Cláudia
Faissol en la vida de JG. No para bien, precisamente. “De la noche a la mañana,
el trato con João se torno insoportable”, recuerda Homem de Mello. “Parecía que
todo le incomodaba, el negocio, el público… cualquier cosa, el menor ruido, le
sacaba de quicio.”
Resulta difícil establecer en qué momento las salidas de
tono, las extravagancias, pasaron a ser el síntoma de lo que terminó
siendo diagnosticado como un “trastorno obsesivo-compulsivo”… “pero también es cierto que son
muy pocos los que, a lo largo de éste tiempo, han tratado de entender a João. Él es un
artista, como lo era Thelonious Monk, a quién también llamaron loco… pero los
artistas no están interesados en la vida como nosotros. Para ellos, todo
lo que no sea arte carece de importancia” (Homem de Mello).
El comportamiento imprevisible de Gilberto dentro y fuera del
escenario hará que su prestigio profesional se resienta. Consecuencia de
ello, los más importantes agentes internacionales tachan su nombre de los books. Para ellos, João Gilberto es un
capítulo cerrado. Es así que el guitarrista y cantante no actúa en público desde 2008.
Será Cláudia Faissol quien venga a sacar al maestro de su
ostracismo, con una gira de alto standing
por 5 ciudades de Brasil con la que se pretende celebrar sus 80 años. La expectación generada supera todo lo
previsible. A cambio de su participación, el artista va a recibir 1 millón de reales como adelanto sobre los
ingresos de taquilla. João Gilberto ha cambiado, se asegura…
Días después de anunciada la gira, la empresa organizadora, Maurício Pessoa Produções, anuncia la cancelación de la misma por “problemas de
salud” que no se especifican. Tras reclamar en vano al artista la devolución
del dinero adelantado, Pessoa recurrirá a los tribunales obteniendo de los
mismos una sentencia favorable a sus intereses. Con él, los varios empresarios
locales a quienes la cancelación de la gira ha llevado a la quiebra. Muy en su
papel, Faissol acusa a las autoridades de la nación de inacción, al haber
dejado sin atender un “bien inmaterial de la cultura brasileña y mundial”. Homem de Mello lo ve claro: “fue en ese preciso momento
cuando percibí nítidamente que el asunto ya no tenía vuelta atrás”.
A fecha de hoy, Mauricio Pessoa sigue esperando a que el dinero
adelantado le sea devuelto.
Los años obscuros
Apesadumbrado, Gilberto contempla como su patrimonio musical es manipulado
por compañías discográficas de todo el mundo en forma de reediciones poco
escrupulosas. Ya no es sólo la reina de Inglaterra: es el universo en su
conjunto que conspira contra él. Todos, menos Cláudia Faissol, su compañera sentimental a cuyo cargo
se encuentran ahora las finanzas del artista. Faissol convencerá al susodicho
para dejar su pleito con Odeon, ahora Emi-Odeon, en manos del banco Opportunity,
propiedad del polémico Daniel Dantas. Por medio
del acuerdo firmado entre el artista y la institución financiera, el primero va
a vender a la misma el 60% de los derechos autorales sobre sus 3 primeros
discos, y ésta va a tomar para sí la disputa judicial que se arrastra
por más de 20 años. A cambio, el artista percibirá
un adelanto de 5 millones de reales sobre un total de cerca de 200 millones
que, se calcula, podrían corresponderle caso de sentencia a su favor, descontando
la sustanciosa comisión que, supuestamente, se ha reservado Faissol para sí
misma. La nueva estrategia va a dar sus frutos.
En 2013, le
es concedido al artista el derecho de uso de los
masters originales de sus 3 primeros
discos, aún cuando la propiedad de
los mismos continúa siendo de la grabadora. En las oficinas de Opportunity se relamen
ante la perspectiva de una campaña publicitaria por tv al máximo nivel. Sólo
falta un último detalle: Gilberto
debe dar su autorización a la remasterización de los mismos llevada a cabo por
un equipo de expertos.
Una foto filtrada a los medios, muestra al artista en su suite del hotel
Copacabana Palace atendiendo el interfono en pijama de rayas. Gilberto, se
dice, apenas viste otra ropa que esa. Apenas unos cuantos miembros de su
entorno más cercano tienen acceso a su sancta sanctórum. La comida le es depositada por un camarero a
las puertas de la habitación. No
concede entrevistas, no habla con nadie, no permite ser visto por nadie. Se
rumorea que pasa el tiempo dedicado a repasar
obsesivamente los masters de sus primeros
discos… los abogados del cantor advierten: se hace necesario que retome su
actividad pública para aligerar el déficit de sus finanzas. Desde Opportunity,
se sigue a la espera el visto bueno del artista para liberar sus grabaciones
con fines publicitarios, “lo que también es un asunto de su interés”, insisten.
Pero incluso los hijos del artista, tan reacios a nada que tenga que ver con su
nueva compañera sentimental, instan al artista a dar su brazo a torcer... la
respuesta, en todos los casos, es la misma: nada.
Ante la realidad de los hechos, Opportunity decide cortar el alquiler
del ático estudio de grabación que ha alquilado para el artista. Fuentes de la
discográfica aprovechan la coyuntura para exponer su punto de vista: ni João Gilberto es el gran
vendedor de discos que se supone, ni existe incumplimiento por su parte: “el
dinero por los discos siempre ha estado a
disposición del artista, sólo que él no acudía a retirarlo”.
