Postales de La Habana
Regresa uno a la isla –lo tengo escrito: a Cuba siempre se regresa aunque nunca se haya ido- y encuentra que se la han cambiado. La vieja Habana Vieja luce su mejor sonrisa, su cara lavá y recién peiná, y el personal deshoja la margarita. Los “babalaos” prevén cambios, el gobierno, calla –la vida sigue, y seguirá, igual- y el resto, vive el momento. Que sí, que no, Fidel está presente.
Una visita al cogollo de la ciudad antigua no nos aclarará gran cosa pero qué importa eso cuando uno tiene a su disposición el más apetecible de los menús musicales. Cada garito con su son y, en aquella esquina, el “ensemble” “Los Mambises”, el que menos, no cumple los ochenta. Hay uno que aposenta sus reales sobre lo que parece ser un cajón flamenco y resulta ser el más extraordinario de los objetos musicales: una marímbula, derivación del “piano de pulgar” africano.
- tengo escuchado un instrumento como este hace años a uno que vino con Carlos Puebla a tocar a Madrid
- como que ese que Vd. escuchó soy yo
- pues que alegría me da volver a verle
- pues a mí más verle a Vd.
Rafael Lorenzo, 81 años y unas instantáneas añosas que se saca de la cartera y le muestran con Puebla en la Fontana de Trevi. “Recuerdo que, en Madrid estábamos alojados en una pensión en la calle Arenal”. No solo tiene Cuba el record mundial de antañones en activo. Es que, además, tienen memoria.
“Jazz Café Club”
Acudo a la gala pre-pre-navideña en el Jazz Café Club, Galerías Paseo esquina Calle Primera, frente al Meliá Cohiba. Joe Iglesias, antiguo jazzista, es el director artístico y musical del local. Al parecer, he tenido suerte: Abel Calderón, pianista de la última hornada, nos honrará esta noche con su presencia. El nuevo genio del jazz cubano tiene la norma de no llegar jamás a tiempo a sus compromisos; pero una hora de retraso es demasiado, incluso, para Cuba. El director artístico y musical termina por perder su flema cubana: “si no viene en cinco minutos, no le vuelvo a llamar”.
Quienes sí están: Rolando Pérez, saxofonista alto al que se tiene por el “sustituto natural” de Paquito d´Rivera, en ausencia de éste; Omar González, primus inter los contrabajistas de la isla; y Enrique Pla, hijo de Gustavo Mas, saxofonista que lo fue de la históricas "La Bellamar" y “Los Beboppers”, versión local de los “Afrocubans” de Machito. Pla toca una “batería cubanizada”, afrocubana, jazzística y latina. Lo tiene claro: "el batería debe hacer bulla".
Quien no estaba pero llegó: “David”, sin apellido conocido, supuesta nacionalidad inglesa; una pesadilla que surca la noche habanera amargando la existencia al honesto ciudadano que ha pagado por escuchar jazz y no a un seudo cantor espontáneo de tres al cuarto. Un tormento. El que paga, manda, también en Cuba.
Rafael Quiñones
Cuba es un misterio envuelto en un rompecabezas, cubierto por enigmas y rodeado de interrogantes. Nada es “normal
Susan Jackson
Calle Chacón esquina con Cuba, me espera Rafael “Mr. Mac” Quiñones, viejo amigo. Quien quiera conocer del jazz en Cuba, hará bien en dirigirse al espigado jazzista cuya biografía aún nadie ha escrito (algo difícil de explicar).
Un espectáculo verle paseándose las calles empedradas de “su” Habana Vieja. “!Rafael, cómo le va!”. Quiñones es el rey sin corona del barrio y uno de los pocos seres mortales –acaso el único- que se mueve del país de Bush al de Castro y vuelta, medio año en un sitio, medio en el otro: él y su amada, la irremplazable Susan Jackson. Allá da clases, a veces colabora con el Lincoln Jazz Center escribiendo; acá su ocupación primordial consiste en tocar el saxo (cada vez menos) y nutrir de materia prima a los desposeídos por la diosa Fortuna y uno llega a creerse que no existe trompeta o saxofón (o piano, o batería) en la isla que no haya sido proveído por el emprendedor matrimonio.
