Festival de Jazz de Buenos Aires. Noviembre de 2008
“No diré que fue un sueño”
La historia podría arrancar cualquier atardecer lluvioso allá donde los sueños nunca se hacen realidad, pero casi. Aquel vetusto café cantante sin tiempo, sin memoria, dígase de la Confitería Ideal, Suipacha 380. Contémplese cómo la muchacha pálida de carnes turgentes y mirada melancólica enseña a bailar el tango a un desmadejado grupo de guiris. Aquí, el tango suena a vacío y al refrito de microsurco. Aquí, el anciano maestresala le sirve a uno el café con bollo como con desgana y uno es uno más entre quienes acuden cada tarde a la misma hora para admirar de soslayo a la hermosa doncella. Aquí, las sillas ancianas crujen a poco se las empuja a realizar un movimiento contra natura y uno termina por preguntarse si todo esto, la profesora, la Ideal, los clientes solitarios y dispersos, es un sueño.
Buenos Aires, día 1
Amanece el primer Festival de Jazz de Buenos Aires de la historia. Buenos Aires sin lluvia, me parece una grosería. La muy olvidable presentación de Mono Fontana en el majestuoso Teatro Coliseo, precede al plato principal: Randy Weston con su sexteto plus Billy Harper, músico con un particular sentido del tempo y un decir también particular, que resulta ser muy apreciado por estos lares. Lo que se escuchó: versiones no muy ajustadas a la norma aunque vigorosas de “African Sunrise”, “Berkshire Blues”, “African Cookbook”, “Blue Moses” y demás lindezas del repertorio “westoniano”. Finalizado el concierto, el Buenos Aires jazzístico se da cita en el foyer del teatro para aclamar a los artistas…
Día 2
El jazz vuelve a la sala Casacuberta del Teatro San Martín, avenida Corrientes 1530, emblemático hemiciclo subterráneo por cuyo escenario han pasado muchos de quienes alimentan nuestros sueños húmeros de aficionados al jazz. Mariana Baraj y su “one woman show” ofrece folclore + “loops” en idioma castellano e indígena. Tras ella, Randy Weston, de nuevo, aunque sin sexteto. Para la ocasión, el de Brooklyn ha compuesto un recital autobiográfico escrito en primera persona del singular. Y es Weston interpretando a Fats Waller y Dizzy Gillespie, a Monk y Ellington y “Hi-Fly” y “Little Niles”, así, hasta “Ruby my dear”, un gozo. Y es que, aunque solo hubiera por esta hora larga de música sublime, ya hubiera valido la pena el viaje. Pero aún quedaba Guillermo Klein rindiendo tributo al gran Cuchi Leguizamón en el Teatro IFT, edificado por los miembros de la colonia judía de la ciudad, con la viuda y el hijo del susodicho de cuerpo presente en la sala. Leguizamón y Klein, ¡qué conjugación extraordinaria!. Para el recuerdo, la versión mojada, “como de lluvia”, de la “Samba de la ciudad”, dedicada por su autor al Mono Villegas. O la “Chacarera de la muerte” –“cuando la muerte es universal debe tener algo de bueno”- con su arquitectura tramposa, que es Leguizamón como podría ser Thelonious Monk; o la ambigüedad cromática de la arrebatadora “Serenata novecientos”… la música de Leguizamón en versión débil-crepuscular-sobria-inteligente. Suerte que el recital fue grabado y está previsto se edite en cedé. Dense las gracias a quien corresponda.
Broche final en Notorius, curioso híbrido entre club de jazz y tienda de discos, donde Perico Sambeat cruza armas con el joven valor de la escena rosarina, la pianista Paula Shocron. Repertorio estándar para unas interpretaciones que son cualquier cosa, menos estándar. Arropándoles, la sección rítmica del moda, con Jerónimo Carmona, al contrabajo; y Carto Brandán, batería.
