jueves, 27 de agosto de 2015


Andrea Motis y el debate autonómico



La patria del músico de jazz es su música

Sabe el lector que Andrea Motis & Joan Chamorro Group actuaron en San Sebastián, durante el festival, y la que se ha armado en los medios a raíz de la susodicha actuación, que enardeció a la audiencia hasta hacerla saltar de las sillas, los que tenían, y enfadó a la crítica presente en la Trini con idéntica rara unanimidad. El interesado puede echarle el ojo a mi crítica, publicada en el diario El País (1) que, aunque menos, también mereció algún que otro varapalo por parte de la parte contratante de la primera parte, según me cuentan, puesto que yo ni he visto ni he leído cosa al respecto. Más ha sido otro quien, con su opinión, ha desatado el rosario de comentarios en Facebook, a los que me hubiera sumado con gusto si no me lo hubiera impedido mi proverbial ignorancia de los mecanismos que rigen en éstas cosas. Total, que cuando, después de mucho intentarlo, descubrí cómo hacerlo, me encontré con que el/los administrador/es del grupo en cuestión había/n puesto el candado: “contenido no disponible”. Pues bueno, pues vale; para eso tengo un blog.

La cosa, que la susodicha critica de Jaun Ez, publicada el 07/08/2015 en http://www.distritojazz.es/ con el enigmático título de “Podría haber sido peor”, derivó en un ardiente debate autonómico y en otra cosa: la vieja historia del “tiro al crítico”. Nada a lo que no estemos acostumbrados.

Empezando por el principio.

El “fenómeno adolescente en Cataluña”, donde quiere decirse “Andrea Motis”, no le parece gran cosa a Jaun Ez en su crónica: “vale, la chica canta (quienes la han visto antes dicen que ha mejorado mucho, así que ellos sabrán) y toca la trompeta (que, dicen, también ha mejorado en este aspecto), pero lo hace de una manera bastante maquinal, dando la impresión de que no acaba de entender muy bien qué es lo que está cantando, ni por qué, ni para qué”. Y pone como ejemplo su versión de ‘Bésame Mucho’, “porque para hacer bien esa canción hay que haber besado mucho y sufrido mucho de amor (…) y no da la impresión de que Andrea Motis haya hecho ni lo uno, ni lo otro ni lo de más allá. Lamento decirlo”, concluye, “pero ha sido una de las peores versiones que he escuchado de esa canción en mi ya larga experiencia de oyente de conciertos”.

“Mariona”, en su comentario al escrito de Ez, fija su atención en el director artístico de la primaveral cantora y trompetista: “Motis es la gallina de los huevos de oro de Chamorro que se está forrando con ella (y con otras promesas)”, escribe, “y acabará destrozándola y consiguiendo que en 3 años dejé la música. El proyecto es simplemente una caja registradora y cómo funciona y recibe una exposición brutal en los medios de comunicación pues los programadores la programan hasta en la sopa, aunque en privado reconocen que la propuesta es para turistas del jazz”. Ante esto, el acusado se limita a poner distancia. Su respuesta, entre concisa e irónica, no deja lugar a dudas: “jejejeje”, en un caso; “Jajajaja “, en el otro, dependiendo de si Facebook o Twitter.

Hasta aquí, todo bien. Lo malo empieza con la afirmación del crítico contenida en el mismo relato, en la que se refiere al jazz catalán “tan abatido y mustio en los últimos años”; un jazz catalán cuya gran esperanza, escribe, se llama Andrea Motis. Y hasta ahí podríamos llegar.

“Ya te puedes imaginar que programadores y músicos catalanes están destrozando en redes sociales tu crítica”, le advierte Mariona al autor de la frase en cuestión. “Eso de “jazz catalán, tan abatido y mustio” ha sido una puñalada”, sentencia. De los primeros en responder, Pol Omedes Casacuberta, cuando habla del “desconocimiento de la materia por parte del crítico y quienes le secundan: “¿estabais el otro día cuando Marco Mezquida tocó a piano solo en el Palau de la Música (músico joven ya de reconocimiento internacional)?; ¿estabais ayer en el festival de jazz de Marciac viendo al super grupo de Raynald Colom?; ¿de Agustí Fernández, sabéis algo de él?; ¿Giulia Valle os suena?” (2). Y concluye: “No creo que tenga mucho sentido criticar la escena catalana cuando es la más fructífera a nivel de músicos del estado”.