Un espectáculo verle paseándose las calles empedradas de “su” Habana Vieja. “!Rafael, cómo le va!”. Quiñones es el rey sin corona del barrio y uno de los pocos seres mortales –acaso el único- que se mueve del país de Bush al de Castro y vuelta, medio año en un sitio, medio en el otro: él y su amada, la irremplazable Susan Jackson. Allá da clases, a veces colabora con el Lincoln Jazz Center escribiendo; acá su ocupación primordial consiste en tocar el saxo (cada vez menos) y nutrir de materia prima a los desposeídos por la diosa Fortuna y uno llega a creerse que no existe trompeta o saxofón (o piano, o batería) en la isla que no haya sido proveído por el emprendedor matrimonio.
Lo suyo es el “jazz cool”, como le gusta decir, para distinguirse del “otro” jazz, que uno no sabe muy bien qué es. Le dice “cool” y quiere decir “bop-cu-bop” (1), Wynton Marsalis, o sea, que aquí es dios y santo como lo fue Dizzy Gillespie en tiempos. Su retrato adorna la engalanada estancia jazzística del domicilio conyugal junto con los de Roy Hargrove, “Chocolate” Armenteros, Gonzalo Rubalcaba, parientes los dos últimos de Quiñones… Rafael es el mejor anfitrión al que puede aspirarse. Además de sus habilidades culinarias –suyos son los mejores camarones de la ciudad- tiene la encomiable costumbre de obsequiar a las visitas con el vídeo de la trascendental visita de Gillespie a Cuba, año de 1981. Volver a contemplar aquellas imágenes en el mismo escenario en que fueron rodadas, sobre las mismas calles que el fabuloso trompetista recorrió…, un lujo que ningún aficionado puede pasar por alto.
Nada es igual
Quiñones me conduce hacia el cercano Café París donde una contundente banda de ex jazzistas toca son y la encargada de los lavabos anda ocupada marcándose unos pasos al ritmo de la música. A esta no hay quien la pare.
“Ese es Conrado, uno de los mejores guitarristas de jazz de la isla”. Aquí, los músicos de jazz tocan en los hoteles y en los bares y, por las noches, en Jazz Café Club o La Zorra y el Cuervo. Los que descuellan, viajan, los que no, se quedan (los músicos de éxito constituyen una categoría aparte no exactamente reconocida). Mientras, en los clubes de jazz se sueña una economía de mercado sin mercado y sin dinero.
Los vientos del cambio han llegado también a la oferta musical, dispersa entre los restos de los restos de “Buena Vista Social Club”, la recuperación del bolero no únicamente cubano, la canción española y los “novísimos” (troveros, timberos…). El cancionero revolucionario ha sido borrado de las calles de La Habana Vieja. Cada vez más, los niños juegan al fútbol en la calle. Aquí también, Ronaldinho es dios, valga la redundancia.
“Ese es Conrado, uno de los mejores guitarristas de jazz de la isla”. Aquí, los músicos de jazz tocan en los hoteles y en los bares y, por las noches, en Jazz Café Club o La Zorra y el Cuervo. Los que descuellan, viajan, los que no, se quedan (los músicos de éxito constituyen una categoría aparte no exactamente reconocida). Mientras, en los clubes de jazz se sueña una economía de mercado sin mercado y sin dinero.
Los vientos del cambio han llegado también a la oferta musical, dispersa entre los restos de los restos de “Buena Vista Social Club”, la recuperación del bolero no únicamente cubano, la canción española y los “novísimos” (troveros, timberos…). El cancionero revolucionario ha sido borrado de las calles de La Habana Vieja. Cada vez más, los niños juegan al fútbol en la calle. Aquí también, Ronaldinho es dios, valga la redundancia.
Más allá de lo afrocubano: Roberto Fonseca
Diez años después, estoy de vuelta en la Zorra y el Cuervo, la decana “casa del jazz cubano” erigida sobre el antiguo cabaret del mismo nombre. Nada parece haber cambiado en este extraño sótano fuera de lugar al que se le dan los aires de “pub” inglés. El mismo escenario sobre fondo negro, Coltrane, Dave Valentín y Chano Pozo compartiendo penumbras con la enseña nacional. La misma estrambótica iluminación fluorescente provocando un efecto vistoso en el ropaje interior de las damas, cosa que a ninguna de las afectadas parece importunar. Comparto mesa con José Duarte -¡7453 kilómetros para encontrarme con el decano de los críticos de jazz portugueses y entrañable amigo!- y una antigua amiga de juegos de “NHOP” en Dinamarca (!). De nuevo, el imperturbable Omar González al contrabajo, junto al muy competente Javier Zalba, descendiente de pamploneses, a los vientos. De nuevo, el primer espada llega tarde, pero nadie se extraña.
