miércoles, 16 de diciembre de 2009

Verdades y mentiras sobre el "caso Sigüenza":punto final.

Bye, bye, Larry
foto: J. M. García Martínez

Ya lo echaba en falta. Tras la calma, si es que puede hablarse de tal hablando del tema de que se habla (“Sigüenza, el espectador alérgico a la música contemporánea y el guardia civil experto en jazz”), ha venido la tormenta; no puedo decir que no me lo esperara. Finalmente, el “caso Sigüenza” ha entrado en una nueva fase de las descalificaciones que llevan al insulto y terminan arrojándole a uno catedrales a la nariz. Tendré que ir con cuidado.

Hasta donde se me alcanza, la cosa arrancó el pasado domingo, con ocasión de una emisión radiofónica que dedicó un colega a glosar en términos no exactamente elogiosos mi artículo "Un espectador denuncia a un músico de jazz por no tocar jazz" (véase entrada correspondiente al miércoles 9 de diciembre). Aclaro: no la he escuchado, ni ganas. Lo que sé, me ha llegado por las llamadas y los correos que me han remitido quienes sí son mis amigos, y algunos que no. Uno de ellos tomó al susodicho por empleado del Ayuntamiento de Sigüenza (sic). Otro se pregunta cómo es posible que algo “que más pareció un ajuste de cuentas” venga amparado por una emisora pública y por boca de alguien cuyo sueldo pagamos todos. Casi ninguno entendió a cuento de qué vino todo aquello.

Ocurre que ese mismo que hablaba tuvo a bien publicar días más tarde en el periódico en el que colabora, un escrito de título pomposo: “La verdad sobre el caso Sigüenza”. Nada menos. Y si notable es el título, nada se diga del encabezamiento que parece sacado de un “comunicado oficial” después de un Consejo de Ministros o cosa parecida: “ni el leve incidente engordado por un periodista ha logrado empañar su éxito”. Uno se pregunta quién ha dicho que se haya empañado y dónde y qué intereses mueven a quien, sin que nadie se lo pida, asume el papel de “salvapatrias” (palabra que no existe “but I like it”) y proclama su “adhesión inquebrantable” a alguna causa que él debe saber cuál es.

La cosa, que el susodicho cree necesario salir en defensa de una iniciativa que no necesita ser defendida de nada ni de nadie; ni lo ocurrido tiene que ver con la organización del evento ni nadie ha arremetido contra nadie que no sea el propio denunciante y quienes acudieron en su auxilio, los guardias civiles, o sea. Siendo así que el artículo alienta los bajos instintos de algunos, convirtiendo en víctimas a quienes no lo son y promoviendo el enfrentamiento (entre compañeros de profesión y entre estos y la organización del festival) donde no debiera haberlo.

Refiriéndose a mi escrito del martes, habla de una “crónica con escaso relato puntual de los hechos y vocabulario de grueso calibre y en nada ajustado a realidad” y “chascarrillos mal explicados una crónica que ha conducido a todo equívoco”. Me remito en este punto a lo aportado por un querido colega cuyo nombre omitiré:

Sinceramente me temo que XXXX (aquí, el nombre del periodista) equivoca la dirección del disparo... es muy fácil sacar de contexto las frases de una crónica que, en mi opinión, no era más que el relato irónico de una situación surrealista... ¿Qué es lo que le molesta al crítico de XXXX (aquí, el nombre del periódico)? ¿Que la noticia de una anécdota se haya hecho grande o que su periódico no haya publicado nada sobre el festival hasta que la noticia de otro medio adquiere dimensión?.

Otra es la insistencia del susodicho crítico en resaltar la levedad del incidente que uno ha “engordado”, según dice. De leve, nada. Lo ocurrido el pasado lunes 7 de diciembre cobra una importancia trascendental que a nadie se le escapa, salvo a él.

Un incidente así es materia fértil para la reflexión y el debate más necesario que nunca en tiempos como los presentes. Para llegar a ello es menester llegarse a una lectura inteligente de lo acontecido, lo que uno ha podido encontrar en las charlas de café que ha mantenido con los muy respetables Agustí Fernández y Ramón López, un ejemplo. En ninguno de estos casos ni en las crónicas que se han sucedido, ha salido mal parado el nombre de Sigüenza ni el de su Festival de Jazz, más bien lo contrario. Si acaso, el fenómeno mediático originado tras el “leve incidente” constituye una oportunidad que, debidamente encauzada, beneficiará a los promotores del asunto de un modo que ni el autor del texto que se comenta ni servidor hubiéramos podido alcanzar escribiendo un millón de crónicas.

Por si alguien se lo pregunta quede claro que, a mí, estas cosas no me dan de comer. Es más, mi nombre ha desaparecido en la mayoría de los comentarios sobre el tema que se han publicado partiendo de lo que escribí, lo que, francamente, ni me va ni me viene. Si me van y me vienen, en cambio, los “daños colaterales” que la doble intervención de mi colega ha podido provocar. Casualidad o no, apenas unos minutos después del referido mitin radiofónico, servidor recibió un mensaje electrónico amparado en el más alevoso de los anonimatos, conteniendo un amplio surtido de insultos y acusaciones de grueso calibre y dudoso gusto. Lo diré en una palabra: paso. En estos momentos, solo aspiro a que vuelva la paz a mi espíritu y mi vida recobre su pulso normal, que es muy poco normal, y concentrarme en lo que verdaderamente importa: mi inminente estreno como abuelo.