Amanece el primer Festival de Jazz de Buenos Aires de la historia. Buenos Aires sin lluvia, me parece una grosería. La muy olvidable presentación de Mono Fontana en el majestuoso Teatro Coliseo, precede al plato principal: Randy Weston con su sexteto plus Billy Harper, músico con un particular sentido del tempo y un decir también particular, que resulta ser muy apreciado por estos lares. Lo que se escuchó: versiones no muy ajustadas a la norma aunque vigorosas de “African Sunrise”, “Berkshire Blues”, “African Cookbook”, “Blue Moses” y demás lindezas del repertorio “westoniano”. Finalizado el concierto, el Buenos Aires jazzístico se da cita en el foyer del teatro para aclamar a los artistas…
Día 2
El jazz vuelve a la sala Casacuberta del Teatro San Martín, avenida Corrientes 1530, emblemático hemiciclo subterráneo por cuyo escenario han pasado muchos de quienes alimentan nuestros sueños húmeros de aficionados al jazz. Mariana Baraj y su “one woman show” ofrece folclore + “loops” en idioma castellano e indígena. Tras ella, Randy Weston, de nuevo, aunque sin sexteto. Para la ocasión, el de Brooklyn ha compuesto un recital autobiográfico escrito en primera persona del singular. Y es Weston interpretando a Fats Waller y Dizzy Gillespie, a Monk y Ellington y “Hi-Fly” y “Little Niles”, así, hasta “Ruby my dear”, un gozo. Y es que, aunque solo hubiera por esta hora larga de música sublime, ya hubiera valido la pena el viaje. Pero aún quedaba Guillermo Klein rindiendo tributo al gran Cuchi Leguizamón en el Teatro IFT, edificado por los miembros de la colonia judía de la ciudad, con la viuda y el hijo del susodicho de cuerpo presente en la sala. Leguizamón y Klein, ¡qué conjugación extraordinaria!. Para el recuerdo, la versión mojada, “como de lluvia”, de la “Samba de la ciudad”, dedicada por su autor al Mono Villegas. O la “Chacarera de la muerte” –“cuando la muerte es universal debe tener algo de bueno”- con su arquitectura tramposa, que es Leguizamón como podría ser Thelonious Monk; o la ambigüedad cromática de la arrebatadora “Serenata novecientos”… la música de Leguizamón en versión débil-crepuscular-sobria-inteligente. Suerte que el recital fue grabado y está previsto se edite en cedé. Dense las gracias a quien corresponda.
Broche final en Notorius, curioso híbrido entre club de jazz y tienda de discos, donde Perico Sambeat cruza armas con el joven valor de la escena rosarina, la pianista Paula Shocron. Repertorio estándar para unas interpretaciones que son cualquier cosa, menos estándar. Arropándoles, la sección rítmica del moda, con Jerónimo Carmona, al contrabajo; y Carto Brandán, batería.
Día 3
Participo del muy bonaerense arte de la tertulia junto algunos muy ilustres colegas: Bob Blumenthal, Sergio Pujol, Ricardo Carpena y Pablo Gianera. El título de la mesa redonda deja poco espacio a la imaginación: “La utopía de la crítica”. Por la noche, segunda doble sesión en el Coliseo. Magnífico Fernando Tarrés, guitarrista, compositor, y máximo hacedor del sello discográfico BAU, en su densa y excesivamente breve actuación en cuarteto, con el norteamericano Donny McCaslin como artista invitado; y predecible, amén de excesivamente prolija, la actuación de la Tolvan Big Band sueca-danesa. Hay otras big bands, pero no están aquí, seguramente, porque carecen del patrocinio adecuado.
La caravana jazzística toma ahora el camino de la muy castiza barriada de San Telmo, lo que permite asistir al paulatino acallanamiento de la ciudad y su conversión en otra cosa. Allá quedan las tanguerías taciturnas y sus habitantes embozados que, se me asegura, constituyen un peligro según y cuando. En San Telmo se ubica Kebaytina, un extraño nombre para un club de jazz, que seguramente tenga su explicación que me olvidó solicitar. Pronto descubriré que aquí hay cosas mejores que hacer, que no asistir a la no demasiado excitante “jam session” que tiene lugar cada noche en dicho local durante las noches de festival.
