sábado, 7 de julio de 2012



XXXVI Festival de Jazz de Getxo 

"Llámalo vida"

Jazz is another word for Life
Wayne Shorter

La cosa, que cuando a Jorge Rossy le llamaron para hacer unos bolos con Wayne Shorter, pegó un brinco que por poco sale disparado por el tejado de su casa en Begues. No es para menos. Uno no toca todos los días con una leyenda viva del jazz, aunque sea sustituyendo al batería titular de la formación. Pero Brian Blade ya se había comprometido con anterioridad a conocer la noticia de la gira. Cuenta el locuaz representante del saxofonista que Blade, al enterarse, maldijo su suerte en todos los idiomas por más que el asunto signifique perderse apenas unos bolos después de once años tocando con el saxofonista. Y es que hay músicos de jazz y hay Wayne Shorter, que es una categoría por sí mismo. Empezando porque tuvo el valor y la inteligencia para hacer lo que ninguno de sus compañeros en el quinteto de Miles Davis se atrevieron o supieron hacer: mantener la lealtad al maestro y los altos niveles de exigencia que él mismo se imponía e imponía a quienes estaban a su alrededor. Medio siglo más tarde, Shorter sigue empeñado en hacer “una música que no suene a música”, en palabras de aquel, y, si no lo ha conseguido, está muy cerca de lograrlo. Su música brota entre amaneceres soñados -por Debussy- y toma vuelo hasta perderse de vista más allá del horizonte. Es una música sin nombre, por cuanto ninguna de las piezas tiene título y, si lo tiene, no lo dicen. La música de Shorter a la que no cabe poner nombre, abole conceptos, en ella no hay principio ni final ni nada que pueda conceptuarse como un “solo”. La música de Shorter, la que interpretó en su recital guechotarra, es el rezumado de una vida explorando los límites del abismo. Cada aparición suya es un punto y seguido en un proceso que arranca con el saxofonista dándose a conocer junto a Art Blakey y se alimenta a si mismo como en un flujo continuo. Cada interpretación es una reproducción a escala de ese proceso que algunos calificarían como “orgánico”, y al que otros han encontrado parecidos con la música Charles Lloyd, sin que les falte razón en ello. La complejidad del modus operandi, en el caso de Shorter, radica en su misma ausencia de artificios. Al final del camino, queda la nota única y singular, escueta y desnuda; la única nota posible, con la que Shorter da por concluida la interpretación. La misma que persiguió Miles Davis como un sueño imposible...
En Getxo, uno pudo advertir algunas novedades en la música de Wayne Shorter que muy bien pudieran estar motivadas por la presencia del “intruso”. Y es que el cuarteto del saxofonista es un organismo frágil: cualquier cambio puede alterar el resultado. A uno le pareció que el grupo andaba menos suelto y más sujeto que en otras ocasiones al papel pautado, hasta donde ello es posible. Y si Jorge Rossy no es Brian Blade, ha sabido interiorizar un concepto musical que no está al alcance de cualquiera. La cosa, que él tiene su forma de hacer las cosas y un valor que no se le puede negar. Sin apenas ensayos, ahí estaba él, compartiendo escenario con uno de los grandes, y quienes le acompañan desde hace más de una década, el pianista Danilo Pérez y el contrabajista John Patitucci. Shorter le hacía gestos para que sujetara un imaginario caballo desbocado, pues esa y no otra es la función que les compete a los baterías que tocan con el saxofonista, y a fe que lo consiguió. Tremendo concierto.

Chema García Martínez

8 comentarios:

  1. Gran artículo, no creo necesario añadir más.
    Gracias

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  2. Eres muy amable. De algún modo, sentí la necesidad de contar lo que sentí escuchando a Wayne Shorter en un concierto tan especial. Antes, estuve hablando con él, ya sabes que estuve en su casa, en Los Angeles (creo que he colgado la entrevista en el blog), y, como siempre, me brindó algunas muestras de su inteligencia y su forma de ver las cosas tan particular y seductora. Si puedo, haré algo con todo eso. Un fuerte abrazo, querido amigo.

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  3. Vaya mandanga que se cocina esta peña!Me he quedado jodido porque creo que este verano no voy a ver un bolo así ni de coña, el Shorter está en otro Universo paralelo creativa y espiritualmente y el Rossy está camino...ah el Danilo conecta todo de pelotas y el Patitucci echa carbón solido y bien cocinado, un placer leerte! Un fan.

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  4. Hola fan. Me temo que tienes razón: no vamos a ver un bolo como ese ni de coña, ni en Vitoria, ni en San Sebastián o donde sea, pero Wayne Shorter y sus amigos son de otra galaxia. Cualquier parecido es pura coincidencia. Un abrazo.

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  5. Sin dudas Wayne Shorter un gran saxofonista, tuve la oportunidad de verlo y oirlo en la ciudad de Boston el año 1973, tocando en el conjunto The Weather Repport del pianista Joe Zawinul.
    Saludos

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  6. Un gran saxofonista y un gran compositor y un gran pensador... Wayne Shorter es muchas cosas extraordinarias.

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  7. Aunque me gustan mucho todas tus entradas, ésta es especial. A Wayne Shorter tuve la suerte de escucharle en Nueva York hace años. Haberlo visto en casa, en Euskadi hubiera sido maravillloso. Junto a mi mar...Eskerrik asko Txema.

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  8. Escuchar a Wayne Shorter siempre es maravilloso, y si es junto a tu mar, como dices, y después de haber disfrutado de una muestra de la maravillosa gastronomía de tu país acompañada con los correspondientes txakolis, todavía más. Eskerrik asko, Cosmopolitana.

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