Gilberto ha
pasado a vivir en un apart-hotel, en el barrio carioca de Leblon. La misteriosa
desaparición de diversos objetos valiosos en su apartamento del artista, da pié
a un nuevo cruce de acusaciones entre las partes en litigio. Faissol responde a
las críticas: fue ella la que puso a la policía sobre aviso. Ambas partes dicen
actuar movidas por la preocupación por el estado físico y financiero del
artista. La opinión pública sigue sin saber a qué carta quedarse…
Apartadas
sus diferencias, los hijos del
artista encargan una investigación del estado de las finanzas de su progenitor.
El resultado es un Himalaya de pendencias, reclamaciones por impago, incomparecencias
en juicio y hasta 3 órdenes de desahucio. En total, Gilberto adeuda 160.000
reales, sin contar los 1.5 millones r
como consecuencia de los conciertos no realizados. La opinión pública busca
respuestas: no se entiende cómo Gilberto ha
podido dilapidar una fortuna que ni siquiera consta haya llegado a sus manos
realmente.
Mayo de
2017. Un grupo de bomberos irrumpe en el apartamento del artista ante la falta
de noticias por su parte. En pocos días, Gilberto debería viajar a los Estados
Unidos para recibir el título de Doctor Honoris Causa en Música por la Universidad
de Columbia (lo acabaría recibiendo su hija menor, Luisa, en su nombre). João
Marcelo, que ha acudido al lugar de los hechos, encuentra a su
progenitor “violado emocionalmente” y “visualmente agitado”.
La prensa sensacionalista
publicará una última foto del artista en su apartamento, acompañado por su hija
Bebel, “cuando todavía le abría la puerta”, se aclara en el reportaje. El cantor, visiblemente avejentado, esboza algo
parecido a una sonrisa. “Éste es el
retrato de un futuro cadáver”, sentencia Homem de Mello.
El diario Folha
de São Paulo, en su edición del 18 de noviembre de 2017, anunciaba la incapacitación
judicial del artista, cuyas cuentas han pasado a ser administradas de facto por
su hija, Bebel, a la espera de la comunicación de la sentencia al afectado. Mientras
tanto, Opportunity y Emi-Odeon afirman
haber obtenido “triunfos significativos” en el litigio que enfrenta a las 2
entidades. Por dónde, Cláudia Faissol , hasta ahora aliada de Dantas-Opportunity,
ha pasado a criticar las actuaciones de la entidad bancaria en el proceso. Un
asunto del que parecen haberse desentendido Bebel y João Marcelo, tanto como el propio João Gilberto. Encerrado en su apartamento del
barrio de Leblon, con la única compañía de la luso-mozambiqueña Maria do Céu
Harris, el “inventor de la bossa nova” espera un milagro. La vida sigue.
Chema García Martínez
Los actores del drama
João
Gilberto Prado Pereira de Oliveira, guitarrista y
cantante, 86 años.
João Marcelo Gilberto, productor musical, 56 años. Hijo
de João y Astrud Gilberto.
Bebel Gilberto, cantante, 51 años. Hija de João Miúcha.
Cláudia Faissol, empresaria, 45 años. Madre de
Luisa Carolina Faissol Gilberto de Oliveira, de 13 años.
Maria
do Céu Harris, portuguesa,
de origen mozambiqueño, 52 años. Actualmente, comparte piso con el artista.
Daniel Valente Dantas, empresario, 63 años.
En portugués:
Farolito
Fue en
pleno boom de la movida madrileña. João Gilberto vino para actuar en el cuartel
del Conde Duque. El “tout Madrid” estaba ahí. Yo estaba con João en el
camerino, él venga a cantar con su maravillosa dulzura, y yo sintiéndome en el
cielo, cuando nos avisan de que es hora de salir a escena. Entonces, me dice:
“quiero que escuches una canción que he preparado en español”. Y comienza a
cantarme Falorito”, de Agustin Lara, al oído: “farolito que alumbras apenas mi
calle desierta...” y yo, derretido de emoción.
Cuando termina, le comento que
su dicción es perfecta; “el público te va a agradecer muchísimo el detalle”, le
digo. Y él me insiste: “¿pero lo digo todo bien?, ¿también esta parte?...”, y
me vuelve a cantar “cuántas noches me has visto llorando llamar a su puerta sin
llevarle más que una canción...” estaba preocupado con las zetas. Yo le decía:
“de verdad, João, está perfecto”; y él me insistía: “¿pero estás seguro?”. Y
volvía: ”farolito que alumbras apenas mi calle...”, y yo le volvía a decir que
su versión era perfecta, “pero vamos ya al escenario, por favor”, y él me
volvía a cantar la canción cada vez más al oído… yo estaba empezando a ponerme
nervioso, pero no había modo de convencerle, una y otra vez me cantaba
“Farolito”, y el público, que comienza a impacientarse, los primeros gritos, silbidos....
Había pasado media hora y me había cantado más de diez veces “Farolito”… vino
el regidor, los de Seguridad, los del Ayuntamiento, y hasta Almodóvar, que estaba entre el público. Le pedí
que dijera 4 palabras para calmar a la gente y lo único que conseguimos es que
le silbaran a él también. Total, que cuando conseguí llevar a João al
escenario, había pasado más de una hora. Y cuando creí que estaba todo resuelto,
resultó que aún faltaba una cosa: el apoyo para el pie derecho. Como
me dijo: “no país da violão, João Gilberto não poderia cantar sem “acelerador”.
Finalmente, el concierto
fue un éxito monumental… incluyendo la versión de “Farolito”.
Javier Estrella,
fundador del festival de Jazz de Madrid