Hace unas semanas viajé a la Riviera Maya , en México, para
asistir a la décima edición del festival de jazz que se celebra cada año en la
localidad de Playa del Carmen. La crónica de lo acontecido fue publicada en "D´Cuba
Jazz" (véase enlace correspondiente). A petición popular, aquí os van algunas
imágenes de cuanto me fue dado ver de la región más allá del susodicho festival.
Más información en "Viajar" nº 403
(Diciembre 2012).
Aire
La floresta, que aún cubre 2 tercios del perímetro de Nohoch
Mul, se extiende a los pies de quienes, tan penosa ascensión, ocupan la
plataforma situada en su extremo superior. Una vez arriba, la imagen del Dios
Descendente nos da la bienvenida puesto del revés. El mundo y sus gentes quedan
muy lejos.
Que todavía permitan subir a semejante Empire State del 500
d.c. es una buena noticia para el turista que, quizá, no lo sea tanto para la
inmensa mole hasta hace nada sumida en el sueño de los siglos. Reconforta
pensar que una buena parte de Cobá sigue oculta bajo el manto verde.
Piedra
Eisenstein viajó a Yucatán para encontrarse con el “noble
salvaje”. Su imagen ocupa la primera parte de su cuento moral sobre México, que
otros terminaron por él. Hoy, descender de los antiguos mayas constituye el más
preciado de los títulos.
Agua
Tulum vive de espaldas al mar, que le da su razón de ser, y de frente al astro solar, del que toma el nombre en maya.
Hay quien opina, y así se dice en la información que se ofrece al turista, que muy bien hubiera podido ser éste el primer trozo de tierra continental que atisbaron Cortés y su troupe en su viaje desde La Habana. Algo que, mapa en mano, resulta tan poético como improbable.
Selva
Lo primero que le enseñan a uno en sus recorridos por la
floresta es a no tocar ni apartarse de la manada bajo pena de escarnio público.
La selva (habría que decir “las selvas”, puesto que selva no hay sólo una) le proporciona a uno el veneno y su antídoto en forma de aparentemente inofensivos arbustos. Sólo hay que saber cual es cual.
La selva, en la Riviera Maya , es propiedad privada. Por doquier, los carteles de “se vende”, hacen suponer que hay quien compra un cachito de la susodicha con la presumible intención de construir un Resort, o así. Las autoridades, aquí, insisten en la coexistencia de ambos conceptos, “preservación de la Naturaleza ” y “turismo”, como si algo así fuera posible.
Vivir en la selva imprime carácter, aunque uno no entienda
como es posible que nadie pueda abrirse paso por lugar semejante. A algunos de
sus habitantes se les puede ver, incluso comer con ellos; a otros se les
escucha, a muchos se les intuye…
Fuego
La península de Yucatán es una oquedad de 145 000 km². surgida
del fuego. Hace 65 millones de años aprox., un meteorito del tamaño de cien
campos de fútbol impactó en esta zona del globo terráqueo originando el fin de
los dinosaurios y el comienzo de una nueva era. Algunos siglos más tarde
llegaron los turistas.
El agua cristalina corre por intrincados caminos interiores
que, eventualmente, se abren al exterior. Los antiguos mayas consideraban los cenotes
como la puerta de un inframundo que habitaban el tipo de seres que uno espera
no encontrarse mientras camina tranquilamente por la floresta pensando en sus cosas.
El “ojo de agua” mira y es mirado.
El interior de un cenote se define por la ausencia de
colores, de sonidos. Su interior es de una pureza que, a veces, abruma.
Hay cenotes que se nadan y otros que, medio se nadan, medio
se caminan. En estos últimos, nuestros pies se convierten en nuestros ojos, y las
rodillas, en el escenario perfecto para las magulladuras que serán el recuerdo
imborrable de nuestro paso por el lugar.
Chema García Martínez (texto y fotos, excepto 5, 9, 14, 15)
Muy lindas las fotos y los comentarios. Se te nota con el espíritu"oxigenado" y contento con la experiencia de haberte "armonizado con la naturaleza".
ResponderEliminar... Ir hacia nuestro estado mas puro y zapatearlo debería dejar mas huella en el alma que en nuestras piernas ... me parece ¿O no?
Te deseo una Feliz navidad y un buen año nuevo dentro de lo que cabe y nos dejen los mandamales.
Un abrazo jazzero.
Naturaleza y piedras... mi espíritu de Indiana Jones se inflama!!!!. desde luego, el alma no puede permanecer ajena a un espectáculo semejante. Hablamos de belleza en estado puro. Hay algo de jazzístico en todo esto, me parece.
ResponderEliminarFeliz Navidad para ti. Seguro que el año que viene va a ser mucho mejor que éste, lo que tampoco va a ser muy difícil. Por lo que me toca, voy a celebrar el fin de año en un lugar que no está mal del todo: Brasil. Prometo contar lo que allí me suceda que, seguro, no va a ser poco.
Un fuerte abrazo.
...La naturaleza esta llena de jazz, amigo Chema: Improvisacion, armonía ; Belleza ; cantos de pájaros...
ResponderEliminarLa selva es un paisaje natural y genuino, la ciudad es un espacio cultural y ficticio....
A ver que sale de ese viaje a Brasil...
Lo esperamos
(a ver si eres capaz de entrevistar a Joao Gilberto)
A pasarla bien
Totalmente de acuerdo con lo que dices. Ya me gustaría entrevistar a Joao Gilberto, aunque lo veo complicado. De godas maneras, voy a verme con otros muchos personajes muy interesantes. Y, sí, creo que lo voy a pasar bien. Espero que tú también.
ResponderEliminarTremendo paraíso la Riviera Maya, las fotos están excelente.
ResponderEliminarsaludos
Gracias. Y, sí, la Rivera Maya es un lugar de belleza excepcional, sólo confío en que la explotación turística sin medida no llegue a terminar con el paraíso, como ha sucedido con tantos lugares en nuestro país.
ResponderEliminarSaludos para ti,