Me van a permitir que no manifieste mi opinión sobre tema tan delicado como personal, además de carente de sentido alguno. Otra cosa son las consecuencias.

La prontitud en la respuesta por parte de quienes se dicen “afectados” por el comentario, habla por sí misma: “Barcelona es el epicentro de la música en España le guste o no a quien sea”, sentencia Víctor Correa. Si algo caracteriza al jazz made in Catalunya (entendiendo por tal el interpretado en dicho territorio histórico por los nacidos o residentes en dicha comunidad/territorio histórico) es la cohesión interna; y si algo a la madrileña –hablo de lo que mejor conozco-, lo contrario: la desunión. ¿Imagina el lector qué hubiera ocurrido si, en lugar de referirse al jazz en Cataluña, el crítico hubiera hablado del jazz madrileño?. Probablemente, nada.

Llama la atención la insistencia de los arriba mencionados en apelar a la “situación de dificultad cultural en la que nos encontramos”; así, en el comentario ya referido de Pol Omedes Casacuberta, o en el de Pere Pons, alma, corazón y vida del Jamboree Jazz club barcelonés, cuando habla de “unos músicos (en Cataluña) tan homologables a la escena europea o incluso norteamericana de su generación, pero desprovistos de los apoyos públicos y privados que ellos sí tienen, precisamente porque saben mirarse el ombligo y sentirse orgullosos de lo que generan”; “nos falta mercado interno”, coincide Vicens Martín, “que se ha desplazado a consumir otras cosas (las que les han ofrecido desde muchos medios)” (3). Acaso llevemos en ello cierta ventaja quienes vivimos en nacionalidades/comunidades autónomas gobernadas por quienes nunca han prestado la menor atención al patrimonio jazzístico propio, que son todas, menos Cataluña. Un ejemplo: el majestuoso stand que el Departamento de Cultura de la Generalitat de Catalunya tenía a bien instalar cada año en Bremen, durante la feria del jazz “Jazzahead!”, la más importante de cuantas se celebran en Europa. Ignoro si tan saludable costumbre se mantiene o, como tantas otras cosas, ha sido víctima de los recortes en el presupuesto.

Visité la feria en un par de ocasiones, y la sensación siempre fue la misma. Uno acudía al susodicho macro stand en busca de información y caramelos, y salía cargado con la discografía completa de Giulia Valle, su caché y marca de desodorante, y un sentimiento entremezclado entre la admiración y la envidia (insana, por supuesto). Con las limitaciones que se quiera, el jazz contaba para los responsables de la cosa pública en Cataluña. Deduzco que parte de esto se ha venido abajo con la crisis, y de esos polvos, los actuales lodos. Y, aún así, existe una Associació de Músics de Jazz i Música Moderna de Catalunya, y una publicación, que editan los mismos, en la que uno ha tenido la oportunidad de colaborar. Es así que su presidente, el de la “Amjm”, aprovecha la circunstancia del debate en las redes sociales para invitar a los compañeros de Distritojazz a cualquiera de los 15 conciertos que organizaremos en septiembre dentro de nuestro Festival "L'Hora del Jazz", en su 25 aniversario”. Total, que de “abatido y mustio”, nada: pujante y “bien regadito”. Y sí, pero no.

Haciendo una excepción  a la norma de no responder ningún comentario, los responsables de la página Web toman la palabra: “no hay que confundir nunca cantidad con calidad”, avisan. “Así, los gallegos, que representan el mejor jazz que se hace en España ahora mismo y que han sido capaces de sacarse de la manga el ‘jazz palleiro’, tienen una calidad que ni de lejos tienen los catalanes”. Y para que conste: “esta web ha tenido a notables colaboradores catalanes (M. Bricullé, Albert Marqués, Vicente Zúmel,…) que han dado cuenta de la actividad musical en Barcelona y alrededores. Así que sí, sabemos de qué va eso del jazz catalán, y es por ello que (re)afirmamos que el jazz catalán está en un proceso de descomposición acelerado”.

Mejor o peor, el jazz catalán –y esto es nuevo- no sale de Cataluña; quienes si salen son los jazzistas catalanes de nacimiento o adopción, sea por su disposición de ánimo favorable, su disponibilidad o por contar con los apoyos necesarios entre los promotores y managers, lo que nos devuelve a la contestada presencia del jazz catalán en el pasado Festival de Jazz de San Sebastián (4).