Día 4
Ración de jazz al aire libre y por la patilla; el gentío que colma cada rincón de la terraza del Centro Cultural Recoleta, y Escalandrum, con el “Pipi” Piazzolla, a los parches, y Nicolás Guerschberg, piano, mostrando su jazz denso, muy denso, y hermoso, por ende. Y lo que está por venir: Roxana Amed, la Joni Mitchell porteña, entiéndaseme; y Ricardo Cavalli, con fama de ser el mejor saxofonista de su generación, discípulo del Sathya Sai Baba, “coltraniano” en el sentido de tocar muchas notas en el menor tiempo posible. Su “sound”, empero, no es el del maestro, sino otro. El suyo propio. Y vuelta al Coliseo.
Participo del muy bonaerense arte de la tertulia junto algunos muy ilustres colegas: Bob Blumenthal, Sergio Pujol, Ricardo Carpena y Pablo Gianera. El título de la mesa redonda deja poco espacio a la imaginación: “La utopía de la crítica”. Por la noche, segunda doble sesión en el Coliseo. Magnífico Fernando Tarrés, guitarrista, compositor, y máximo hacedor del sello discográfico BAU, en su densa y excesivamente breve actuación en cuarteto, con el norteamericano Donny McCaslin como artista invitado; y predecible, amén de excesivamente prolija, la actuación de la Tolvan Big Band sueca-danesa. Hay otras big bands, pero no están aquí, seguramente, porque carecen del patrocinio adecuado.
La caravana jazzística toma ahora el camino de la muy castiza barriada de San Telmo, lo que permite asistir al paulatino acallanamiento de la ciudad y su conversión en otra cosa. Allá quedan las tanguerías taciturnas y sus habitantes embozados que, se me asegura, constituyen un peligro según y cuando. En San Telmo se ubica Kebaytina, un extraño nombre para un club de jazz, que seguramente tenga su explicación que me olvidó solicitar. Pronto descubriré que aquí hay cosas mejores que hacer, que no asistir a la no demasiado excitante “jam session” que tiene lugar cada noche en dicho local durante las noches de festival.
Día 4
Ración de jazz al aire libre y por la patilla; el gentío que colma cada rincón de la terraza del Centro Cultural Recoleta, y Escalandrum, con el “Pipi” Piazzolla, a los parches, y Nicolás Guerschberg, piano, mostrando su jazz denso, muy denso, y hermoso, por ende. Y lo que está por venir: Roxana Amed, la Joni Mitchell porteña, entiéndaseme; y Ricardo Cavalli, con fama de ser el mejor saxofonista de su generación, discípulo del Sathya Sai Baba, “coltraniano” en el sentido de tocar muchas notas en el menor tiempo posible. Su “sound”, empero, no es el del maestro, sino otro. El suyo propio. Y vuelta al Coliseo.
Curioso: Guy Klucevsek y Alan Bern, dúo estadounidense que pasa por ser lo más en el género, escaso, de acordeonistas en jazz. Su fama, que la tienen, ha llevado a muchos al lugar para escuchar semejante in sustancialidad letárgica emparentada con la música de ascensor en el más innoble sentido del término. Nada que rascar y muy poco que ver con las “vanguardias” a las que, supuestamente, se adscribe el dúo de marras. Menos mal que, tras ellos, salió a escena el CMS Trío, Colina, Miralta & Sambeat, o sea, y su “Monk por Cha-cha-chá” y su “Syeeda´s Song Flute” por bulerías. A quienes todo esto pilló de nuevas, la mayoría, la cosa pudo sorprenderles, como no podía ser menos. A quienes les tenían ya escuchado, servidor, también. Y todos, unos y otros, tan contentos.
Día 5
La actuación-homenaje al veterano Walter Malosetti (+ Enrique Varela, al tenor), certifica la fractura generacional abierta entre quienes nacieron al jazz antes/durante el “Proceso de Reorganización Nacional”, vulgo golpe militar, y la nueva ola del jazz argentino. Pero incluso teniendo en cuenta su edad (77), el jazz que practican Malosetti & co. resultacaduco, triste, fuera de su tiempo. Algunos, aprovecharon la coyuntura para acudir a cualquiera de los bares con vistas de los alrededores donde presenciar el primer “Superclásico” de la temporada, Racing-Boca, “la sensación incomparable de que por un rato sólo existe ese partido y que el mundo, la vida y todo lo demás puede esperar” (*). El jazz, o sea.