Roberto Fonseca (2) es músico denso, histriónico y experimental, aunque no tan echado para alante como Rubalcaba: “concibo un estilo de fusión que elude la etiqueta de jazz latino”. Le da la vuelta a la clave cubana y termina en Keith Jarrett o en el Magreb. Tiene tendencia a saturar el espacio: una constante en la música cubana de cualquier género.
Como todo el mundo, vende sus propios discos auto pirateados, a 10 pesos convertibles unidad. Le compro uno y huyo toda vez que ha hecho su aparición “David”. Esta vez no me cogerá desprevenido.
Roberto Fonseca (2) es músico denso, histriónico y experimental, aunque no tan echado para alante como Rubalcaba: “concibo un estilo de fusión que elude la etiqueta de jazz latino”. Le da la vuelta a la clave cubana y termina en Keith Jarrett o en el Magreb. Tiene tendencia a saturar el espacio: una constante en la música cubana de cualquier género.
Como todo el mundo, vende sus propios discos auto pirateados, a 10 pesos convertibles unidad. Le compro uno y huyo toda vez que ha hecho su aparición “David”. Esta vez no me cogerá desprevenido.
Noches las de aquel año
Voy a comprarme un cedé
y a cortarme las venas con él
En 1962 se inauguró la Escuela Nacional de Arte (“ENA”) “como una de las obras más trascendentales y hermosas de la Revolución Cubana”. De allí salieron Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Enrique Pla, Emiliano Salvador, Gonzalo Rubalcaba...
En 1994, un grupo de aficionados re-fundó el, por entonces, enmohecido “Club Cubano de Jazz”. Para reunirse tenían el patio de la “Casa de la Prensa”. Allí ví a Rafael Quiñones y “Susan y Sobrinos”, versión caribe de los “Jazz Messengers” donde vieron la luz del jazz no pocos de los actuales “astros” locales del género (véase CUADERNOS DE JAZZ nº 47 de julio-agosto 1998). José Dos Santos, corresponsal de la revista en La Habana, fue principal promotor de aquellas reuniones.
A José, la ley Helms-Burton le ha impedido conocer a su nietecita nacida fuera del país. Las fotografías de la susodicha colapsan su ordenador, a razón de 300 (+-) por día (en Cuba no hay banda ancha). Si la coyuntura del país se lo permite, publicará a no mucho tardar dos textos: la crónica de su recién estrenada condición de abuelo y una biografía de Chucho Valdés. Su título provisional: “La nota perfecta”. Se lo digo: no me gusta. Si es perfecta no es jazz, y si es jazz, será cualquier cosa, menos perfecta. Tiene razón en algo: a veces, Chucho es muy perfecto.
Al habla con Yasek Manzano
Yasek Manzano, alias “el super-trompetista”. Nacido en La Habana hace 26 años. Diez años atrás, formó parte de “Susan y Sobrinos” junto a Gilberto Valdés, batería; Omar González, contrabajo...
Los comienzos. De niño, mi preferencia era la música instrumental: Van Van, Irakere, Coltrane, Dizzy Gillespie, Arturo (Sandoval)… aprendí a cantarlos de memoria. Cuando me presenté a las pruebas de actitud en la Escuela de Música canté dos temas de un disco de Maynard Ferguson (“New Vintage”): “La Guerra de las Galaxias” y “Sheherezade”, con su introducción, las partes del acompañamiento y las de los solos… quedaron impresionados
Carcassés. Toco desde los 9. A los 13 años empecé a rondar a Bobby Carcassés (3). Iba todos los días a su casa intentando que me aceptara, él se resistía, pero yo venga a darle hasta que, por fin, se decidió a darme clases. Al año siguiente comencé a actuar en su grupo como artista invitado. A los 16, entré a formar parte de su banda.
“Susan y Sobrinos”. Desde que empecé con el jazz que Bobby me dijo: “primero tienes que aprender el blues, el swing, el bebop…”, entonces se me ofreció la gran oportunidad con este grupo que hacía “cool jazz”. Además, Rafael me proporcionaba abundante información de primera mano, instrumentos y discos.
Suave. Era una cuestión de mal gusto que había entonces, sobre todo entre los trompetistas. Decían que así es como se toca el jazz porque en las grabaciones la música se oye siempre fuerte, pero no se daban cuenta de que era porque ellos ponían el volumen muy alto. Yo hice hincapié en criticar eso. Todavía se está tocando muy fuerte, pero los jóvenes ahora están más preocupados por el sonido.
