viernes, 4 de febrero de 2011

EL CRITICO MUSICAL, UNA ESPECIE EN EXTINCIÓN (2)


La música popular suele basar su éxito en reutilizar y revender la misma moto, haciéndonos creer que nos encontramos delante de una nueva tendencia, que los empresarios ya se han apresurado en aclararar que sale de lo que aceptamos como cultura de masas. Como ya decía Adorno en ‘El Cine Y La Música’ "son un par de trusts que se reparten el mercado y que lo gobiernan a pesar de que fingen obedecerlo atemorizados".

La calidad musical no suele ser en estos géneros el pilar fundamental de una crítica, tal como se hace con la música clásica, quizás porque no se le puede sacar tanto el jugo, y el crítico se limita más bien a informar de detalles efímeros como el vestuario, el atractivo sexual, la espectacularidad, si marca o no tendencias, cuando en realidad son factores accesorios más propios del mundo de la moda que de la música.

Aunque se acepta que la aportación de la música popular en la história de la música suele ser nula, hay excepciones (como el hecho de ver una exposición de John Lennon en la Cité de la Musique de Paris que nos animan a pensar que las críticas deberían hacerse igualmente desde el punto de vista "clásico", es decir, puramente musical, olvidando géneros, mitos, incluso las letras, para centrarse en qué hay realmente de "música" detrás de un producto que se vende, y crear una verdadera pirámide de calidad más allá de la estética y los gustos subjetivos de cada uno.

La idea de pirámide de Kandinsky, en cuyo vértice superior se situaba la música no comprensible (el arte supremo) fue un concepto tan genial como peligroso, porque si bien coincidía en muchos casos haciendo honor a grandes compositores, favoreció también la proliferación de individuos que se han beneficiado de esta idea ("si no lo entiendo, debe ser arte") para justificar la ausencia de talento. Y son precisamente estos personajes los que después acostumbran a despreciar la buena música comercial.

Basar la crítica en la valoración estética y mercantil por encima de los elementos más objetivos ha dado argumentos a aquellos que habían rechazado esa música desde un principio, metiendo por defecto la de más calidad en el mismo saco que el resto.

Como consecuencia, este hecho ha generado varias corrientes contraculturales que intentan reaccionar a la música que tiene el comercio como única finalidad. Pero atención: no porque una música sea alternativa implica que sea mejor que una que se vende a la gran masa. Todo forma parte del mismo juego de tendencias, solo que unas son más cools que las otras. Y seguimos olvidándonos del análisis musical.

Además, el hecho que mover masas, crear tendencias, estéticas, ya sea mediante videoclips, diseño, o películas, sean factores económicos tan poderosos, hace que la música termine siendo un medio de transmisión y control cultural, un escaparate.

Por esta razón es muy importante en una sociedad como la nuestra, dónde la música forma parte de nuestras vidas casi las veinticuatro horas del día, que alguien nos dé las pautas para saber escuchar y tener criterio. Y quien mejor que el crítico para hacerlo.

¿Cómo debería, pues, hacerse la crítica?

Se debería intentar un análisis riguroso y objetivo, centrado en la originalidad armónica, la producción u otros factores técnicos. Es evidente que un buen compositor clásico requiere una formación más sólida que uno de blues, pero el proceso analítico debería ser común en todos los niveles.

Los conocimientos de música que se imparten en las escuelas son nefastos. En general es una de las disciplinas dónde nadie se moja. Todo el mundo tiene una u otra opinión sobre arquitectura o pintura, pero por costumbre las opiniones musicales del público en general van precedidas siempre por un "yo no sé de música". Esta mezcla de miedo-respeto-adoración genera mitos que hacen que nadie opine con criterio y al mismo tiempo que cualquier adolescente (y no tan adolescente) sin formación musical ya crea sentir el glamour cuando se cuelga una guitarra al cuello.

Un tipo de crítica pedagógica dejaría al descubierto la audio-basura de forma análoga como se está haciendo en el mundo audiovisual. El factor "calidad" pasaría a ser un valor superior al "comercial" o "estético". El mínimo común denominador incrementaría dejando fuera de juego todo lo que musicalmente no cumpliera unos requisitos. Se crearían tendencias basadas en la calidad y en un primera fase se simplificaría la música en dos categorías: la buena y la mala.

Aunque la música es un vehículo de aceptación social o de reivindicación de ideas, la crítica debería ser capaz de ofrecer las herramientas para adiestrar el oído de forma objetiva y estructural, aportando datos tangibles que contribuyesen en la educación del oiente más allá de la vanidad exhibicionista del crítico.

A pesar de que la música continúe quedando en segundo plano, estaríamos ayudando a formar un público con más criterio.


"Stereotips" (Ferran Cruixent, Joan Carles Martorell, Xavier Julià)

http://www.stereotips.com/spip.php?article15

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