Mi ventana da a un patio de colegio. Desde ella veo a los niños durante el recreo, un espectáculo enternecedor al que me entrego en la medida en que me lo permiten mis obligaciones. Hay uno en particular que me llama la atención. Bajito, tirando a enjuto, el pelo negro y corto, pantalones por la rodilla, babi color indefinido a rayas, gran aficionado al futbol. No bien llega la pelota a sus pies está por los suelos retorciéndose de dolor mientras sus compañeros de juego discuten si penalti o libre indirecto. En el 95% de los casos finge. Los cuidadores lo saben y ni se le acercan. Me los imagino sentados delante de los padres de la criatura, “el niño sólo hace lo que ve en la televisión”.
Cuando yo era niño, había un futbolista del Celtic, Johnston, con la capacidad de desvanecerse como un cisne herido por el rayo al menor contacto con el defensa contrario. Casi siempre engañaba al árbitro y conseguía de éste que le pintara a su favor. Aquello era algo digno de verse. Entonces, yo quería ser futbolista (luego de boxeador, cura, taxista y espía internacional). Pensando en mi porvenir, mis padres me convencieron de la necesidad imperiosa de sacar buenas notas en matemáticas como condición indispensable para triunfar en el futbol; y que, en realidad, los futbolistas eran verdaderas enciclopedias vivientes, y se hallaban dotados con los más amplios conocimientos en las diversas ramas del saber, y por eso es que habían llegado allí. Yo me los imaginaba sobre un césped dividido en cuadrículas, circunferencias y triángulos escalenos calculando el pase al compañero según la fórmula P² = + [a1.an] / 4´75<⅛. Ahí es cuando supe que nunca sería futbolista (ni matemático).
Hace un par de días escuché al mejor futbolista de la historia en conferencia de prensa, tratando afanosa e infructuosamente de articular 2 palabras seguidas en torno al tema ciertamente trascendental: “quién es más importante, el entrenador o yo”.
¿Por qué me mentisteis, padres?.
Chema García Martínez
Este tipo además es humilde y modoso, inusual en estos tiempos y aun más en el mundo en el que se maneja.
ResponderEliminarBueno, no era esa exactamente la idea pero, sí, supongo que tienes razón. Abrazo.
ResponderEliminarMe refería a que Messi, con toda su incultura, aún parece medio normal comparado con la estulticia de la mayoría de futbolistas y personajes relacionados con ese mundillo.
ResponderEliminar¿Medio normal?... hombre, no sé... lo que sí te digo es que no todos los futbolistas son como dices, los hay con una vida privada apasionante que va más allá del campo de fútbol.
ResponderEliminarAupa Athletic y aupa Manchester por ofrecer lo que hay que ofrecer en el campo: buen fútbol
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