Nueva York. Viví en los Estados Unidos entre marzo de 2002 y finales del 2004. Primero fui a Berklee, luego a Juilliard, para estar cerca de Wynton Marsalis, a quien había conocido en Cuba, en el año 1997. Tuve la oportunidad de ver las referencias más de cerca; estuve, como suele decirse, en el ajo.
La rumba y Wynton Marsalis. Wynton me pedía mi opinión de cómo podía tocar él la música cubana y yo no sabía decirle. Intentaba que entendiera que todo viene de la rumba, solo que nadie sabe qué es la rumba. ¿Cómo podía explicarle algo que no puede explicarse?. ¡Me sentí tan mal de no poder decírselo…!
El regreso. Me estaba encaminando como músico en Nueva York cuando decidí que tenía que volver a Cuba a rescatar mis propias raíces. Necesitaba regresar a mi tierra para encontrar el sentido que le iba a dar a mi música. Aquí tengo tiempo para estudiar, inspiración, un espacio para poder ensayar… en Nueva York todo ocurría demasiado rápido. No me arrepiento del paso que di. Al principio sí lo echaba un poco de menos pero una cosa está muy clara en mi vida: qué es lo que soy y qué es lo que quiero ser. E insisto: hasta ahora, no envidio nada de lo que se está haciendo allí.
Caminos. Lo que hago puede que no sea lo mejor pero es un camino: el mío.
Estampas cubanas
La radio en La Habana está jazzística: Juan Díaz “El Indio”, cantante de la Orquesta Revé, adereza el trayecto en taxi con su versión sincopada y jazzística de un antiguo bolero-fílin (“Como fue”); Dee Dee Bridgewater, artista invitada en “Volando las estrellas” (horario de máxima audiencia); y un clásico: los Van Van sonando en el fin de año revolucionario con su descalabrante “Tim-pop con Birdland”. Firman: Formell-Zawinul.
Candelaria, pueblo fundado por canarios a 84.8 kilómetros de La Habana; Fábrica de Puros “El Vizcaíno”. Adornan las paredes del establecimiento una sentencia de José Martí –“si se nace pobre, si se es honrado, no habrá tiempo para ser rico”- y un cartel con el nombre de Herbie Hancock, protagonista del “Festival Internacional La Habana-2001”, junto a Manolito y su Trabuco.
Fidel. “Cien horas con Fidel” (Ignacio Ramonet. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. La Habana, 2006. Segunda edición): exhaustivo opúsculo de proporciones cüasi-bíblicas que, inexplicablemente, elude la cuestión de la mayor importancia en torno a los gustos musicales del Comandante en Jefe y su opinión en torno a la música de jazz. A mayor abundamiento: la primera “big band” cubana de la historia (año de 1929) fue "Hermanos Castros", siendo su director el saxofonista Manolo Castro.
Revolución. En el 48 aniversario de la Revolución, La Habana no es menos hermosa que cuando la habitaban los poderosos; lo es más.
El directo
Yasek es lo contrario de lo que se piensa que debería ser un músico cubano: circunspecto, filosófico, sesudo (mi música es una representación de lo que es el hombre en el plano psicológico, social, filosófico, religioso…). Le gustan Eric Dolphy y el jazz de vanguardia (4). Impresionista, contrario a los clichés, anti-retórico…
Su actuación en La Zorra… -lleno hasta la escalera de acceso - es pura esquizofrenia. Yasek viaja de la trompeta al fliscorno y de Miles a Freddie Hubbard –“Bésame Mucho”- pero el respetable no está por la labor. Quieren “marcha” y montuno y hay un pianista joven-entre-los-jóvenes que les da ambas cosas. También hay en la sala quien escucha y toma nota, y ocurre que es un conocido músico de jazz norteamericano.
La Administración Bush multó al cineasta Oliver Stone con 6.322 dólares por viajar a la isla.
El jazz, un rayo de luz en la “noche inmensa”
(Nicolás Guillén).
Notas
(1) Leonardo Acosta (La Habana, 1933) es autor de los imprescindibles "Música y descolonización" (1982), "Del tambor al sintetizador" (1983), “Descarga Cubana: el jazz en Cuba 1900-1950” y “Descarga número dos: 1950-2000” (2000) y “Cubano Be Cubano Bop” (2003). Durante mi estancia en la isla, le fue concedida al insigne erudito el Premio Nacional de Literatura 2006.
