Herb Jeffries
Entre el jazz y el afro-western
Uno no siempre puede
elegir el tipo de vida que va a llevar. Y si no, que se lo hubieran preguntado
a Herb Jeffries. Los caprichos del destino hicieron de él el primer vaquero
cantante afroamericano en Hollywood y uno de los escasos cantantes masculinos
de jazz de la historia, antes de convertirse en improvisado empresario de la
noche parisina. La única constante en su vida fue, podría decirse, la
inconstancia. Jeffries falleció el pasado 25 de mayo a la muy respetable edad de 100 años, en la ciudad de Los Angeles, debido a un fallo cardíaco.
Nacido como Umberto
Alexander Valentino (o Herbert Ironton Jeffries, según algunas fuentes) un 24 de septiembre de 1913, en la ciudad de
Detroit, Herb Jeffries era un compendio viviente de todas las razas conocidas o
por conocer: por sus venas corría sangre irlandesa por parte de madre, amén de francesa,
siciliana, etíope, magrebí, portuguesa, española, india americana y negra, la
cual, según el interesado, predominaba sobre las anteriores. En un mundo
racialmente bipolar, Herb pasó de blanco a negro con una liberalidad que mueve
a la duda razonable. Si, como afirman sus biógrafos y remachaba el propio
interesado, se mostraba orgulloso de su parte negra, no dudó en declararse
blanco cuando era preciso, ya fuera para obtener una licencia de matrimonio o
conseguir un empleo. Algo estaba claro: blanco o negro, nadie pudo dudar de su instinto
para los negocios, que le llevó a descubrir un nicho de mercado en la música de
jazz que interpretaban las orquestas negras en Chicago. Sin edad para firmar
contratos, Jeffries marchó a la Ciudad Ventosa en busca de su oportunidad.
Durante un tiempo, recorrió los cabarets del South Side propiedad de Al Capone
y demás ilustres mecenas de los tiempos heroicos. Con 19 años, se convirtió en
el cantante titular de la Vendome Orchestra del violinista Erskine Tate.
Jeffries –la piel clara, los ojos azules- salía a escena con el rostro
oscurecido para no levantar suspicacias, lo que terminó convirtiéndose en un
hábito.
No duró mucho en el empleo. Actuando junto a Tate en el Savoy
Dance Hall, fue “asaltado” por Earl “Fatha” Hines, quien a poco le estaba
ofreciendo un nuevo empleo convenientemente remunerado. Jeffries pasaba así a
la primera división del jaz,z en un momento en que el pianista, famoso por sus
grabaciones junto a Louis Armstrong, labraba su fama como director de su propia
orquesta: “Earl Hines era lo máximo a lo que podías aspirar en aquellos años”
(Doc Cheatham). La voz del joven cantante viajaría a lo largo del país a través
de las ondas hertzianas, acompañando a
Hines y su orquesta, en directo desde el Grand Terrace Cafe. Son los años de la
Exposición Universal de Chicago de 1933; el aficionado acaba de descubrir el
“verdadero jazz” y Herb Jeffries estaba allí, en medio de todo ello. Aún así,
su carrera de crooner tampoco
duraría.
Asistiendo a una proyección cinematográfica en el Sur del
país durante una gira con Hines, Jeffries volvió a tener uno de esas súbitas
iluminaciones que cambian la vida: “era una película de vaqueros. De repente me
di cuenta de que los pequeños de piel oscura, no sólo negros, también
puertorriquenses, mejicanos, todos ellos no tenían un héroe de película”.
Decidido a convertirse en “la respuesta afroamericana a Gene Autry”,
el cantante estableció contacto con Jed
Buell, un productor independiente de series B bien relacionado entre los
directores de estudio de Hollywood. Su respuesta fue determinante: “olvídalo.
No eres lo suficientemente negro”. Nada que no pudiera solucionarse con un poco
de maquillaje.
