viernes, 29 de mayo de 2009
citas célebres: Luciana Souza
martes, 26 de mayo de 2009
citas célebres: Carla Bley
jueves, 21 de mayo de 2009
citas célebres: Jean Renoir
martes, 19 de mayo de 2009
José Antonio Galicia: el jazz tiene un olor especial
Artista es el que hace lo que no sabe. El que hace lo que sabe hacer, está perdiendo el tiempo. Lo que se sabe hacer ya está hecho.
(Eduardo Chillida)
7 septiembre 2003: el adiós. “Gali” toca por última vez sobre un escenario, en Soto del Real. Acaba de recibir el homenaje de la profesión y, cinco días después, se presenta junto con su grupo de los últimos años para un concierto breve de extraña belleza y que, como siempre en su caso, nunca se parece a nada anterior y que siempre nos resulta tan heterodoxo como cercano (José Manuel Gómez). La “Crítica Joven” –Gómez & García Martínez-, reunida al cabo de los años, presenta el acto.
28 septiembre 2003: “Gali ha muerto”. La voz del amigo a quien se ha encargado de transmitir la noticia: “Gali” ha muerto de madrugada en la casa del cómico Juan Luis Cano, en Ibiza. Ahora entendemos que ha ido a bienmorirse sin nadie a su alrededor. Después de mucho tiempo, llueve sobre Madrid.
CUADERNOS DE JAZZ: se dice que es Vd. ahora más cantante que batería.
JOSÉ ANTONIO GALICIA: no, en absoluto. Yo me limito a soltar la voz para que me salga lo que sea. Canto sobre temas de estructura libre, no hay letra ni canciones propiamente dichas.
CdeJ: ¿podría decirse que, como cantante, es Vd. de la “escuela espontánea” de Juan José González, figura legendaria que tantas noches de gloria ha proporcionado a la música de jazz en Madrid? (1).
JAG: Juanjo es acojonante. Le recuerdo en una jam session en San Sebastián, en los primeros ochenta. Había cinco saxofonistas tocando free jazz, él se metió en medio, empezó a tirarse de la vena y los calló, el tío. Yo veía todo aquello y me preguntaba: “éste, ¿cómo puede ser tan bruto?”, dicho sea con el mayor respeto. Luego, le invité a cantar conmigo formalmente ante doce mil personas en el Palacio de los Deportes de Madrid. Le dije, “a mí no me hace falta que te metas sin decírmelo, así que te lo digo yo de entrada”. Y el tío montó la de Dios, como era su costumbre.
CdeJ: tiempos en los que existía una querencia hacia lo inesperado, el jazz como el sonido de la sorpresa...
JAG: ahora parece que hay un exceso de autocrítica, “no hagas esto porque no está bien”... hoy en día, a la gente no le gusta lo inesperado, no sé por qué razón, cuando ahí está verdaderamente lo que importa. En las cosas que no están previstas es donde siempre surge algo, un motivo para aprender, lo que sea. En esa época, todo esto lo teníamos muy vivo, primero, porque éramos más jovencitos y teníamos muchas ganas y, luego, porque la ignorancia también es un grado. La ignorancia te lleva a hacer cosas que, cuando conoces más, no harías ni loco.
CdeJ: nos aburríamos bastante menos.
JAG: es que ya te ocupabas de no dejar ningún espacio para el aburrimiento.
CdeJ: ahora, ¿se aburre?.
JAG: sigo igual que siempre a base de poner mucho cuidado con el repertorio. En ese sentido, me ayuda mucho cambiar de temas. El repertorio hay que cambiarlo cada dos o tres meses.
CdeJ: con su música surge siempre el conflicto de su denominación: ¿es jazz, flamenco, flamenco-jazz o ninguna de esas tres cosas?.
JAG: utilizo la forma jazzística para interpretar pero también tiro del flamenco y de otras músicas que son parecidas en cuanto a sus estructuras. Sobre todo, lo que me interesa es que la música sea lo más libre posible. En eso estoy, y no es fácil, te tienes que agarrar a lo que sea, incluso a lo clásico, hasta que, de repente, en una actuación, se rompe el hielo y llegas a lo que quieres.
CdeJ: y ¿qué es eso que quiere?.
JAG: lo que quiero es tener la posibilidad de expresarme en cualquier camino o registro musical; es decir, que si hacemos algo muy aflamencado puedas decir “!ole!, eso es puro”; y que, cuando la gente esté en eso, en lo “puro”, nosotros ya nos hallamos ido por otro callejón y podamos estar tocando música arábiga o hindú y sentirnos igualmente cómodos.
CdeJ: o sea, que está hablando de...
JAG: de música libre.
CdeJ: ... e improvisada.
JAG: sí, estoy hablando de "free jazz" pero poniéndole unos acordes flamencos y unos ritmos determinados. Pero, en esencia, estoy hablando de free jazz, o sea, de música libre, de poder hacer con todo lo que me gusta una mezcolanza y sentirme libre, de no sentirme atado porque no sepa hacer una cosa.
CdeJ: de nuevo, la creación como el viaje a lo desconocido.
JAG: no hay nada como la experiencia de sentarte detrás de la batería y a lo que salga, que estés en algo y, de repente, se interfiera el “tocaor” cambiándote el rumbo y tú te preguntes: “y, ahora, ¿qué hago?, ¿cómo me lo como?”: eso se come gracias a que hay unas normas, pasa con el flamenco como con el jazz. Una institución como la jam session funciona porque todos los jazzistas conocemos los sitios concretos en los que podemos meternos, puede ser en el puente o en el final de un coro; y, a la hora de irse, se puede hacer donde a uno le dé la gana pero lo lógico es hacerlo en un momento de conclusión, en un remate, para dejar sitio a un nuevo instrumento. Esas son normas que los jazzistas nos sabemos y en el flamenco hay “mogolllón” de cosas parecidas. Después de un remate (2), lo normal es que el “cantaor” se sosiegue y se disponga a escuchar a la guitarra, y de esa escucha igual le nace una nueva idea, puede ser que de repente recuerde una letra y la aplique al tema y puede que, con ello, coja fuerzas para estarse otra media hora cantando. Y tú estás, ahí en medio, sin enterarte de dónde viene todo aquello, pero es la propia música la que va proporcionando esos márgenes. Al final, las fórmulas del flamenco y del jazz son muy parecidas, así que es lógico que funcionen juntas perfectamente. Piensa en Miles Davis y en todos los que han conocido el flamenco, ninguno ha pasado de largo. La soleá por bulerías de Miles, eso es acojonante de bonito.
CdeJ: sin embargo, cuando se editó “Sketches of Spain”, abundaron las críticas.
JAG. Lo que ocurre con Miles y con los músicos de fuera es que ellos, lógicamente, no pueden distinguir los palos, algunos habrá que sí, pero la mayoría, no. Lo que sí distinguen es el alma. Coge por ejemplo la versión de Miles de “El Vito”, que es una melodía muy popular, prototípica. Sin embargo, lo que Miles hizo con ella no era ya normal. Le añadió un ritmo determinado, la dio la vuelta la melodía, le sacó todo el alma, y podía hacer todo eso porque era un maestro y sabía donde radicaba el alma de la música y cómo poner su propia alma a lo que interpretaba. Pero, claro, él era un genio.
CdeJ: las críticas más bien fueron dirigidas a su colaborador, Gil Evans.
JAG: pero es lógico. Recuerdo, por ej., los primeros temas que hizo Chick Corea relacionados con el flamenco, como “Spain”: eran un puro tópico. Y, ahora, hay que verle cómo está tocando por bulerías. Y es porque ha tocado con Paco (de Lucía) y ha aprendido todo lo que hay que saber, digamos que se ha convertido en un maestro, además de que le gusta mezclar las cosas, como a mí. Con lo que, al final, ya no hay quien le ponga la mano encima.
Cdj: ¿se imagina a sí mismo, en este momento, tocando jazz?.
