jueves, 12 de agosto de 2010

SAN SEBASTIÁN 2010: LO QUE SE QUEDÓ EN EL TINTERO (1)

Shibusa Shirazu Orchestra
Foto: J. M. García Martínez
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Bienvenidos a “Friquilandia”

Aquí, el personal, vino a escuchar a Patti Smith, 20.000 “fans” sobre las blancas arenas de la playa de Zurriola, y se encontró con la Parada de los Monstruos en versión jazz, que si tú eres raro, yo lo soy el doble. La cosa empezó a eso de las 8, con Terje Rypdal, “el Jimi Hendrix de la tundra”, compartiendo uno de los varios escenarios dispuestos en torno a Zurriola con su viejo colega Miroslav Vitous –una mano en el contrabajo, la otra en el “Mac”- y el batería Gerald Cleaver. Una actuación que puso a prueba los nervios de quienes, invitados por la gratuidad del acto, se dieron de bruces con una masa sonora viscosa y resbaladiza situada en algún lugar sin concretar de la galaxia musical. Unos cuantos huyeron despavoridos. Otros aguantaron hasta ver cómo terminaba el asunto. A estos, el trío les dedicó un blues agónico con el que dieron se despidieron y si te he visto, no me acuerdo. Un poco más allá, en otro escenario, un tipo tocaba de pie al piano canciones de Kurt Cobain, Coldplay y Michael Jackson (y Duke Ellington). ELEW, con mayúsculas, adopta al teclado la postura del velocista esperando la orden de salida. No es lo que se dice un instrumentista refinado. El muchacho nacido como Eric Lewis atiza las teclas con furia desatada mientras mira al tendido en actitud desafiante. Sus versiones de “rockjazz” (sic) son discutibles, sin embargo, gustan el respetable. Y es que también en el reino de los friquis hay sus categorías. Por ejemplo, están los que resultan directamente inescrutables: Supersilent, trío noruego de electro-free-jazz en donde hay uno –Helge Steen- que toca el “audio virus” y hay quien, como servidor, todavía está esperando a que alguien le explique qué demonios es eso. Y está la “Orquesta Nunca Serás Guay” (Shibusa Shirazu Orchestra, en japonés, en el original). 25 intérpretes desnudos y a medio vestir evolucionando a su antojo, entre músicos y bailarines, más un pintor y un video-artista, y un maestro de ceremonias en tanga de color rojo, y un engendro hinchable de considerables dimensiones que a nada abandona el escenario para sobrevolar al gentío. A lo suyo, se le conoce como “charanga avant-garde”. A ellos, los componentes de la orquesta, el nombre les encanta.
Chema García Martínez

foto: J. M. García Martínez

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