El crítico, en el ojo del huracán

Inadvertidamente, la polémica va a derivar del objeto al sujeto; de la crítica a quien critica, y al oficio de crítico en general: “muchas gracias por los ánimos que nos dais desde Distritojazz a los músicos que llevamos toda la vida en esto”, apunta irónico (un suponer) Jordi Gardeñas Martínez. “¡Qué vergüenza de críticos, Dios mío!”.

Ignorantes, soberbios, eunucos (sic)… los adjetivos no faltan cuando se trata del crítico de jazz. Aún así, llama la atención la virulencia de Marce Merino hacia el estamento crítico, con pocas excepciones. “En España no hay críticos de jazz”, escribe, “el último merecedor de tal calificativo desgraciadamente nos dejó hace unos meses” (5). El amigo Marce ignora a quienes, sin ser Cifu ni pretenderlo, venimos desempeñando el oficio desde tiempo inmemorial lo mejor que podemos (6).

Sobre Motis-Chamorro escribe: Chamorro es un grande, no lo conozco personalmente, ni a Andrea Motis tampoco, pero llevo tocando esta música desde hace...aún no habían nacido los de Distritojazz y éste fenómeno de la Motis y otros chavales solo tiene un nombre: trabajo y respeto por la música”.  Su fe ciega en el buen hacer de la pareja se corresponde a la “indignación” (sic) que le produce el texto de Jaun Ez: “hace bien poquito le pregunté a Cifu, ¿qué será del jazz "no tocado" cuando tu no estés?”. Aquí tenéis la respuesta: la atrevida ignorancia”; “¿qué es peor, la ignorancia o la indiferencia?”, se pregunta Merino en otro de sus comentarios. Y se responde: “ni lo sé ni me importa”.

Siguiendo con el asunto, Eva Dénia introduce una nueva variante en la polémica cuando se refiere a los conocimientos musicales exigibles o no a quien oficia como crítico musical: “para hablar de música hay que ser músico. Y para hablar de jazz hay que saber mucha música. Díganme qué formación tienen y qué instrumentos tocan, señores críticos”. Lo que expresa Merino a su modo contundente: “de música, con todo el respeto: ni puta idea” (7). Pongamos que sea así, y deba exigirse un nivel de formación musical a todo aquel que pretenda escribir sobre jazz. En ese caso, y por la misma razón, todo aquel que manifiesta su opinión por escrito en público deberá hacer constar su condición de escritor o periodista (lo que redundaría en la calidad de la información que se transmite a través de Facebook, entre otras cosas) (8). ¿Absurdo?. Puede que no tanto.

Así las cosas, me quedo con la ponderación y el buen gusto -algo que “siempre debe exigirse”, en opinión del recordado Javier Krahe- que demuestran Pere Pons y Vicens Martín en sus respectivos comentarios: “no seamos prepotentes ni pensemos que somos la hostia, que a veces somos demasiado autocomplaciente” (el segundo); “… admiramos (desde Cataluña) la ingente creatividad y resistencia de la escena jazzística galega, el ímpetu de la nueva ola andaluza con los revulsivos Aurignac, Oliver y Julián Sánchez al frente; la constancia y la vitalidad regeneradora de los vientos de Levante (también Paissos Catalans), la lucha por subsistir de la escena de Madrid y su capacidad para asimilar las tradiciones del latin y el flamenco…” (el primero). Únase a ello el saludable sentido del humor que exhiben Pere Soto -¡cuánto tiempo sin saber de él!- y Albert Bover, con su selección de títulos cinematográficos y/o novelescos aplicables a la situación del jazz en Cataluña: “se abre el telón y se ve tocando a un grupo de músicos de jazz catalanes. ¿Cómo se llama la película? "La noche de los muertos vivientes"”.

Chema García Martínez


Notas


(2) Curiosamente, el jazz catalán, en éste caso, viene representado por un menorquín, un mallorquín, un francés y una italiana, lo que da idea de la universalidad del jazz, pese a quién pese.