JAG: Es que lo hago. Lo que pasa es que, ahora, si tocas jazz de verdad, solo puedes dedicarte a eso porque, de otro modo, no aportas nada. La esencia del jazz es muy exigente, requiere toda la atención. El jazz tiene un olor especial, un algo que solo se consigue si estás tocándolo todas las noches. Eso es lo que no hago ahora, pero sí toco de vez en cuando y ni te imaginas la alegría cuando me llama alguien como Pedro Sarmiento o Pedro Ruy-Blas para acompañarles. El último fue Paul Stocker, otro tipo fantástico, que estaba en Valencia. Es algo que no te esperas y, de repente, me pongo nerviosísimo, y me veo en el escenario, “y esto, ¿qué es?”, hasta que, de repente, me encuentro acompañando una balada con las escobillas y pienso, “!pero si esto es lo más hermoso que hay en la vida!”. Solo cuando todo ha acabado vuelvo a ser consciente de que ya no estoy en ello.
Cdj: ¿y le duele no estarlo?
Jag: me duele.
Cdj: si en este momento se decidiera por el jazz “full time” se encontraría con músicos como Antonio Serrano, Albert Sanz o Marc Miralta, por decir algunos. ¿No le dan un poco de miedo los nuevos, cómo vienen?.
Jag: es verdad que vienen fortísimo pero no me dan miedo. Mas bien, me lo paso muy bien escuchándolos.
Cdj: nada que ver los comienzos de los nuevos “jazzmen” con los suyos. Vd. es, podría decirse, un músico autodidacta de la vieja escuela. Y, además, de Vallecas.
Jag: no nací en Vallecas aunque sí me vine muy jovencito. Lo que sí es verdad es que empecé a los quince años en el clásico grupo de barrio, en Entrevías. Ya sabes: unos amigos que se compran unas guitarritas, que empiezan a montar algunos temas de grupos conocidos, en aquella época estaban los Shadows y, poquito a poco, aquello que empieza a sonar. Al mismo tiempo, estudiaba y trabajaba de delineante, solo que la música la llevaba pegada a mí las 24 horas. Con el tiempo entré en un grupo de rock muy heavy que tocaban en el barrio de Quintana. Con ellos me vi pegando unos palazos brutales a la batería y completamente metido en el mundo de la música. Pero lo que me dio un palo gordísimo fue la primera vez que escuché a Sergio Mendes. De repente, alguien me decía, “!párate un poco!”. Descubrí que la música es también silencio, sosiego, matiz...
Cdj: abandonó el "heavy" y ahora se da cuenta del error: los batería de rock ligan más que los de jazz.
Jag: no crea. Los bateristas nunca ligamos, estemos donde estemos (risas). El caso es que el palo fue tan fuerte que tuve que dejar el trabajo y me metí en una orquesta y empecé a ir por los pueblos. Por fin, me sentía músico de verdad, era feliz, tenía 17 o 18 años y todo sucedía de un modo muy rápido. No podía imaginarme que, a los 23, estaría tocando con Tete (Montoliu) y que me iba a tirar casi dos años acompañándole en el Balboa Jazz, primero con Enrique Ponsá y luego con Dave Thomas, al contrabajo.
Cdj: recuerdo con estremecimiento mi estreno como entrevistador con Tete. Puedo imaginarme que a un músico novato como Vd, no le pondría las cosas fáciles.
Jag: lo que ocurría es que, entre que yo todavía no andaba muy hábil tocando, y que Tete y Enrique hablaban en catalán, el caso es que no me enteraba de nada, !qué palizas me daban esos dos con el fútbol!. Y el Tete, que no hacía mas que mandarme callar. Llegó un momento en que me dije, “pero qué coño hago aquí”. Hasta que un día que andaba particularmente mosqueado, me puse una camiseta del Barcelona y salí a tocar con ella puesta. Entonces vi que Enrique le decía a Tete: “osti”, tú, que el batería tiene una camiseta del Barça”, y Tete, que estaba contra la pared, volvió la cabeza como si fuera verla. El caso es que, a partir de ese momento, les hice un poco más de gracia y ya me daban algo de cuartel. Luego vino Johnny Griffin y fue quien me terminó de sacar de la miseria absoluta. Si Tete no me dejaba tocar durante su solo porque no le gustaba como estaba caminando la historia, él insistía para que le acompañara. Es que necesitaba la batería para caminar. Luego venía Tete y me decía: “pero, ¿no te he dicho que te estuvieras callado?” y yo le respondía: “es que me ha dicho el maestro que toque”. Y entonces venía Johnny y le pegaba unos bramidos directamente al oído a Tete para fastidiarle, le hacía “buuuú” con un grave muy potente, como diciéndole “!ojo!, que ahora el que mando soy yo”.
Cdej: verdaderamente, se hallaba entre dos fuegos.
Jag: estaba entre dos paredes, aprendiendo todo el rato, porque eran peleas musicales pero había muy buen rollo. El Tete, mucha caña... y mucho cariño. Parecía un tío muy agrio pero, en el fondo, era muy cariñoso. Y Johnny Griffin haciéndome guiños, chasqueando los dedos, me bailaba y, solo con eso, me hacía tocar mucho mejor. Y luego Tete me decía: “!qué bien has tocado hoy!”. Lo que él no veía es que Johnny se había pasado media hora bailando delante de mí para ponerme en onda.
Cdj: cosas que no se aprenden en las escuelas.
Jag: por eso mismo entenderás mi desconcierto cuando Art Blakey tocó en el Balboa Jazz. Los Messenegers eran todos jovencitos, unos “tocones”, pero Blakey les hacía parar continuamente, les trataba muy duro. Yo me quedaba “flipado” y me decía, “joder, yo me quejo de Tete y a ese tío solo le falta pegarles”. Años más tarde llamé al saxofonista, Dave Schnitter, para una gira por Marruecos y no veas la que montó. Había un problema con los Estados Unidos, estábamos en Casablanca, y él no hacía más que vacilar, “¿dónde está Humphrey Bogart?”. Yo le decía: “echa el freno, que como se enteren de que eres americano, verás la que te van a dar”, hasta que conseguí que se lo tomara en serio. Entonces, a la pregunta, respondía muy serio: “yo soy “brazilia”. Y se compró unas babuchas horribles con las que iba tan a gusto. ¡Vaya personaje!. Dave es una mezcla extraña. Yo creo que es negro pero ha salido blanco. Es una cosa rara.
Cdej: su trayectoria conforma una de las últimas leyendas urbanas del jazz. Se sabe que heredó una fortuna considerable y que adquirió un apartamento frente a Central Park. También se dice que abandonó la música y que se ha fundido la herencia (3).
Jag: yo le perdí el rastro cuando se fue a vivir a Valencia. Ya entonces estaba muy mal, no podía hacer nada por él. Pero mientras tocó conmigo, daba gusto. ¡Qué bien tocaba el Dave!. Todos los días, ponía a la audiencia patas arriba.
Cdj: Otro habitual de aquella época, Lou Bennett, podría ser, casi, su antítesis (4).
Jag: Lou era super-tranquilo, su filosofía era la de aprovecharlo todo en la vida. Pasaba un pajarito y le sonaban las alitas y él, encantado. Se iba al órgano y sacaba un sonido de alitas rápidamente. Lo aprovechaba todo y nunca exigía nada. Tampoco estuve mucho tiempo con él, pero es que no paraba quieto en un lugar. De él aprendí mucho, sobre todo de su silencio. Como músico, Lou te dejaba tanto espacio que tú podías agarrarte adonde quisieras. Era una forma de tenerte contento, aunque yo andaba algo mosqueado porque todos los baterías se le morían. El último había sido Al Jones, que no sé si se suicidó. Y yo le daba vueltas, “¿cuándo me va a tocar a mí?”.
Cdej: algo parecido a la maldición que se cernía sobre quienes integramos la “crítica joven”, o, mas bien, sobre aquellos a los que entrevistábamos, que no tardaban en abandonar este valle de lágrimas... (5).
Jag: ¡pues espero que ya se halla pasado la maldición! (risas).
J.A.G.
foto: Javier Nombela
Jag: Jorgito estaba empezando con el soprano y lo pasaba mal, que si la caña, que si la llave... aún así, en algunos temas, ya lo metía. Por cierto que habrás visto que no hay fotos mías de aquella época y es porque Vladi (Bas), además de tocar el saxo, era el fotógrafo oficial del club y le hizo fotos a todo el mundo menos a mí. Ya me hubiera gustado ahora verme...