En 1937, el “vaquero de bronce” hizo su primera en pantalla
interpretando sus propias composiciones de estilo country."Harlem on the Prairie”,
comercializada como “el primer western musical negro de la historia”, recorrió
con algún éxito el circuito de las "sepia movies". Su protagonista no
perdió el tiempo: en sólo 2 años rodó 3 nuevos westerns musicales -"Two-Gun
Man from Harlem," "The Bronze Buckaroo" y "Harlem Rides the
Range”-, ninguno de ellos una obra maestra del Séptimo Arte, pero qué
importancia tiene algo así cuando uno puede recorrer el país montado en un Cadillac,
con 2 cuernos de toro luciendo en su frente y el nombre impreso en letras
doradas a ambos lados. En su actuaciones, Jeffries daba muestra de sus
habilidades como cantante, lanzando el lazo y haciendo girar su Colt 45 a la
velocidad de un tiovivo desbocado. Aún así, su mente calculadora le llevaba a
no hacerse ilusiones. Sabía de lo efímero de su reinado, sustentado en unas
producciones de baratillo “de serie C”, a lo que se unía su proclamada
renuencia a actuar en papeles de criado
en producciones “blancas”.
El destino vino nuevamente en su auxilio durante una visita
promocional a su ciudad natal. Jeffries asistía a un concierto de Duke
Ellington cuando fue invitado a subirse al escenario y cantar con la orquesta,
de lo que derivó una invitación formal a unirse a la misma: “ni lo dudé”. Eso
sí, tuvo que cambiar de registro para adaptarse a los requerimientos del
repertorio; de ser un “exquisito y seductor tenor lírico” pasó a un
"barítono sedoso y sensual”, en palabras del crítico Jonny Whiteside. Su look cambió en consonancia hacia el
modelo de galán latino de bigote “a la Gable” y elena aplastado bajo el peso de
la brillantina. El binomio Ellington-Jeffries dio sus mejores resultados en
temas como "In My Solitude", "I Got It Bad and That Ain't
Good", "When I Write My Song", "Jump for Joy” y “Flamingo”,
todo un éxito de ventas en el año 1941, que el tiempo convirtió en un emblema
kitsch. Consecuencia de ello, el antiguo
“Vaquero de Bronce” dejó su lugar a “Mr. Flamingo” una marca de éxito que
Jeffries explotó con saña en su actividad como empresario, que le llevaría a
abrir su propio nightclub en París, bautizado, lógicamente, con el
nombre de “The Flamingo”. En lo sucesivo,
su actividad pública se ceñiría a algunas apariciones en series televisivas de
éxito –“El virginiano”,
“Hawai 5-0”-
y una película junto a Angie
Dickinson, «Calypso Joe» (nada que ver con el disco homónimo de Juan
Pardo). En 1967, su nombre salió nuevamente a colación gracias a “Mundo depravados” (sic), comedia
erótica de culto que el primer vaquero afroamericano de la historia dirigió y
produjo para el lucimiento de la voluptuosa Tempest Storm (Annie Blanche Banks), conocida por sus
proporciones anatómicas desmesuradas y sus flirts con Elvis Presley
y el capo mafiosi Mickey Cohen, antes de convertirse en la señora
Jeffries.
Durante sus últimos años, Jeffries viajaría a Nashville para
grabar un disco –“The Bronze Buckaroo
(Rides Again)”- y participaría activamente en la realización de un film
documental sobre su vida, "A
Colored Life”. Con 90 años, compartía su retiro dorado en Palm Springs
con Savannah Shippen, una starlette
45 años más joven que él.
Chema García Martínez
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Una impagable crónica sobre otro personaje que no tenía el gusto.
ResponderEliminarUn agradecido saludo
Bueno yo lo veo como un personaje pintoresco más que otra cosa. Yo tampoco conocía mucho de él, aparte las grabaciones con Ellington. Luego, te pones a investigar, y surge todo ésto...
ResponderEliminarYa sabes, nunca te acostarás sin saber una cosa más.
Mi saludo no menos gradecido.