miércoles, 11 de junio de 2014

CUADERNOS VIAJEROS: LONDRES



 foto: JMGM


 La ciudad de los muertos

Hace catorce mil seiscientos días, equivalente a cuarenta años, un avión de Iberia me depositaba en el aeropuerto de Heathrow. No sólo a mí, naturalmente. 

Londres: destino soñado para quien comenzaba su despertar a la vida, o así… a Londres se iba a abortar, ver películas guarras o comprar ropa de marca en Harrods; algunos íbamos a por discos de jazz.

Un rápido pasar por el control de pasaportes, eran otros tiempos, y volando a Dobell´s, el vetusto emporio del jazz al que se acaba de dedicar una exposición retrospectiva, cuyos dependientes no se distinguían por su simpatía, precisamente, menos aún con quien recién aterrizaba desde el Profundo Sur y hablaba un inglés de tercera. De mi primera estancia londinense recuerdo los discos del susodicho establecimiento, muchos y caros, y a Yul Brynner, a quien me encontré saliendo él de representar “El rey y yo”, y yo, de tomarme unas birras en un pub del Soho famoso por la exuberancia de sus camareras, mayormente españolas. 

“Buenas tardes”, le dije. 

“Buenas tardes”, me contestó. 

Como material para una posible entrevista se me quedó algo corto.



Luego de eso volví a Londres en repetidas ocasiones, a recargar mi arsenal discográfico y oír algo de ese jazz en vivo que se nos hurtaba aquí, y lo que no era jazz, los primeros grupos de reggae, el primer punk. Recuerdo a Sonny Terry y Brownie McGhee actuando en The Venue, un local dedicado al rock, y a Earl Hines no sé si en Pizza Express, y a John Stevens, Stan Tracey, Fred Frith & Chris Cuttler, … el Ronnie Scott´s quedaba fuera de mis dominios, una pasta, y demasiado vigilado. Mis intentos de deslizarme discretamente entre la multitud terminaron en expulsión y escarnio público. No voy a dar detalles. 

Ninguno de los que vi en mis primeras visitas a Londres está vivo, tampoco Ronnie Scott, que, a poco, estaría organizando el primer Festival de Ibiza, con Rahsaan Roland Kirk.

Londres rinde culto a sus muertos, y los muertos ocupan un lugar de preferencia en sus camposantos urbanos, las paredes de los edificios y los museos; los londinenses los adoran. 

Y es que no hay nada mejor que morirse en Londres. Uno sólo tiene que haber escrito un best seller o haber alentado una revolución no importa dónde para serle reconocido su derecho a placa allá donde vivió, o donde fue preso, o en el pub donde un día ahogó sus penas.

Ya no escucho jazz en Londres; ni en Londres, ni en (casi) ningún otro lugar. Eso es lo más fastidioso de ser aficionado al jazz, que se supone que uno debe escuchar jazz allá donde va. Luego ocurre que cuando venciendo mi natural resistencia, me propongo hacerlo, excepcionalmente, no hay localidades, o el lugar se halla a una distancia de “apenas” setenta kilómetros (me ha ocurrido), o… otra cosa es que a los londinenses les chifla lo suyo, y cuanto mayores, mejor. El Ronnie, a fecha de hoy, es un desfile de cadáveres, John Mayall o Charlie Watts, que ahora toca jazz, o eso dice, y Charles Tollivier, norteamericano, algo más joven que los anteriores, pero en peor estado, según me cuentan. La pereza, ese mal que me paraliza allá donde voy, y en Madrid también, tiró de mi con fuerza la noche en que tenía previsto escuchar a Joe McPhee en el actual epicentro de la movida londinense, el Café Oto. En su lugar, regresé junto con mi costilla al Pizza, más vale bueno conocido etc., a celebrar la ceremonia de los muertos en memoria de Ella Fitzgerald y Peggy Lee, que oficiaron Sarah Moule, en el papel de la segunda, y Shireen Francis, como Ella. Hay que reconocerlo: en esto de homenajear a los que ya no están, los londinenses no tienen rival. 


 
Fiesta mayor en Dobell´s


Muertos y más muertos. La más viva entre las ciudades muertas del mundo exhibe orgullosa sus muertos tras las vitrinas de los museos y sobre los escenarios. La veteranía, aquí, son dos grados, y un paso necesario para el reconocimiento urbi et orbi, que es el que llega con la muerte.

Cuarenta años después de mi aterrizaje en Heathrow, la Ciudad de los Muertos vive en el recuerdo de unas olimpiadas que han sido la panacea para los londinenses, como lo fue para los barceloneses la suya. ¿Cómo hacerles entender que, allá donde uno vive, se brindó con la noticia de la eliminación de la candidatura para las olimpiadas de 2020?. 

Madrid, sospecho, sigue siendo different


Chema García Martínez

3 comentarios:

  1. Es que el fracaso de la candidatura olímpica, merecía un brindis de "botella", no como tu artículo, que merece un brindis de burbúja gala.

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  3. Tu amabilidad me abruma.
    De la Botella, mejor no hablar.
    Para ti, el deseo de un buen y feliz fin de semana lleno de jazz y otras hierbas...

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