Cdj: con Jorgito, como Vd. le llama, compartió las célebres sesiones de jazz en la Escuela de Ingenieros de Caminos (6).
Jag: para eso hay que irse a la época en que salí del rock y conocí a la gente de Caminos que eran Jorge (Pardo), Dave (Thomas), Miguel Angel (Chastang)... gente que ya tocaba de verdad. Yo alucinaba con aquellas jam sessions y aquella música tan buena, “esto debe ser el jazz”. A mí me sabía todo aquello tan bien que me iba todos los días y ya no me moví de ahí.
Cdj: ha mencionado a un personaje clave de aquella época, el contrabajista Dave Thomas. Otro fue el pianista Jean-Luc Vallet (7). Los dos fallecieron hace tiempo.
Jag: yo me he quedado con un sabor de vida muy bueno de los dos. Con Jean-Luc he tocado mucho y, como era tan jazzista, estabas constantemente aprendiendo de él... y de sus locuras. De Dave, me quedo con el orden de las cosas y con su sonido. Con lo diplomático y lo intelectual que era, no podía tener un sonido más salvaje, un sonido de negro, de jazz, con tanta fuerza que distorsionaba. Daba la impresión de que las cuerdas del contrabajo estuvieran a punto de estallar; y luego le veías tocando con arco a Mahler con las orquesta sinfónica de RTVE... además, Dave trajo a muchos músicos desde los Estados Unidos y a nosotros nos implicaba en todo lo que hacía. Su casa era la de todos los jazzeros. Con él vivía Peer Wyboris pero si pasaba Eric Peter o cualquier otro también se quedaba, aunque tuviera que dormir en el suelo. Todo el que quería tenía un sitio en casa de Dave, cuando no hacía uno la comida la hacía otro, siempre había jam sessions...
Cdj: de nuevo el espíritu de la época.
Jag: sí, estábamos todos muy hermanados, hasta que vinieron los codazos. Los codazos vinieron de Nueva York. Hay que entender que allí la vida ha sido siempre muy difícil y, con la música, más. De ahí aprendimos cuando nos decían, “a mí no me ha dejado tocar ese tío”. Nosotros no conocíamos eso, era algo impensable. Si uno te pedía que le dejaras tocar, tú automáticamente te levantabas. Por cierto que la vez que más me ha gustado dejar tocar a alguien fue cuando le cedí mi asiento al maestro Max Roach en un club que había en Madrid, el Arenal Jazz. Recuerdo que estaba yo tocando con una escobilla en una mano y una maza de vibráfono en la otra, sacándole a la batería un sonido muy raro, como un zumbido, y, de repente, noto que alguien por detrás me toca la espalda y, sin decir nada, me coge la escobilla. Yo, automáticamente, le cedí mi puesto y, cuando me levanté, dije, “!ahivá, si es el maestro!” y seguí tocando con una sola mano, a la vieja usanza.
Cdj: ¡puede Vd. presumir de haber tocado a dúo con el mejor batería del mundo!.
Jag: cuatro compases, lo que tardé en levantarme y dejarle el sitio. Pero es que, luego, el maestro siguió tocando en mi misma onda, tanto que no se notó que había cambiado el batería, fíjate qué clase de persona es. Y eso pasó con Max Roach con mayor motivo, pero era así para todos. Hasta que, de repente, llegó alguien preguntando si le dejaban tocar y el otro le dijo, “!no!”. Entonces notamos que los tiempos están cambiando. Con todo, el rollo de la jam session sigue siendo fundamental. Hay veces que el músico de jazz no tiene trabajo pero, si tiene la oportunidad de tocar, aunque no cobre, se va a casa feliz porque está en la onda. No hay método mejor para aprender que tocando con otros músicos frente a un público y someterte a su veredicto. No se puede cortar eso, es la madre del jazzista. Y, sin embargo, lo estamos cortando: “¿tú quieres tocar?, pues vete a una escuela”. Todo es más duro, ahora. Pero estoy seguro que ese espíritu se recuperará algún día (8).
Cdj: ¿Vd. cree?.
Jag: la vida es sabia, siempre se vuelve a los orígenes y a las cosas buenas.
Cdj: ¡el proverbial optimismo de José Antonio Galicia!.
Jag: totalmente. Pero a mí, aparte, es que me duele mucho que no me dejen tocar cuando me apetece. Eso es una pasada, no hay derecho.
Cdj: otra historia imposible de aquellos tiempos en la que Vd. participó, la del grupo de "free jazz" Orgón.
Jag: en realidad, con Orgón teníamos dos caras. Por un lado, tocábamos "free jazz" para desahogarnos; por el otro, montábamos temas muy jodidos de Charles Mingus, para aprender. Entonces, lo que pasaba es que sonaba el tema de Mingus y resultaba muy bonito, porque estaba copiado, pero, a la hora de desarrollarlo, se iba la cosa por el "free jazz"; por necesidad, porque no teníamos el bagaje, no porque tuviera que ser así. Pero ese era el pago que había que hacer en aquel tiempo.
Cdj: lo que asombra de Orgón no es la música que interpretaban sino la cantidad de seguidores que tenían; que tocaran con tanta asiduidad en los colegios mayores y fuera de ellos, ante auditorios masivos. Ahora, si un universitario escuchara cosa parecida, lo más probable es que saliera huyendo.
.
Jag: hoy es difícil imaginarse un grupo tan abierto, aparte de que por él pasaron los mejores músicos de Madrid comenzando por Alfredo Cardá, que era el líder, un tío majísimo y muy ordenado aunque luego era el que más free tocaba. Cogía la trompeta y la destrozaba. Pero, como es arquitecto, hacía unos esquemas musicales con colores que eran cojonudos. Con ellos aprendimos a escribir nuestras propias ideas.
Cdj: ha pasado Vd. de los Shadows al "heavy metal" y de Tete Montliu al "free jazz." La impresión era la de que su carrera parecía encarrilada por esa vía cuando, de repente, le vimos tocando la batería con Dolores, el grupo que tendió un puente entre el jazz y el flamenco que es decir, entre los nuevos jazzistas madrileños y Paco de Lucía.
Jag: todo empezó cuando Pedro Ruy-Blas, que era el líder de Dolores, conoció a Paco y nos metió a todo el grupo en esa onda.
Cdj: ¿quien convenció a quién, Pedro a Paco o Paco a Pedro?
Jag: yo creo que a Paco le gustaba mucho la idea, ya había hecho “Entre dos aguas” con Pepe Ébano a los bongos, que es un clásico para toda la vida. Pero el tío quería más leña y en aquella época, nosotros teníamos la suficiente frescura como para tocar con él. La cosa fue tomando forma hasta que apareció Camarón y, a partir de ahí, nuestras vidas cambiaron. Descubrimos que era posible hacer un tema de flamenco y uno de jazz y mezclar las dos cosas y que lo que resulta es tan bonito...
Cdj: Paco de Lucía, Camarón.... eso se llama estrenarse a lo grande.
Jag: lo mejor de lo mejor. Nuestra entrada fue por la puerta grande pero lo que está claro es que, una vez que entras, eso no tiene fin; es como el jazz, te metes a investigar y descubres a una que canta de maravilla y luego aparece otra que lo hace aún mejor... en el flamenco es igual, un día descubres al Tío Borrico, “¿quién será?”, y sigues escuchando y descubriendo y ya no te sales de ahí. Y ahí estamos.
Cdj: Vd. empezó en el flamenco por la vía del jazz y ha terminado inmerso en lo flamenco.
Jag: yo me he tirado tiempo en tablaos cuando la percusión empezaba en el flamenco, aunque no fui el primero. El que empezó a meter las congas, los tambores, los panderos y el cajón fue Rubén (Dantas) con Paco. Según me han contado, estaban juntos en Perú viendo tocar a uno el cajón y se quedaron tan impresionados que decidieron que aquel era el instrumento que les faltaba en su música. Para entonces, yo ya no estaba con ellos, no pude seguirles desde su primera gira porque no podía meter la batería. Sin embargo, también quería tocar con los flamencos, así que pensé en otros instrumentos y comencé con las percusiones. Las percusiones han sido una vía de apertura para los baterías.