Os deseo feliz Navidad a todos y muy particularmente a quien ha provocado con su intervención está contrarréplica con la que pretendo despedir un tema que viene copando desde hace demasiado tiempo el espacio de este blog.

Chema

9 comentarios:

  1. Podría decir muchas, no pretendo defender a nadie... Partiendo de que todos nos equivocamos: es triste ver que por ello "compañeros" se te echen al cuello, y que conste que no me hizo mucho gracia el ver la "noticia" y no la crónica del festival hace unos dias...

    Ezequiel

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  2. coincido plenamente contigo. Por lo demás, todo lo que tenía que decir, ya lo he dicho. Muchas gracias por tu comentario

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  3. ¡Oh! Hermosa fotografía de tono crepuscular.

    Creo que el problema, al final del todo, es que pasaste demasiadas horas con Larry. Y no es nada bueno exponerse tantas horas continuadas a la mente perturbada de un músico contemporáneo... o sea, de hoy.

    Salud...

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  4. va a ser eso, mentes perturbadas, espíritus torcidos, !ah, si John Pinone levantara la cabeza!

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  5. "¿Punto y final?" Claro ahora que conocemos las otras versiones y a ti no te conviene lo que se dice, quieres ponerle punto y final.
    Menudo cobarde...

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  6. Hola Valiente,

    Veo que sigues empeñado en tu guerra contra mi humilde persona, que has extendido a otros medios en los que exhibes similar arrojo y valentía insultando y escondiendo la mano en el anonimato.

    Lo que mis colegas hagan con tus tan entretenidas misivas, aparte de alucinar, es cosa de ellos. Por lo que me toca, te lo voy a explicar en pocas palabras: esta es mi casa y abro la puerta a quien yo quiero. Si no publiqué tu anterior delirio es porque no me dio la gana, y si me he decidido a sacar a la luz esta perla, es para que los lectores de este blog puedan apreciar la calidad del lenguaje cervantino que utilizas y la solidez y el peso de tu argumentación, por más que no tenga comparación este mensaje con el anterior, que censuré.

    No voy a calificar tu comportamiento ni a dedicarte epíteto alguno que pueda compararse a los que empleas conmigo. Si acaso puedo llamarte aburrido y bastante pelma. Entiende que estoy tratando de mantener la calma, sin embargo, todo tiene un límite, tómalo como mejor te plazca. Puedo ser muy malo: puedo publicar la “versión” de los hechos que me enviaste, por llamarla de algún modo. Tentado estoy de hacerlo…

    A mi edad, uno no tiene mucho tiempo que perder y este Waterloo que te has montado me parece una fruslería propia de quien no tiene cosa mejor que hacer. Como que me da una pereza terrible todo esto: ni me interesa el tema ni me interesas tú y me importan un bledo tus motivaciones. He metido la pata lo suficiente en el pasado como para enredarme en otra discusión con quien no quiere discutir y exhibe una capacidad de análisis tan alarmantemente limitada, por decirlo finamente. Además, estoy próximo a tener mi primera nieta, Amelia, y eso sí es importante.

    Luego, que todo lo que tengo que decir sobre el “asunto Sigüenza”, ya lo he dicho. Si quieres entenderlo, y estás en condiciones de hacerlo, que ya lo dudo, bien; y si no, es tu problema. También es casualidad que, pasado el tiempo, incluso aquellos a los que tú y el autor de la otra “versión divergente” os empeñáis en colocar en el hipotético “pelotón de los condenados” se hayan dirigió a mí en unos términos absolutamente razonables que te/os sorprenderían y no puedo reproducir, por tratarse de un intercambio de mensajes confidenciales; ya me gustaría poder hacerlo.

    Y otra cosa: sé perfectamente quién eres. Lo digo para que te sientas libre de despojarte de la máscara, a ver si vas a toparte con un guardia civil experto en jazz y te toma por lo que no eres.

    Te deseo lo mejor.

    “Triste es no tener amigos, pero más triste debe ser no tener enemigos” (José Martí)

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  7. Hola, Chema. Acabo de leer tu comentario sobre el festival de jazz de Sigüenza, estoy trando de enterarme un poco de qué va la música de Ochs, y me gustaría saber algo más sobre eso que llamas "vanguardia estilo west coast". Si es un movimiento o algo así, cuáles son sus características, los músicos de esa corriente, etc. Gracias ¡y feliz navidad!

    Ana

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  8. Hola Ana

    se trata más bien de una precisión puramente geográfica que tiene que ver con la tendencia que tenemos los aficionados de considerar la vanguardia (valga lo relativo del término) como un fenómeno localizado en las ciudadades del Este de los EU donde (más o menos) se originó el "free jazz", NY y Chicago, principalmente. Sin embargo, existe una escena vanguardista en la WC, donde viven Larry Ochs y Wadada leo Smith, a quien pudimos escuchar hace nada en el Johnny.

    Feliz navidad a tí también

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  9. Aquí lo más importante fue la carrillada que nos tomamos en el Asador de Sigüenza. Y el vino con el que regamos tan exquisito manjar. Eso es lo que envidian los especuladores.
    Hablemos de jazz (o de otra cosa, por favor.
    Un abrazo,
    Martí.

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