(3) Al respecto de la situación del músico en España y la consabida falta de mercado léase: http://cultura.elpais.com/cultura/2015/07/08/babelia/1436365819_883981.html

(4) Añádase a ello la polémica surgida en Facebook y regiones limítrofes en torno a la idoneidad de los músicos elegidos para acompañar al saxofonista Benny Golson  en su concierto de la sala Kursaal, todos ellos nacidos o residente en Cataluña (http://cultura.elpais.com/cultura/2015/07/25/actualidad/1437819663_788166.html)

(5) Por dónde, el propio “Cifu”, con buen criterio, nunca se consideró a sí mismo un crítico, ni un historiador. Su papel, en sus palabras, era el de “divulgador”; lo que me consta por habérmelo participado el propio interesado en más de una ocasión.

(6) No están todos los que son, pero sí son todos los que están: http://www.cuadernosdejazz.com/index.php?option=com_content&view=article&id=3293

(7) Permítase llamar la atención acerca de la incongruencia de reunir en una misma frase las expresiones “con todo el respeto” y “ni puta idea”, por cuanto el uso de la segunda excluye expresamente lo primero. Que donde hay de lo uno, no puede haber de lo otro: o “respeto”, o “ni puta idea”, pero las dos cosas juntas, como que no.

(7) “El que no sabe escribir”, apuntaba Florencio de Valeránica finalizando el siglo décimo, “piensa que no cuesta nada, pero es un trabajo ímprobo”. El asunto, acuciante como pocos, excede los límites de éste modesto “post”.

5 comentarios:

  1. Hola Chema.
    Sin ánimo de crear más polémica, y a la vista de ciertas cosas que leí en este post.
    Vi parte de la actuación que emitió TVE 2 hace unos días de Andrea Motis y Cia. La verdad es que no me gustó, lo veo más como un concierto didáctico para niños, pero, no como broche de un festival que cumple 50 años.
    Tampoco voy a entrar en que Juán Chamorro está explotando el perfil de "lolita" del jazz de Andrea para hacer bolos, por lo que leí, la chica tiene 20 años, es decir: mayor de edad. Ella elige y decide.
    Voy a romper una lanza a favor de Andrea. Saben algunas de las personas que opinan tan alegremente, cuánto tiempo y trabajo lleva hacer sonar una trompeta, afinar y ligar unas frases que tengan sentido? Mucho tiempo y dolor de labios. Cantar, otro tanto, y saber estar en un escenario tampoco es fácil. La buena música siempre es difícil, l@s grandes lo hacen fácil, y para eso hay que sufrir y trabajar. Deseo que muy pronto esta chica vuele libremente (corre el riesgo de convertirse en un juguete roto) haga lo que quiera con su vida, pero, si de verdad quiere hacer jazz del siglo XXI y crearse una identidad en este mundillo, debe soltar lastre y hacer música con músic@s de su generación.

    Un saludo. Ana Coreta.

    (continuará)

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  2. A la espera de la continuación...
    Tienes mucha razón en lo que dices: no era un concierto para un festival que celebra sus 50 años de existencia, y aunque no los celebrara. Mi opinión sobre lo escuchado la tienes en la crónica que escribí, en la que constato que, opine lo que opine el crítico, al personal le encantó el concierto. Está por ver si el que paga manda, o no.
    Lo de Chamorro como explotador, se refiere a que él empezó a trabajar con Andrea -y no sólo con ella- cuando era una niña, con lo que lleva varios años con ella.
    Y sí, tienes razón el lo difícil que resulta tocar una trompeta -lo sé por propia experiencia- y la ligereza de algunos opinando, sin ánimo de señalar.
    En cuanto a lo que debería tocar o no Andrea, personalmente, cualquier opción me parece digna de respeto, siempre que se haga bien.
    Saludo.

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  3. Continuo, y no te hago esperar.
    También intenté tocar la trompeta y desistí, algunos días canto en la ducha, como la mayoría.