Cdj: Vd. puso de moda la tabla hindú tras un año estudiando el instrumento en la India.
Jag: más que estudiando estuve viajando. Como era tan barato podía estirar el dinero a base de comprar telas en un sitio y venderlas en otro, era una forma rarísima de vivir. Pero es que el país me tenía maravillado. En la India, estás escuchando música desde que te levantas hasta que te acuestas, en la calle, a través de los altavoces, a todo trapo, pero es porque tienen esa alegría y esa espiritualidad. Cuando no es un bautizo es un entierro o una boda o el día de no se qué profeta; a todas horas hay conciertos. Yo no me quería venir. Y eso que, al final, solo estuve dos meses con un gurú que no me quería aceptar como alumno, en Nepal. Me decía: “pero ¿qué vas a aprender en dos meses?. Mejor viaja y diviértete”. Pero yo era muy pesado y le insistía con que estaba estudiando la tabla por mi cuenta y, al final, me puse tan coñazo que no tuvo otra que aceptarme. Me mandó buscarme un testigo y comprar incienso, manzanas, arroz y no se cuantas cosas más. Yo me creí que se lo estaba montando pero resultó que todas esas cosas eran para mí, como una especie de iniciación. Fue muy emocionante. Pero es que la tabla es un instrumento muy especial que no se puede maltratar. Exige calma y dedicación. Soy consciente de que jamás lo tocaré bien porque, para eso, tendría que haber empezado a los cinco años, pero es un instrumento que me acompaña siempre. Para el flamenco es fabulosa, te centra, tiene el sonido perfecto para los temas lentos, para la seguidilla y la soleá, y ayuda a cantar.
Cdj: será por eso que Vd. ha tocado con los mejores cantaores -también los más inclasificables- desde Camarón: Enrique Morente, Carmen Linares...
Jag: con Enrique sigo porque este hombre tiene el espíritu que a mí me gusta de mezclar las cosas. Fíjate ahora lo que hacemos con Lagartija Nick, que es un grupo de rock heavy-heavy (9); pero cuando Enrique canta encima de ellos transforma su música en una cosa deliciosa, algo increíble, como si le diera la vuelta al sonido de la distorsión de la guitarra. Tiene mucho poder, Enrique: en sus conciertos, a todos los cantantes les hace cantar por seguidillas a la vez y sin respeto alguno, pisándose unos a otros. Entonces, la música que se genera es una cosa de locos.
Cdej: algo así como una seguidilla "free".
Jag: o "free jazz" pero del otro lado. Si lo escuchas, verás a uno que sube en la parte valiente del tema mientras que el otro se va para abajo... hay que tener mucho valor para hacer esas cosas porque te pueden crucificar, pero él lo hace con tanto sentido que, cuando lo oyes, tienes las certeza de que sabe lo que hace, que tiene poder para hacerlo, y lo que sale es de una belleza...
Cdej: Enrique Morente y Vd, siempre, por detrás, en un segundo plano. Se me parece que no es Vd. muy dado a tomar el protagonismo sobre un escenario.
Jag: de hecho, la única vez que he tocado solo fue con una orquesta sinfónica, en Holanda. Me hice el viaje solo para tocar el martinete en una seguidilla y, al final, me puse muy nervioso porque el martinete es como un martillo: si “la cagas”, se escucha a kilómetros.
J.A.G.
foto: Javier Nombela
Cdj: para algunos, Vd. “la cagó”, y a modo, cuando montó sus famosos “espectáculos totales”: “Cantoblepas” y “Recuerdos de Carmen Amaya” (10). Aunque es posible que muchas de las críticas se expliquen en el hecho de que Vd. actuara con preferencia dentro de festivales de jazz.
Jag: antes la crítica era más hermética. Me daban cada palo, decían “José Antonio se ha montado un tablado en el Palacio de los Deportes”, y a mí me dolía pero sé que lo que he hecho está muy bien. En el fondo, ahora es peor. Ahora, un espectáculo de ese tipo, es que ni les interesa a los programadores. Pero yo insisto. Ahora mismo, ando montando una historia que se llama “Caretas”, con máscaras rituales y cuatro percusionistas sobre el escenario pero, claro, un espectáculo así necesita “pelas” y que alguien te eche un cable. Yo no voy a hacer como antes que me tiraba a la piscina solo y sin ayuda.
Cdj: y, aunque la tuviera, ¿cree que existe algún espacio para un espectáculo semejante?.
Jag: claro que sí, los teatros. Los teatros se han quedado ahí: en flamenco, con que lleves un cuadro típico de bailaor, cantaor, guitarrista y dos palmeros, con eso ya llenas el teatro y la gente se lo traga, puede ser muy bueno pero no pasa de ahí. Sin embargo, el teatro tiene todas las posibilidades para hacer otras cosas. Yo creo que “Caretas” encajaría totalmente en un festival de jazz. es una propuesta con la que puedo hasta poner bailar a la gente, si suena la cosa. Ponte con que, en lugar de mí, habláramos de Hermeto Pascoal, todos dirían que es cojonudo y se pondrían a bailar porque lo dice el maestro y, además, yo loco por verlo porque no es la primera vez que me pongo a bailar detrás de las cosas que hace. Pero, si lo hago yo, es una locura.
Cdj: el caso es que ni aún en los tiempos de mayor tolerancia para con los creadores se admitía fácilmente lo suyo, quizás porque Vd. fue un poco más allá que ningún otro en el terreno de la fusión. Espectáculos como “Recuerdos de Carmen Amaya” merecerían un calificativo aparte, el de “hiperfusión”: la madre de todas las fusiones.
Jag: es que ella (Carmen Amaya) era eso, un ser increíble, total. A mí, los músicos que fueron con ella de gira, me contaban cosas de no creerse. El bailaor “El Mono” me contó que no sabían cuando iban a volver porque siempre se quedaban sin dinero y tenían que ponerse a trabajar en lo que fuera, se hacían las comidas en la habitación y les acababan echando... eso es fusionar las cosas pero de verdad, el trabajo, el país donde estás y a ver cómo te vas ahora desde los Estados Unidos a México y de ahí a otro lugar sin un manager que te imponga un horario, dejándose llevar por el fluir de las cosas. Esa mujer, para mí, merecía un tipo de homenaje en que se va mezclando todo, cosas que no vienen a cuento y que tienen todo el cuento del mundo, esa era mi propuesta de Carmen Amaya; podía coger un grupo de música andina o un coro de canto gregoriano, pero todo era dándole vueltas a esa historia. Luego, conocí a La Tolea, que es la que ha quedado de la escuela de Carmen Amaya, una gitana pura. Me aproveché de que su ritmo de pies es muy parecido y, con ella, redondeé el homenaje perfecto.
Cdj: parece claro que está por la fusión.
Jag: por la fusión y por la pureza. Lo que pasa es que a mí me gusta más la fusión quizá porque no tengo una fórmula que ofrecer que sea muy pura en ningún aspecto. Sino fuera así, seguramente me quedaría en lo puro. Es como cuando veo a un jazzista que toca añejo, y es que tiene algo que dar para siempre. No hablo de que toque un jazz antiguo o moderno sino un jazz puro. Yo eso no lo tengo, a veces sí, pero no de continuo, así que los busco en la mezcla de las cosas. Ahí sí me sale algo parecido a la pureza.
Cdj: su sentido de la fusión y de la pureza responde más a un sentimiento que a una idea.
Jag: es un círculo: una idea que se transforma en música y esa música se transforma en sentimiento, no siempre, pero cuando está bien hecha, sí.
Cdj: una fusión por la piel: los sentimientos frente al mestizaje impuesto como una marca de fábrica.
Jag: no, eso no existe.
Cdj: ¡cómo puede decir eso si la fusión como marca de fábrica, o como cliché, es la norma!. Precisamente, lo que no abunda es lo suyo: Vd. toma lo que le interesa de cada cosa y mantiene cada elemento perfectamente reconocible. Se diría que funde por concentración más que por mezcla.