Cierre del festival en Coliseo. Argentos, con Richard Nant, trompeta y percusión, y sin Guillermo Klein, pero con varios de sus músicos, y con “Pipi” Piazzolla escrudiñando a la audiencia con esa mirada levemente inquietante que uno pudo ver en su ilustre abuelo. Al margen, un magnífico baterista, con personalidad y maneras de líder. Y, con todo, la noche era para Rosa Passos a quien por aquí se tiene como una estrella en el firmamento de la Música Popular Brasileña, lo que lo es. Actuación sin mayores sobresaltos ni sorpresas, lo que es bueno para unos, no lo es para otros. La más fidedigna de las discípulas de Elis Regina da lo mejor cuando se aproxima al jazz y cuando no lo hace, da igual: el público está siempre con ella.
(*) Víctor Hugo y Roberto Perfumo, “Hablemos de futbol”. Planeta Booket. Buenos Aires, 2007
fotos del autor, excepto indicadas
(publicado en http://www.tomajazz.com/conciertos/2008/11/buenos_aires_2008.htm)
Día 5
La actuación-homenaje al veterano Walter Malosetti (+ Enrique Varela, al tenor), certifica la fractura generacional abierta entre quienes nacieron al jazz antes/durante el “Proceso de Reorganización Nacional”, vulgo golpe militar, y la nueva ola del jazz argentino. Pero incluso teniendo en cuenta su edad (77), el jazz que practican Malosetti & co. resultacaduco, triste, fuera de su tiempo. Algunos, aprovecharon la coyuntura para acudir a cualquiera de los bares con vistas de los alrededores donde presenciar el primer “Superclásico” de la temporada, Racing-Boca, “la sensación incomparable de que por un rato sólo existe ese partido y que el mundo, la vida y todo lo demás puede esperar” (*). El jazz, o sea.
Cierre del festival en Coliseo. Argentos, con Richard Nant, trompeta y percusión, y sin Guillermo Klein, pero con varios de sus músicos, y con “Pipi” Piazzolla escrudiñando a la audiencia con esa mirada levemente inquietante que uno pudo ver en su ilustre abuelo. Al margen, un magnífico baterista, con personalidad y maneras de líder. Y, con todo, la noche era para Rosa Passos a quien por aquí se tiene como una estrella en el firmamento de la Música Popular Brasileña, lo que lo es. Actuación sin mayores sobresaltos ni sorpresas, lo que es bueno para unos, no lo es para otros. La más fidedigna de las discípulas de Elis Regina da lo mejor cuando se aproxima al jazz y cuando no lo hace, da igual: el público está siempre con ella.
(*) Víctor Hugo y Roberto Perfumo, “Hablemos de futbol”. Planeta Booket. Buenos Aires, 2007
fotos del autor, excepto indicadas
(publicado en http://www.tomajazz.com/conciertos/2008/11/buenos_aires_2008.htm)
El jazz argentino más reciente, en discos
Adrian Iaies, “Uno dos tres solo y bien acompañado”. S´Music 2007
Guillermo Klein-Los Gauchos, “Filtro”. Limbo Music, 2008
Lucía Pulido + Fernando Tarrés & La Raza, “Songbook I y II”. BAU, 2005, 2006
Fer Isella & Makanudos, “Doña furia gaucha”. Limbo Music 2007
Antonio Arnedo, “Hay otra orilla”. BAU 2006
Mariano Otero, “A Través”. BAU 2007
Ricardo Cavalli, “Súndaram”. S´Jazz 2004
Juan Cruz de Urquiza, “De este lado”. S´Jazz 2005
Roxana Amed, “Entremundos”. S´Music 2006
Mariana Baraj, “Margarita y azucena”. Los Años Luz, 2007
Pepi Taveira, “BsAs inferno”. S´Jazz 2005
Natalio Sued Quartet, “Mirada esquiva”. S´Jazz 2006
Francisco Lo Vuolo, “Kuchiku”. S´Jazz 2005
German Náger & Juan Carlos Tolosa Dúo, “49 minutos”. BAU, 2007
Esteban Sehinkman, “Búfalo”. Limbo, 2007
Barbara Togander, “Lovemanual”. BAU, 2007
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