45 Heineken Jazzaldia
Una falta de respeto
Una falta de respeto
Hace muchos años, un contrabajista de jazz llamado Charles Mingus compuso una de las odas más conmovedoras jamás escritas en honor a un colega desaparecido en combate, y hasta es posible que la interpretara en su concierto en este mismo Festival de San Sebastián, año de 1974. El título de la pieza hace alusión al sombrero con forma de pastel de carne que Lester Young utilizaba de habitual: “Goodbye, Pork Pie Hat”. 35 años más tarde, otro contrabajista finalizó su concierto en San Sebastián interpretando esta misma pieza en forma y manera que, se pretendía, adecuada a los tiempos que corren. La composición, un prodigio de sensibilidad y ternura, quedó convertida en manos de Stanley Clarke en un correcalles al estilo de La Charanga del Tío Honorio. Mala cosa: el bajista es de los músicos que encandilan a una mayoría y los críticos solemos detestar. Resulta lógico suponer que muchos ni siquiera sabían lo que estaban escuchando. Pero hay cosas que van más allá de lo opinable. Se empieza faltándole el respeto al abuelo y se termina arrojándole colina abajo en un descuido o interpretando la “Novena” en versión “chunda chunda”.
Así pues, y con permiso del señor Clarke, uno se queda con el concierto que ofreció algunas horas antes el trompetista Wadada Leo Smith junto con su cuarteto en el teatro Victoria Eugenia. Menudo contraste. Smith ejecuta un “free jazz” teóricamente no apto para todos los públicos que, sin embargo, arrastra a la audiencia. Será porque no le falta al respeto a nadie y cuando recuerda a sus mayores –Miles Davis- es para extraer de su música el jugo que da vida a sus interpretaciones. Y éstas resultan decididamente hermosas.
Después de algo así, la música de Dave Holland y Pepe Habichuela, que abrieron la jornada en La “Trini”, supo a poco y menos. Un proyecto que, a los 3 años de su puesta en marcha, ha perdido la espontaneidad de sus inicios dejando en evidencia sus múltiples carencias. El acercamiento del contrabajista inglés al flamenco cojea por donde hay quien ha movido ficha –el propio Holland- y quien va a lo suyo, que son todos los demás, y ya me dirá el lector qué sentido tiene escuchar un recital flamenco con un contrabajista que de duende anda justito, habiendo un Javier Colina.
Así pues, y con permiso del señor Clarke, uno se queda con el concierto que ofreció algunas horas antes el trompetista Wadada Leo Smith junto con su cuarteto en el teatro Victoria Eugenia. Menudo contraste. Smith ejecuta un “free jazz” teóricamente no apto para todos los públicos que, sin embargo, arrastra a la audiencia. Será porque no le falta al respeto a nadie y cuando recuerda a sus mayores –Miles Davis- es para extraer de su música el jugo que da vida a sus interpretaciones. Y éstas resultan decididamente hermosas.
Después de algo así, la música de Dave Holland y Pepe Habichuela, que abrieron la jornada en La “Trini”, supo a poco y menos. Un proyecto que, a los 3 años de su puesta en marcha, ha perdido la espontaneidad de sus inicios dejando en evidencia sus múltiples carencias. El acercamiento del contrabajista inglés al flamenco cojea por donde hay quien ha movido ficha –el propio Holland- y quien va a lo suyo, que son todos los demás, y ya me dirá el lector qué sentido tiene escuchar un recital flamenco con un contrabajista que de duende anda justito, habiendo un Javier Colina.
Chema García Martínez
Querido, en este país todavía acomplejado (con motivo, oiga) nos encanta ver que las titilantes estrellas del firmamento mundial se fijan en nuestra (una, grande y libre) música propia. Y así, salvo Paco, el resto de pata negras suben a nuestros (subvencionados) escenarios de la manita de los titilantes foráneos y así pasa lo que pasa... que cuando se ponen a hacer paella se les pasa el arroz y así no puede ser oiga pero... ¿y la gracia que hace?
ResponderEliminarsí, a veces resulta un tanto patético. Esto de Holand y Habichuela tuvo su gracia al principio, el disco no está mal, pero...
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