Jag: sí, porque la mezcla responde a otro tipo de planificación minuciosa basada en los ensayos. Eso no puede ser, tiene que ser más visceral, que uno acepte al otro y entonces, ahí sí, aparece una fusión inevitable.
Cdej: si su trabajo de recogida de materiales fuera precedido por una cierta disciplina de ensayos, ¿qué piensa Vd. que conseguiría con eso?.
Jag: conseguiría seguramente la misma historia pero llevada por otro camino. Es la diferencia entre escribir un tema en una partitura y coger un tema que ya te conoces y dejar que salga sin necesidad de que esté escrito en ninguna parte. Seguramente, cuando te pones a escribir el tema, con la misma escritura delimitas cómo va a ser. Con un análisis minucioso de por medio también habría fusión pero sería más hermética aunque también tendrías dónde agarrarte: si, en una prueba, compruebas que algo no funciona, te vuelves a ese punto y lo cambias.
Cdj: una cuestión de medios y de fines. Vd. viene a premiar la importancia del proceso creativo no organizado en lugar de concentrarse únicamente en el resultado final.
Jag: pero el hecho de organizar una reunión durante cinco días para ver cómo nos acoplamos también es muy bonito. Es un tipo de trabajo minucioso que tiene su recompensa, pero tiene que haber de por medio gente como Pedro Sarmiento que tiene la facilidad de dar con el acorde con duende. Nada se le escapa, lo apunta todo; así que cuando, al día siguiente, viene y nos dice: “¿os acordáis ayer cuando hicimos esto”, claro, ninguno nos acordamos, porque eso ya pasó a la historia. Pero él lo ha retenido y eso nos devuelve a un momento que se nos había pasado, a ese acorde en el sitio preciso y te das cuenta de lo bonito que resulta. Gracias a que él ha sido capaz de retenerlo mientras los demás dejamos que pasen miles de cosas buenas, la mayoría de las veces por no parar.
Cdj: ¿mantiene el sentido de la desmesura o le ha alcanzado la edad de serenarse?.
Jag: yo creo que no. De otro modo, no me habría metido a tocar con tres percusionistas de 25 años que me pegan unas palizas de espanto. Me machacan, me roban los gorros y las baquetas pero da gusto porque ¡qué energía!. Al principio, como no quería quedarme atrás, me puse a estudiar como un loco para estar su nivel solo que ni puedo igualarles en fuerza ni es una cuestión de rapidez, que a ellos les sobra, sino de esencia, de dar el golpe preciso en el sitio...
Cdj: un proceso de selección, el trabajo de la experiencia.
Jag: Y eso que, de joven, yo era muy tremendo para todo lo que fuera tocar rápido y fuerte. Ahora, lo que ocurre es que son ellos los que se quedan alucinados, “Gali, eso suena de p.m.”.
Cdj: en efecto, su forma de tocar era muy física, en un sentido no muy distinto al de Cecil Taylor, por cierto, otro gran “fan” de Carmen Amaya.
Jag: me gustaba mucho golpear el aparato.
Cdj, ¿una herencia de su época "heavy"?.
Jag: se ve que es algo que me ha quedado. Ayer mismo, dimos un concierto y acabé totalmente sudado aunque, como te digo, la edad te va tranquilizando.
Cdj: Vd. ha sido el primero en muchas cosas y, desde luego, el maestro de todos los percusionistas “crossover”, como Guillermo McGuill. ¿Considera que existe una “escuela José Antonio Galicia”?.
Jag: ni existe ni puede decirse que tenga discípulos, por desgracia, porque Guillermo es un batería buenísimo. Tino (diGeraldo) sí me ha escuchado mucho cuando era jovencito, me lo ha dicho él mismo, pero nunca le he dado clases. Solo hay un percusionista de los que vienen conmigo en el grupo que, ese sí, ha empezado de cero conmigo, y me da un gustazo que me pase; últimamente me da unas “lijadas” tan fácilmente... si no he aceptado dar clases es porque nunca he parado quieto. No pretendo dejar a nadie colgado, y aparte que no sé qué enseñar, no tengo una fórmula. Sí valgo para dar seminarios, sobre todo a niños, ahí si he cogido la práctica, me encanta ponerles a dar palmas sordas por encima de una guitarra, se les pone una cara... ese tipo de cosas sí me gustan pero porque es un reto que dura muy poco. De ahí, a dar clases y sujetarte a una disciplina... aún así, hay un par por ahí que son lo más parecido a un discípulo que pudiera tener. Hay uno que toca música punky que tiene una fuerza el tío tocando. Parece mentira que halla estudiado conmigo, pero es que ha cogido otro concepto y es muy rápido y muy potente.
Cdj: no me diga que se va a meter a punky a sus años (11).
Jag: algunas cosas del punk claro que me gustan. Lo bueno, cuando es bueno, da igual el tipo de palo que sea. Se nota rápido si hay energía y si está bien canalizada.
Cdj: actualmente, está siendo sometido Vd. a un proceso de quimioterapia. ¿Le importa hablar del tema?.
Jag: claro que no, hombre. Ahora, estoy tratando de avanzar en aquello que le llaman “el miedo a la muerte”. Porque cuanto tú te enteras de que tienes una enfermedad como la mía, como eres un ignorante, no sabes si va a avanzar rápido o lento o si no va a avanzar en absoluto. Al principio te miras al espejo y dices, “joder, macho, qué poco vas a durar”. Afortunadamente, ya estoy acostumbrado a mirarme y no pensar en nada porque a lo mejor me tiro 20 años haciéndolo y no merece la pena. En ese sentido, sí soy un poco optimista. Por otro lado, la quimioterapia es una historia muy fuerte y, sí, me está parando un poquito. Quiero ir más deprisa de lo que puedo, pero eso es todo. Y, de todas formas, tengo confianza de que las cosas mejoren aunque, en el barrio, ya me han matado no sé cuantas veces, “pero si Gali ya se murió”. Y luego me ven por la calle y se ponen a llorar, “!Gali, pero si estás aquí!”. Pero eso está bien, que se sepa que las enfermedades las tiene uno el tiempo que sea y que hay que afrontarlas.
Cdj: ¿ser del “Valle del Kas” marca?.
Jag: yo creo que no hay para tanto... aunque nunca se sabe. Cuando estaba en la India, de esto hace ya treinta años, me encontré a uno en una playa solitaria chillando en español y pensé, “ese tiene que ser de Vallecas”. Y lo era, tiene narices.
Cdj: frente a la imagen secular del músico de jazz como un ser amargado que emplea la mayor parte de su tiempo acompañando a Raphael, la suya fue la primera generación de “jazzmen” que dio el salto.
Jag: aquellos de antes iban a la “pela”, la verdad es que sí. Porque yo, incluso cuando estoy de gira con Enrique Morente, luego estoy loco por hacer lo mío en un club o donde sea.
Cdj: y eso que convendrá Vd. conmigo en que no es lo mismo ganarse el sustento acompañando a Enrique Morente que acompañando a Raphael. Se trata, mas bien, de mantener un espíritu no acomodaticio, de no ceder y hacer lo que le pide el cuerpo a uno.
Jag: yo creo que no es necesario llegar a ese extremo, que uno puede estar haciendo lo que le gusta y combinarlo con trabajos que dan más dinero.
Cdj: eso lo dice Vd porque es millonario,
Jag: claro (risas). A mí, me está empezando a preocupar lo que viene en unos años. Yo no he ganado dinero y sigo invirtiendo el poco que tengo en estas locuras que me entran con lo que, al final, no tengo un duro, pero he podido criar a mis hijas, tengo mi casa y soy una persona normal y sin pelas.
Cdj: ahora que, por su situación, debe someterse a períodos de abstinencia musical, es de suponer que empleará su tiempo en otros vicios al margen de la música, como el de la lectura; un hábito no demasiado fomentado entre los músicos, por cierto.
Jag: yo creo que el instrumento te da una forma de ser. Por ej., los violinistas y los contrabajistas, estos leen más. Por regla general, lo más brutos somos los bateristas, quizás porque somos más volátiles, más de organizar historias, no sé por qué razón.