(2) Fonseca estará el 26 y el 27 de abril en Madrid y Barcelona, respectivamente.
(3) Roberto Arturo Carcassés Cusa, multiinstrumentista, compositor y cantante, especialista en “scat afrocubano”, nacido en Kingston, Jamaica (y no en Camajuaní, como se afirma erróneamente en el “Diccionario del Jazz Latino” de Nat Chediak publicado por la Fundación Autor), el 29 de agosto de 1938. Ha acompañado a Lou y Benny Bennett, Emiliano Salvador, Enrique Jorrín, Mario Bauzá, Chucho Valdés, al percusionista A. J. Díaz y a su propio hijo, Roberto Julio, pianista. Como líder, ha grabado “Recordando a Benny Moré” (Cuba Press), “La esquina del Afrojazz” (Areito/Egrem 1989) y “Jazz Timbero” (Tumi 1998). Carcassés ha sido actor, dibujante, comediante y “recordman” nacional de salto de altura bajo techo. Es el inventor del “mangerófono”.
(4) Luc Delannoy, en “Carambola. Vidas del Jazz Latino”, conjetura con el hipotético emerger de un "Latin free jazz" contrario a la imagen del “latin jazz” como una música convencional/complaciente. Una idea no tan disparatada con la que también se ha especulado dentro del “nuevo flamenco”, a partir de las aportaciones del baterista y “band leader” José Antonio Galicia y del teórico del “flamenco free” Juan José González.
(2) Fonseca estará el 26 y el 27 de abril en Madrid y Barcelona, respectivamente.
(3) Roberto Arturo Carcassés Cusa, multiinstrumentista, compositor y cantante, especialista en “scat afrocubano”, nacido en Kingston, Jamaica (y no en Camajuaní, como se afirma erróneamente en el “Diccionario del Jazz Latino” de Nat Chediak publicado por la Fundación Autor), el 29 de agosto de 1938. Ha acompañado a Lou y Benny Bennett, Emiliano Salvador, Enrique Jorrín, Mario Bauzá, Chucho Valdés, al percusionista A. J. Díaz y a su propio hijo, Roberto Julio, pianista. Como líder, ha grabado “Recordando a Benny Moré” (Cuba Press), “La esquina del Afrojazz” (Areito/Egrem 1989) y “Jazz Timbero” (Tumi 1998). Carcassés ha sido actor, dibujante, comediante y “recordman” nacional de salto de altura bajo techo. Es el inventor del “mangerófono”.
(4) Luc Delannoy, en “Carambola. Vidas del Jazz Latino”, conjetura con el hipotético emerger de un "Latin free jazz" contrario a la imagen del “latin jazz” como una música convencional/complaciente. Una idea no tan disparatada con la que también se ha especulado dentro del “nuevo flamenco”, a partir de las aportaciones del baterista y “band leader” José Antonio Galicia y del teórico del “flamenco free” Juan José González.
(publicado en Cuadernos de Jazz Número 99 Marzo / Abril 2007 con el título “Carné de ruta: "Postales de La Habana")
HOLA CHEMA,NO ES TANTO UN COMENTARIO MAS BIEN UNA PETICION,EN EL AÑO 2006 ESTUVE VISITANDO LA HABANA Y TUVE LA OPORTUNIDAD DE CONOCER A RAFAEL QUIÑONES,DE HECHO AL REGRESAR A MI PAIS,PERDÍ CONTACTO CON EL Y QUISIERA SABER SI TÚ TIENES SU E-MAIL PARA PODER ENCONTRARME CON MI BUEN AMIGO DE NUEVO,YA QUE COMPARTIMOS BUENOS MOMENTOS EN EL JAZZ CAFÉ CLUB.SI PUEDES BRINDARME TÚ Ó ALGUIEN MÁS INFORMACIÓN SE LOS AGRADECERÉ.MI E-MAIL ES mejia_gutierrez@hotmail.com Y SOY DE EL SALVADOR,DE HECHO NOS CONOCIMOS CUANDO ÉL Y YO HACIAMOS TRÁMITES EN LA OFICINA DE MIGRACIÓN DE LA HABANA.GRACIAS.YENI JULIETA MEJIA
ResponderEliminarHola Yeni. Es un gusto conocer a una amiga de Rafael. COn mucho gusto te busco su email y te lo paso. Un abrazo muy fuerte y saludos a El Salvador. Por cierto: mi primera novia siendo yo un crío fue una compatriota tuya de la que guardo un recuerdo estupendo, en fin... Un beso, Chema
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