domingo, 22 de julio de 2012



Memoria de un superviviente

El Festival de Jazz de San Sebastián homenajea a Jimmy Cobb

Jimmy Cobb lleva 65 años haciendo lo mismo. Es lo que se dice un “baterista de oficio”. Por su vera verita han pasado los más grandes, Miles Davis y John Coltrane, Billie Holiday y Sarah Vaughan. Lo notable, en su caso, es que está aquí para contarlo. Es un superviviente y, como tal, se le ha querido reconocer otorgándole el premio Donostiako Jazzaldia 2012.

El acto solemne de entrega tuvo lugar el pasado viernes de mañana en uno de los espacios abiertos en el teatro Victoria Eugenia con motivo del festival de jazz. Hubo discursos a cargo del alcalde de la ciudad, Juan Karlos Izaguirre, el director del festival, Miguel Martín, y el propio homenajeado, quien se dijo emocionado por el premio y confiado en el futuro del jazz. Uno piensa que a Cobb habría que rendirle homenaje aunque no fuera más que por haber mantenido una relación sentimental con la temperamental e insaciable Dinah Washington.


En su concierto de la tarde, celebrado en el propio teatro, el premio Jazzaldia 2012 voló ligero como una pluma por encima de su instrumento junto a otro superviviente, el guitarrista Larry Coryell, famoso por su velocidad de crucero navegando por las 6 cuerdas en tiempos en que estas cosas se tenían muy en cuenta. Coryell es un superviviente de sí mismo. También él está aquí para contarlo tras una vida viajando por el lado salvaje. A la vejez, el titán de la fusión se ha reinventado como músico de jazz en la línea de un René Thomas. A veces se le va la olla, y le sale un “Bolero” de Ravel de aquella manera que uno no sabe muy bien cómo definir sin resultar hiriente.
Junto a ambos, un viejo conocido de la afición: el organista Joey DeFranceso, capaz de tocar los bajos en el teclado con una mano y la trompeta con la otra en un estilo comedido y poético que recuerda en mucho al de Miles Davis. Si hace 3 años, Cobb visitó nuestro  país interpretando la música de “Kind of blue”, en el 50 aniversario del mejor disco de jazz de la historia, en esta ocasión la cosa fue por el lado de los standards. Pero para eso están los standards. Denle un “Old folks”, o un “Would you still be mine”, o un “I´m getting sentimental over you” a alguien como Jimmy Cobb, y verán lo que es capaz de hacer con él.


Del Victoria Eugenia la grey jazzísitca se desplazó a la plaza de la Trinidad, para asistir al regreso del guitarrista Marc Ribot con sus Cubanos Postizos al festival donostiarra. Han pasado los años, trece para ser más exactos. El concepto permanece. En su calidad de miembro distinguido de la “intelligentsia” neoyorquina, Ribot se sumerge en las aguas de la tradición musical afrocubana (Arsenio Rodríguez) y la transfigura hasta convertirla en un híbrido de 2 cabezas. Aquí cada cual corre por su cuenta, los psicodélico-jazzistas, por un lado, los cubanos, por el otro. Al final, uno no sabe muy bien si echarse al ruedo a mover el esqueleto o permanecer en la silla escuchando la música con aire concentrado. Sea lo que decida, Ribot le ofrecerá argumentos suficientes para pensar que se ha equivocado.


Tras Ribot y la consiguiente interminable espera, llegó el turno de Melody Gardot. Uno optó por tomar las de Villadiego durante su actuación pensando que el lector a conoce sobradamente a la escultural y fotofóbica cantante y porque, a la misma hora, hacía su presentación en Zurriola el joven pianista prodigio Matt Savage, a quien hubiera dedicado gustoso unas líneas si hubiera sido capaz de escuchar algo de su concierto. El gentío y la precariedad del escenario elegido me lo impidieron. La escena se repitió más tarde con el recital que ofreció el trompetista Peter Evans durante la “Noche del Jazz”. Imposible acceder al mismo ni aún sobornando al ejército de azafatas que muy amablemente le indicaban a uno la puerta de salida: “lo siento, señor, pero está lleno”. Si me lo preguntan, no podría estar más de acuerdo con la política del festival de no hacer distingos entre los distintos tipos de público, pero resulta que uno está haciendo su trabajo. En otros lugares estas cosas se tienen en cuenta.


Chema García Martínez

2 comentarios:

  1. La mejor manera posible de promocionar el jazz, consiste en prohibir la entrada a los críticos... ¡Qué país!

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  2. Con que simplemente nos dejaran hacer nuestro trabajo...

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