Cdj: Vd. tiene fama de organizador.
Jag: y es lo que no soy. Soy más bien un desorganizador. A mí se me da bien proponer pero debe haber alguien que lo saque adelante porque yo no sé hacerlo. Lo tengo todo preparado y, si me dejan a que lo haga yo, ten por seguro que la voy a joder y que nada va a funcionar.
Cdej: ¿a qué baterista se llevaría a una isla desierta.?
Jag: a Elvin Jones, porque con él lo tienes todo. Y, según la isla, puede que a Jack DeJohnette, incluso a Peter Erskine.
Cdj: ¿y si le dan a elegir entre Elvin Jones y Naomi Campbell?...
notas
(1) Juan José González, “Pepe Jazzman”: se habla de un personaje único e irrepetible cuya presencia durante las décadas de los años setenta y ochenta, constituyó una constante en los escenarios del jazz madrileños y no solo madrileños. En lugares como el colegio mayor San Juan Evangelista, la audiencia esperaba impacientemente su presencia espontánea y la reclamaba, cuando tardaba en producirse. Difícil explicar el impacto emocional que el “scat” algo desordenado pero profundamente conmovedor de “Juanjo” producía sobre el auditorio. Su “curriculum” incluye apariciones estelares junto a George Adams-Don Pullen, Archie Shepp, Dave Schnitter-Claudio Roditti...
(2) Término flamenco que define la frase corta y enfática usada para finalizar una interpretación o falseta.
(3) El misterio que envolvió la carrera de Schnitter a su regreso a los Estados Unidos se extiende a su situación actual. El lector encontrará contadas referencias a su persona y obra en Internet.
(4) En torno a Lou Bennett, consúltese el dossier dedicado a su figura en Cuadernos de Jazz nº 34, mayo/junio 1996 (“Lou Bennett. 70º Aniversario”).
(5) Encargados por la dirección de la, por entonces, única publicación sobre jazz en España, Quartica jazz, los integrantes de la “crítica joven” tuvieron la oportunidad de departir con un buen número de músicos de leyenda entre quienes pisaron suelo español en los años setenta y ochenta, muchos de los cuales fallecieron al poco tiempo, bien por ser de edad provecta o por cualquier otra circunstancia. El caso de Pepper Adams, Trummy Young, Joe Farrell, Buck Clayon, Jimmy Lyons...
(6) En la Escuela de Ingenieros Industriales de Madrid tenía su sede la Asociación Jazz Forum, a la cual estaban adscritos la práctica totalidad de los nuevos jazzistas de la ciudad: las actividades de la asociación levantaron pronto las sospechas de las autoridades que dieron en prohibir el segundo “Festival Jazz Forum”, de lo cual se derivó el cierre de la misma.
(7) Como suele ocurrir en estos casos, oiremos hablar de José Antonio Galicia, en su muerte, lo que en toda su vida. Por contraste, pocos recordaron en vida ni en su muerte al pianista Jean-Luc Vallet y al contrabajista Dave Thomas, dos músicos extraordinarios cuya presencia entre nosotros marcó el devenir del jazz en este país.
(8) José Antonio sabía de lo que se hablaba: fue, junto al guitarrista Angel Rubio, el promotor de la primer y última huelga de músicos de jazz registrada en España, en demanda de un aumento en la escuálida retribución que los músicos obtenían de los clubes. Ambos pagaron cara su osadía: Angel fue prácticamente borrado del circuito de los clubes en Madrid, mientras que José Antonio debió buscarse refugio entre los flamencos.
(9) “Enrique Morente & Lagartija Nick en Omega” (El Europeo Música EEM 001-1996).
(10) Bastaba nombrarlos en presencia del ancien régime crítico para que se abrieran los cielos, bramaran los pecadores en el infierno y esos mismos críticos anunciaran la próxima venida del Apocalipsis que habría de condenarnos a nosotros, por gustarnos semejantes cosas, y a quienes las promovían, por hacerlo. Claro que, para entonces, a J.A. todo esto le traía al fresco; para entonces J.A. ya no era jazz ni flamenco ni jazz-flamenco sino todo ello junto y reunido y, además, un coro gregoriano y otro especializado en música andina que pasaba por allí; también un bailarín avant garde y otro/a flamenco y Morente y un pintor de brocha fina que ejercía su oficio sobre la escena (JM García Martínez. Notas al programa del IV Festival de Jazz de Soto del Real).
(11) Que a “Gali” le gustara en alguno de sus aspectos el rock y el punk no debería llamarnos tanto la atención como el hecho de que casi a ningún músico de jazz le atraiga en lo más mínimo cualquier forma de música no jazzística, con las excepciones que pueden aducirse. Podría el autor citar casos muy sonoros al respecto (algunos documentados en anteriores entrevistas publicadas en CUADERNOS DE JAZZ), lo que no hará, por pudor.
1984. Soy tu amigo (LP). Caskabel.
2000. Recuerdos de Carmen Amaya (CD). Prasat.
2001. Tres en raya (CD). Cambayá.
Al momento de su fallecimiento, JAG estaba trabajando en un método de percusión flamenca con Erik Jiménez (Lagartija Nick)
En su dossier de prensa "Gali" cita un presunto disco en directo junto a su grupo –Camaleón- sin citar año ni compañía discográfica por lo que es posible que nunca llegara a editarse.
(Raúl Mao, José María García Martínez. Cuadernos de Jazz 2003)
lunes, 18 de mayo de 2009
T.J. Jazz en vivo
Se va a cumplir otro año de T.J. Jazz en Madrid, y, como de costumbre, lo celebraremos con un gran espectáculo. Habrá canto, baile, invitados especiales…entre ellos el conocido bailarín de claqué Ludovico Hombrevella.
En esta ocasión T.J.JAZZ quiere recordar a la gran dama de la canción y el escenario Eartha Kitt, que nos dejó el año pasado.
Su periplo profesional comienza en la ciudad de Boston y termina en Madrid. T.J. Jazz compaginó los estudios de artes interpretativas y danza con el jazz de la mano del vocalista Giacomo Gates. A lo largo de su carrera polifacética, ha colaborado con el Teatro Nacional (República Dominicana), el Festival du Jeune (Francia/Nueva York), el Deutschen Institut für Improvisation (Alemania) y los artistas Sebastián Weber y Bazamo Club (Alemania). En nuestra ciudad, ha actuado en el Café El Despertar, Café Berlín, Bogui jazz, XXIV Festival Jazz Madrid…
Roberto Nuevo, piano
Héctor Oliveira, contrabajo
Jimmy Castro, batería
Pablo Añón, saxo
Norman Hogue, trombón
Joseph Siankope, trompeta
Invitado especial: Ludovico Hombrevella, baile
DOMINGO 24 DE MAYO, 22 h.
Clamores Jazz c/ Alburquerque 14 <M> BILBAO
http://www.salaclamores.com/
Lucía Martínez. "Un día en Lisboa"
Resulta que una no se puede negar a la evidencia de que Lisboa, sea cual sea el humor con el que te levantes, estés o no acompañada, o tengas o no ganas de salir del hotel, es la Ciudad a la que hay que salir a la calle a respirar su luz y colores. Turistas a montones, claro, y yo entre ellos, sola, pero no mal acompañada, bien tampoco...buscando un café “años 50“, en la Plaza del Rossio, no lo encontré, pero aparecieron otros muchos, cada cual más bonito, y más peculiar. El paseo me asombró; mujeres indias color canlela ataviadas de túnicas amarillas adornadas con lentejuelas, vendiendo souvenirs portugueses; hombres blancos como sábanas recién echadas al sol con acentos indeterminados y exageradamente educados, ofreciendo manjares exquisitos de la gastronomía portuguesa. No me resistí a la tentación, y me dejé conquistar por el aroma del pescado “grellado“, como el resto de turistas.