    Existiría la figura del crítico sin el arte? Es mejor el arte de mayorías, que el de minorías? Por qué creamos? Quién decide lo que es arte, o no? Bueno, varias preguntas que darían para un intenso debate.
    Como en todo, hay crític@s que son buenos (imparciales) cosa difícil, y dan testimonio sincero de un evento o muestra, esto lo podríamos extrapolar a la vida pública, donde hay un sector de la población (que también incluye a las personas que se dedican a la crítica) que por ideología, profesión, familia, suerte vital o ánimo de provocar se inclina a defender o atacar aquello que le parece. Ejercicio muy sano y necesario, en un país donde cada vez se lee menos.
    Tod@s somos críticos, y l@s artistas, por principios estéticos u otros, más todavía. Es difícil encontrar a una persona creadora que se muestre satisfecha con su obra, pero, ahí creo que radica el meollo, la esencia del arte auténtico.
    En general, estamos perdiendo la capacidad de intuir y bien escoger. El consumo brutal de información aturde a la mayoría y nos convierte en manada de pensamiento único, lo cual, cada día me asusta más a la vista de los resultados de mayorías absolutas (que no son tales). La criba del tiempo acaba poniendo a cada uno en su sitio, y la opinión del espectador siempre es respetable, aunque no guste. Supongo que para una persona creadora, envuelta en la bruma de la duda, puede ser más útil una crítica que un falso halago. El espejo no engaña, y la grabación en directo tampoco.

    En cuanto a la cuestión catalana/fenicia. Pueblo hábil para los negocios, históricamente avanzado respecto al resto de comunidades, sólo me gustaría añadir que tuvieron la suerte de haber disfrutado más asiduamente del mejor músico de jazz hispano: Tete Montoliu, y creo que la primera escuela de este género, el Taller de Músics, que inició allá por el otoño de 1979 la pedagogía del estilo, por donde pasó lo más granado del jazz patrio, lo cual, no quiere decir que en la actualidad sean los mejores e imprescindibles. Afortunadamente, hoy en día, hay muchas escuelas y grandes profesionales, que gracias a esta música pueden llenar la nevera, pagar facturas e ir tirando, porque si fuera por los bolos, otro gallo cantaría. El sindicato de músicos también está funcionando y dignificando la profesión, algo muy necesario.
    En resumen. El jazz hispano a día de hoy es una realidad, hay much@s músic@s, abundan los festivales, hay escuelas donde formarse, hay público, y también hay medios (pocos) y críticos.
    Por eso, "re-clamo" a programadores, gestores culturales y taberner@s que apuesten por las propuestas de este país, y den la oportunidad a las nuevas voces. El jazz siempre será la música del futuro, porque la improvisación es imaginación (que nunca sobra) y las buenas melodías seguirán ahí, haciéndonos felices ante la estulticia general de quienes siguen diciendo amén al patrón.

    Un abrazo Chema, gracias por permitirme expresar en este blog mi opinión.

    Ana Coreta

    P.D. No quería olvidarme del gran Lou Bennett, culpable de mi flechazo con el jazz.


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  4. Por partes:

    En cuanto a la crítica, todos somos críticos, la diferencia es que algunos lo hacemos en público y otros no. El propio Cifu era un crítico feroz en privado.

    Al crítico debe exigirse argumentación, conocimiento de la materia, respeto hacia el criticado y, no menos importante, una mínima calidad literaria; y a los que critican al crítico, lo mismo.

    Sobre el debate autonómico, me abstengo de opinar por los motivos que expongo en el post.

    Respetando tu opinión, tengo mis dudas de que el jazz sea siquiera la música del presente, no digamos la del futuro. Pero ésta es otra historia.

    Muchas gracias a ti por brindarnos tus muy inspiradoras reflexiones.

    Nos vemos en la próxima.

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  5. Hola de nuevo.
    Quiero corregirme el comentario anterior, donde escribo sindicato, quería decir: associació de músics de jazz i música moderna de catalunya (AMJM), al cual están asociados un montón de músic@s.

    Voy a darte la razón en parte sobre lo que dices del jazz, teniendo en cuenta que en los años 20, alguién denominó rey del jazz a Paul Whiteman, y luego vino el swing, be bop, cool, hard bop, free jazz, avantgarde/new thing, jazz-rock, acid jazz, hip hop, etc..., donde sí destacaría una figura clave, el "boss" Miles Davis, que desde el be bop, pasó por todos los estilos que cité.
    Y también me gustó una frase de Anthony Braxton, que decía algo así: "Sé que soy saxofonista, afroamericano, pero, también sé que no soy un músico de jazz".
    Esto es un negocio, donde los que menos mandan son los músicos, y son ellos los que mantienen la llama cada noche que se suben a tocar e improvisar. Larga vida a esta música y ánimos a sus amantes!

    Un saludo.
    Ana Coreta

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