jueves, 6 de diciembre de 2012


EL GESTO FURTIVO

Reflexiones taurino-musicales en torno a la cuestión gitana, y así

 “Miles… ¿qué?”
Curro Romero

Original de Miles Davis

Hay unos premios a la cultura gitana, o a los que la hacen, que otorga el Instituto de Cultura Gitana, y una gala en la que se hace entrega de los mismos a la que uno acude año tras años con la deferencia y el agradecimiento debidos, pues es cosa muy de ver y de disfrutar, y vengan las bellezas gitanas a la puerta del teatro luciendo carnes y joyería al por mayor, y cómo lo lucen, y sigan su paso los que, por viejos, son merecedores de todo respeto, y las criaturas como pequeños microorganismos vociferantes yendo de un lado a otro, todos de fiesta. El gitaneo es alegre y sabio en tiempos de crisis. “España es gitana o no es”, dice Diego Fernández Jiménez, director del susodicho, “pero la historia la escriben los payos”.

El gitaneo es una forma de ver la vida que uno, pobre payo sin oficio ni beneficio, envidia hasta donde puede envidiarse lo más sagrado. Del mismo modo que el año pasado en el Ateneo, los gitanos tomaron al asalto el Centro Cultural Conde Duque iluminándolo todo a su paso, y el acto protocolario quedó convertido en otra cosa que uno no sabría definir muy bien, ni falta que hace. Demasiado ocupado estaba uno disfrutando del espectáculo.


Sobremesa con Los Chunguitos

 Los Chunguitos asomados al balcón,  junto a unas jovencísimas Toñi y Encarni, que después formarían el dúo musical Azúcar Moreno

 “Las copias no valen para ná”, proclaman Juan y José Salazar, los hermanos Chunguitos, vanagloriándose de que, como ellos, no hay nadie, y qué verdad es esa. “Antes de escucharnos ya saben que somos nosotros porque como nosotros, no hay”. Les explico –les trato de explicar- que esa es, o era, la esencia del jazz: “poz claro”, sentencian a coro con obvio conocimiento de causa.

Resulta que Los Chunguitos, premio compartido “8 de Abril de Música”, hacen “rumba urbana de raíces gitanas”, como los Chichos, sus rivales en los tiempos del Sonido Caño Roto (o Cañorroto), y quienes vinieron antes que ellos, los Chorbos, las Grecas y Manzanita, cada uno en lo suyo. Ellos siguen viviendo allí, al ladito mismo del campo del Rayo: “tengo un chalet fuera pero no sé para qué porque no voy nunca”, me suelta Juan Salazar, de chupa verde y voz  perfectamente audible a una distancia de quinientos metros a un kilómetro. De niños, recorrían la plaza de Santa Ana cantando a los turistas, y al que no soltaba la mosca, patada en las espinillas al canto: “pero ese era mi hermano, que es un gamberro”, apunta nuevamente Juan. Que conste.

En fechas próximas, Chunguitos y Chichos unirán sus voces y sus camisas con chorreras en un espectáculo conjunto que va a reunirles por vez primera sobre un escenario. La Internacional Chunguista ha puesto sobre aviso a sus miembros. Se prevén delegaciones de Japón y los Estados Unidos. El Caño Roto Sound triunfa en 2012. 



Lo que no puede ser y, además, es imposible

Hay cosas que no se entienden en la vida como, por ejemplo, Curro Romero. La frase no es mía, o no literalmente. Dicho de otro modo: hay toreros y hay Curro Romero. Lo dicen quienes saben y ha de ser cierto, cuando ellos lo dicen.

Confieso no sin pesar mi ignorancia supina en torno al arte de Cúchares. En mi vida he puesto un pie en una plaza de toros si no ha sido para escuchar jazz o asistir a un espectáculo cirquense con mis hijas. De Curro Romero sé lo que se cuenta, que no es poco; lo que, en tiempos, me contó Ebbe Traberg, si bien él era más proclive a sucumbir a los encantos acaso más previsibles de un Antoñete que a los del anárquico y genial diestro de Camas. El toreo de arte y ensayo y el de genio y tronío, o de arte e inspiración, por decirlo al taurino modo. Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible, salvo que uno se llame Curro Romero.

A duras penas consigue el homenajeado izarse al escenario donde va a serle entregada la metopa y el legajo correspondientes. Hoy, el diestro se mueve a pasitos, ligeramente inclinado hacia delante, como si fuera a venirse abajo de un momento a otro (cosa que, por suerte, no ocurre). “La raza gitana es distinta”, suelta en su discurso de agradecimiento en el que vino a equiparar a toreros y flamencos, representantes de sendas manifestaciones artísticas “mú serias” y no poco fatigosas. Sabe de lo que se habla. A Curro Romero le han cantado Caracol y Camarón, y Juan Salazar, en la Plaza Mayor de Chinchón: “el maestro paró la faena para oírme tocar”, manifiesta con un orgullo que se entiende. Cuentan que había quien iba a verle al coso de La Maestranza sólo por verle hacer el paseíllo y ya estaban de vuelta en el catre o donde fuera antes de que hubiera salido el primer toro. Y es que de Curro Romero se aprovecha hasta los andares, que si luego salía la faena por Antequera era lo de menos. Hay toreros y hay Curro Romero.

Veo a CR recibiendo su galardón -¿es realmente él?- y estoy viendo a Miles Davis envuelto en perfume de azahar una tibia noche sevillana de verano, su imagen de perfil aplastada contra la mole grisácea de los amplificadores de sonido, su gesto efímero –una suerte de media verónica- convertido en aire, en sonido, en esencia/quintaesencia; fina estampa, trazo fugaz que nos cambia la vida y distingue a los que se distinguen: “los genios no necesitan de nosotros”, escribía Traberg. Miles, Curro: La Maestranza les unió. Quienes asistimos a aquel concierto/mucho-más-que-un-concierto nunca lo olvidaremos.

Veintitantos más tarde, me arrimo al maestro de lo inexplicable con una mezcla de respeto reverencial y temor para el que no encuentro razón alguna que lo justifique. “Hay un músico de jazz que una noche, hace mucho tiempo, se transformó en Vd.”, le digo. Creo que no entendió una palabra.

Chema García Martínez


El maestro de Camas con el autor de este blog

Lista completa de los “Premios de Cultura Gitana 8 de Abril” en http://www.institutoculturagitana.es/inicio.php

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