El café lo tomé en la calle, había una feria de artesanía de la península, y me decidí a tomar el sol por allí. En el momento en el que estaba pagando el café, dispuesta a tomarlo en la fuente del Rossio, empezaron a sonar unas concertinas y unas gaitas, y bien, como no podía ser menos, salí corriendo hacia el sonido, y allí estaban, abuelo y nietos tocando música tradicional. Me senté en medio de la calle con mi café a escucharlos. En el momento que pararon, empezaron a sonar unos bombos y un flautín, y sí, eran ellos, un grupo de A Serra da Estrela, uno de esos sitios mágicos que se puede encontrar en Portugal. Sólo su nombre es ya mágico, cuanto más la fuerza de sus tambores y de su gente. Venían caminando y llegaron a la plaza, me puse cerca de ellos para sentir la vibración de los tambores, de esos bombos enormes, esas pieles curtidas golpeadas con la fuerza del campo, de la tierra. Y sonaron las 16, tiempo ya para salir al aeropuerto camino del Norte.
Ahora estoy en el avión, y contenta de haber salido del hotel en búsqueda de algo que no esperaba.
Precioso día solitario en Lisboa.
Lucía Martínez
domingo, 17 de mayo de 2009
miércoles, 13 de mayo de 2009
Ron Carter: “Miles Davis forma parte de mi historia”
Ron Carter, miembro del legendario quinteto del trompetista Miles Davis entre los años 1963 y 1968, abrirá hoy, martes, el primer ciclo dedicado a la música de jazz en la historia del Teatro Real madrileño bajo el título “Jazz en el Barrio Latino de París”. En días sucesivos, pasarán por el mismo escenario el cuarteto de Gary Burton y Richard Galliano y la cantante Dee Dee Bridgewater (domingo 26); el guitarrista John McLaughlin con “Shakti” (2 de abril), y Paquito d´Rivera con Chano Domínguez (5 de Abril).
Ron Carter es hombre de hablar pausado y rotundo. Su figura enjuta, casi quijotesca, como sacada de un cuadro de El Greco, no delata los casi 69 años de edad que figuran en su pasaporte. La verdad es que me encuentro estupendamente, reconoce Ron Carter. La legendaria voracidad musical del jazzista nacido en Michigan le ha llevado a tocar todos los palos, desde el jazz “straight ahead” a la “avant garde”, la música brasileña y el rock. Pero, sobre todo, el nombre de Ron Carter se asocia al del fallecido Miles Davis, quien fue su mentor y su maestro. De sus años junto al más grande músico de jazz de la historia le queda un recuerdo muy vivo –con Miles solo había un mandamiento: tocar a tope todas las noches-. Eso sí: el discípulo no parece demasiado dispuesto a perder su tiempo buscando al nuevo “Mesías”. ¿Por qué ha de haber siempre una “Gran Voz” conduciendo al “rebaño”: “músicos de jazz, diríjanse al pasillo nº 2”?. Para algunos puede que ese sea el camino más fácil, para mí, desde luego, no lo es. En mi opinión, lo que ocurre en este momento es que no hay una, sino muchas “grandes voces” circulando por los circuitos del jazz. Estoy yo mismo y Herbie Hancock y Wayne Shorter… lo que ha cambiado es el método. Ahora, no creamos sobre el vacío, por así decirlo, sino que primero examinamos cual ha sido nuestra respectiva contribución a la historia de la música y, a partir de ahí, buscamos una posible nueva dirección. Lo que está claro es que los días de la “Gran Única Voz” son cosa del pasado. Sirvieron a su propósito permitiéndonos acceder a los demás a un importante caudal de información, y ya está. El contrabajista que, en su concierto de hoy, martes, estará acompañado por el guitarrista Rusell Malone y el pianista Jacky Terrason, excluye al trompetista Wynton Marsalis entre esas “grandes nuevas voces del jazz”. Es una voz, incluso podría decirse que es una voz de cierta importancia, pero no es una “Gran Voz”.
Comparada con la música que practican sus antiguos colegas en el quinteto de Miles, la de Ron Carter destaca por su carácter más conservador: es cierto que mi concepto de la música es muy diferente al de Wayne (Shorter). Él es un experimentador nato, a mí me gusta que las melodías suenen claras; trabajar sobre una forma precisa, que se pueda reconocer lo que tocamos. ¿Revisionismo musical o una vuelta a los orígenes del “bebop”?. Ni una cosa ni otra. En ningún momento pretendo reproducir lo que ya es historia, pero tampoco la eludo. Si alguna vez toco algo de Miles, podría decirse que es porque su música forma parte de mi historia y uno no puede destruir su propia historia. Digamos que lo interesante es ver cómo se hace uso de esa historia personal de cada uno.
Aupado al pedestal de los “intocables”, Carter se muestra muy crítico con la política de las discográficas respecto a la música de jazz: la industria se ha centrado en las reediciones, lo que no es malo de suyo, pero no aporta nada nuevo. Uno se encuentra con todas esas reediciones repletas de no demasiado buenas “tomas alternativas” y eso está muy bien para los historiadores. Lo malo es que esos discos ocupan el lugar que debiera corresponder a los discos nuevos. Ahora, por ej, tenemos todo lo que grabamos con Miles en Antibes, Berlín, etc. Bien, ¿y qué?. Al final, todo se reduce a una cuestión de dinero. Lo conocido vende; lo nuevo, no es seguro. Ante esto, lo único que podemos hacer los músicos es realizar nuestro trabajo lo mejor que podemos y esperar a que alguien le guste. Sinceramente, me importa muy poco si lo que yo hago funciona comercialmente o no.
El hecho de que algunos contrabajistas-directores de orquesta recurran a toda suerte de artimañas para llamar la atención, tampoco parece quitarle el sueño al hierático contrabajista. Podría hacerlo. Podría golpear las cuerdas con el trasero o hablar y tocar al mismo tiempo o, mejor, podría dejar el contrabajo en el suelo y pronunciar un discurso altisonante; pero estaremos de acuerdo en que ese es un modo demasiado fácil de llamar la atención. Yo todo lo que yo hago es tocar el bajo y eso ya es bastante, ¿no le parece?.
(versión íntegra del artículo publicado en El País 21 marzo 2006)
Acerca del periodismo musical: Peer Wyboris, el batería de jazz perfecto
Ha sido medio siglo residiendo en nuestro país: Madrid, primero, Barcelona, después. Con Franco y sin él; acompañando a nuestra mayor gloria jazzística, Tete Montoliu, y a los muchos que llegaban de allende los mares buscando un apoyo rítmico eficaz y solvente. Peer llevaba un tiempo retirado de los escenarios. Al morir tenía 71 años.
Durante décadas, la casa de Peer Wyboris fue el Whisky & Jazz de la calle del Marqués de Villamagna, en Madrid. Peer se convirtió en el batería de cabecera de Montoliu para sus actuaciones domésticas.
Junto a él, tuvo al suizo Eric Peter tocando el contrabajo, hasta que Horacio Fumero ocupó su lugar: desde que empezamos a funcionar como sección rítmica pasábamos más tiempo juntos que en nuestras respectivas casas, recuerda Fumero; en tantas horas viajando en incontables medios de transporte me encontré con una persona muy tierna, con una infancia en Berlín marcada por los bombardeos, su primera batería hecha con cajas de sombreros, un encuentro decisivo de juventud con Philly Joe Jones, su viaje a Marruecos en los sesenta cruzando una España con mulos en las carreteras, el encuentro definitivo con el también desaparecido Eric Peter...
Horacio acababa de conocer la muerte de quien fue su compañero de ruta durante décadas: tengo la sensación un poco rara de ser un superviviente, como si toda una época hubiera muerto con Peer.
Años atrás, el jazzista argentino hacía su entrada en el mundo del jazz por la puerta grande de la mano de Wyboris: Peer era un enamorado no sólo del jazz, sino también de todo lo que envuelve a esa música, había hecho suya la forma de pensar de los jazzmen americanos, con los que convivió en las bases estadounidenses de Europa, África y el Medio Oriente.
En ningún caso, el maestro se lo puso fácil a su discípulo: Peer era una persona muy especial, alguien con quien no era fácil conectar enseguida, sobre todo en aquellos años, con sus eternas ray-ban en la oscuridad de los clubes, no te invitaba especialmente a acercarte.
Para Horacio, como para tantos de nosotros, el alemán era la quintaesencia de una cierta forma de entender el jazz en trance de extinción: el Tete, con su particular forma de hablar, decía: 'muchos tocan bien la batería, pero... una hostia del Peer... eso sí que es jazz.
(publicado en El País 09/09/2008)
nota: contrariamente a lo que es norma en la redacción de los obituarios, vulgo necrológicas, el autor contó con la ayuda inestimable de un testigo de los acontecimientos, el buen amigo y mejor músico Horacio Fumero, quien tuvo a bien hacerle llegar un hermoso escrito con sus recuerdos y anécdotas al respecto. No conozco muchos casos parecidos de necrológicas escritas a dos manos.
martes, 12 de mayo de 2009
Angel Rubio en Swimming-pool Aladino
Uno no puede aspirar a llegarse a Damasco en otra compañía que la de Ángel Rubio, pedacito de la historia del jazz en este país. A Ángel, que es rubio, porta coleta y pantalón corto, se le cubre sus extremidades con un faldón de color caca antes de visitar la mezquita de los Omeyas. Existe testimonio gráfico.
A Rubio, en lugar como Siria, se le encuentra en la media noche, haciendo dedos en un banco del parque, rodeado de un grupo de noctámbulos entusiastas del jazz; puede que ubicado en lugar preferente a modo de escenario, teniendo a su frente al alcalde de la ciudad de Idlib, en recital programado. La música que Ángel ha escogido para la ocasión rezuma esencias que no son extrañas a esta tierra que vio nacer a Ziryab, padre-padrone de las músicas árabes y también del flamenco, en quien se reconocen los tocaores que son y han sido.
La deriva del asunto le lleva hacia aguas antaño transitadas por quienes, se decían, discípulos del brasileño Gismonti; en los setenta, A.R. fue uno de ellos. Para finalizar, un Giant Steps cargado de simbolismo aunque escurridizo. Hay quien lo confunde con una bossa nova (Ángel, lógicamente, se ofende). También hay quien ya le tenía escuchada la pieza, hallándose referido y referente, junto con algunos testigos -Ana Ganduxer (reconocida documentalista) y Lorenzo “Tito” Alonso, magnate del jazz en Soto del Real, integrantes, los cuatro, de la expedición de artistas e intelectuales que giraron visita por la región en julio-, en el uso y disfrute de la noche damascena, en marco incomparable cual resulta ser la llamada Swimming-pool Aladino.
El embrujo de Swimming-pool Aladino se explica en la quieta acumulación de sensaciones que embarga a quien lo visita; en un alzar la mirada hacia la lejana nocturnidad lechosa y enigmática o en un detenerla a la altura de la techumbre poblada por diminutos puntos luminosos con los colores del arco iris. Hay un canto de fondo, que bien pudiera ser el del gran Farid el Atrache, nacido por estos pagos, y el canto, que se superpone, del almuédano; hay un zumo de frutas de colores vívidos y sabor dulzón que bien pudiera contener algo de alcohol o no contenerlo, según nos refiere con expresión indiferente el jefe de camareros, y una pipa de narguile siempre a punto emanando vapores aromáticos que provocan un leve aturdimiento de los sentidos, sin lo cual no se entendería ninguna velada en Swimming-pool Aladino. Con todo ello, compusimos los forasteros un cuadro irreal y exótico por cuyas hechuras colábanse cual gotas de raro elixir, los fragmentos de la melodía tantas veces escuchada, tan distante pero tan unida a lo más íntimo de nuestra educación sentimental... como por encanto, la obra del genio de Hamlet, North Carolina, alcanzó su pleno significado en aquel extraño y remoto lugar sin lugar en los mapas, tal cual se tratara de una pieza de rompecabezas que, finalmente, hubiera encajado en su lugar.
Al tiempo que sonaba Giant Steps, transformada en un lamento melancólico e indolente por la guitarra de Ángel Rubio, millones de estrellas nos contemplaban y probablemente se preguntaban qué hacíamos allí.
lunes, 11 de mayo de 2009
Ornette Coleman como director
Sábado 13 de junio
The Roots with guest David Murray and more (Royal Festival Hall)
David Murray & The Gwo-Ka Masters + Jamaaladeen Tacuma (Queen Elizabeth Hall)
Domingo 14 de junio
Yoko Ono Plastic Ono Band featuring Antony Hegarty, Sean Lennon, Cornelius & special guests (Royal Festival Hall)
Lunes 15 de junio
Baaba Maal (Royal Festival Hall)
The Freewheeling Yo La Tengo (Queen Elizabeth Hall)
Martes 16 de junio
Moby (Royal Festival Hall)
Miércoles 17 de junio
Bobby McFerrin (Royal Festival Hall)
Jueves 18 de junio
Patti Smith and The Silver Mt. Zion Memorial Orchestra (Royal Festival Hall)
Viernes 19 de junio
Ornette Coleman: Reflections of The Shape of Jazz to Come + Master Musicians of Jajouka (Royal Festival Hall)
Sábado 20 de junio
Charlie Haden: Liberation Music Orchestra with guests Carla Bley and Robert Wyatt + The Bad Plus (Royal Festival Hall)
Domingo 21 de junio
Ornette Coleman: Reflections of This is Our Music + Master Musicians of Jajouka (Royal Festival Hall)
http://www.southbankcentre.co.uk/festivals-series/meltdown
.
domingo, 10 de mayo de 2009
Cuadernos de Jazz estrena Web
http://www.cuadernosdejazz.com/
jueves, 7 de mayo de 2009
TODOS AL JOHNNY ESTE VIERNES
Estimad@s amig@s
Por sorpresa, el pasado día 4, el director del Colegio me comunicó, al igual que a los colegiales, el cierre del mismo a partir del próximo curso, por una reforma integral que van a acometer y cuya duración no se sabe. Parece que después de ésta volverá a su actividad.
Por todo esto, el próximo concierto de jazz del grupo de Carlos Carli , el viernes 8 de mayo, se convierte en el último (por ahora) de los 39 años ya de historia del Club y con esta incertidumbre no sé si continuará en el futuro.
Por esto os invito a todos a asistir a este concierto de despedida (por supuesto sin pagar nada, también para los socios) donde aparte de escuchar la buena música del baterista y compositor uruguayo Carlos Carli , afincado en España desde hace tiempo y con nacionalidad española, que actuó en numerosas ocasiones en el Johnny en los años 80, sin duda nos transmitirá las emociones y nos traerá a la memoria los recuerdos de tantos grandísimos concierto se jazz escuchados hasta ahora.
Como en los tiempos juveniles en que éramos estudiantes podremos cantar la canción universitaria “Adiós con el corazón”, que entonábamos cuando nos íbamos de la universidad y que como recordaréis decía:
que con el alma no puedo.
Al despedirme de ti,
al despedirme me muero.
Tú serás el bien de mi vida,
tú serás el bien de mi alma,
tú serás el pájaro pinto
que elegre canta en la mañana"
Como comprenderéis, muy contrariado. No sé qué opináis.
Un abrazo.
Alejandro Reyes
Club de Música y Jazz San Juan Evangelista
Esther Cidoncha en su blog (vease "Otras Hierbas") ha publicado:
QUERIDOS AMIGOS, HOY HE RECIBIDO ESTA CARTA DEL "JOHNNY", y estoy completamente atónita y triste. Por muchos motivos. Ya sabéis que siempre os he hablado del Johnny, como un lugar emblemático del jazz de cita imprescindible. Mi club preferido del mundo mundial. Un local lleno de magia con una excelente programación de jazz. Desde 2006 y recién instalada en Madrid, no me he perdido casi ningún concierto. Y aquí, en este blog, quedan las fotos a cientos de músicos magníficos que han pasado por el Colegio Mayor San Juan Evangelista. Un lugar entrañable donde me siento como en casa. He creado muchos amigos que disfrutan con el jazz. Se han creado lazos de unión entre los fotógrafos asiduos. He creado lazos de amistad con los técnicos de luz y sonido. Me atrevo a decir que el Johnny es una gran familia. Me resisto a decir adiós al Johnny. Por supuesto este viernes iré.
Viernes 8 de Mayo de 2009 – 21:00 horas
Presenta el CD “Carlos Carli de donde vengo”
(entrada libre)