miércoles, 12 de febrero de 2014


OBESOS GALÁCTICOS
 
 
Criolo se monta en el Circo Volador y sonríe a los helicópteros cargados de turistas que dan vueltas alrededor del Cristo Redentor.

Criolo es un fenómeno porque es “auténtico” allá donde la autenticidad constituye denominación de origen. Brasil lo admira. Hace nada, se dice, vivía de limosnero por las orillas despiadadas de la gran ciudad. En el mixtificado mercado de la música del Siglo XXI no hay mejor aval para triunfar que ese.

Criolo cuelga el “no hay billetes” en su concierto en el Circo Volador de Rio donde moran los dioses de la MPB. El concierto arranca puntual con 2 horas y media de retraso. Nadie protesta. Nadie le levanta la voz a Criolo.

El personal se arremolina en torno al escenario. El escenario es amplio. La platea es recudida, además de incómoda.
 
 
La música de Criolo viaja por entre los entresijos de la vociferante audiencia a un nivel apenas superior a lo que un oído humano es capaz de soportar para terminar depositándose en sus intestinos. Ensordecedora, pero no lo suficiente como para tapar los a modo de sound systems móviles o estancos que configuran la estampa sonora del barrio.

Lapa es una visión del apocalipsis en el mero centro de Rio de Janeiro, allá donde la noche se viste de amarillo y rojo, los fanáticos del crack bailan su desnudez por entre la muchedumbre, y un voluntario en silla de ruedas predica las virtudes de la abstinencia de alcohol en vano.

Criolo es camisa a cuadros con mangas, pantalón de fieltro, pañuelo a modo de capa al cuello, lo que le confiere el aspecto de un gañán galáctico; piel morena de sol y no sal; cabello negro y espeso; asomo de barriga; una tosquedad puede que pretendida por razones de marketing. Rapero, pero no demasiado. Sus canciones teñidas de azul tienen su fondo y su circunstancia. Cantor del gueto, o de la favela. Una versión en castizo de James Brown, y tan melodramático como él.

Entonces es cuando se arrima al micrófono para convertirse en vocalista de la vieja escuela. Ahora lo sabemos: el enfant terrible del pabellón paulista, en realidad, quiere ser Roberto Carlos en lugar de Roberto Carlos. A veces, a Criolo le traiciona el subconsciente.

Criolo deja de cantar para que sean otros los que le canten. Es el ritual mil veces repetido de la Música Popular Brasileña ("MPB"), esa forma de guerrilla contra “lo norteamericano” que tienen los de aquí, consistente en que no se escucha otra cosa que no sea a los propios.

Criolo es MPB. La MPB es, primero, verso, y luego, música. Es arrogancia. La desconfianza está en su misma entraña.
 

 
 
 
Capítulo 2: Fe-llini-fla-flu

Un "FlaxFlu” es una cosa muy seria. Hay un vídeo dedicado a las historia de los “FlaxFlus” (*), que es el modo como los cariocas llaman a los enfrentamientos entre el Clube de Regatas do Flamengo y el Fluminense Football Club; el escenario soñado donde las pasiones se desbordan y los tambores llaman a guerra no necesariamente incruenta.
 
He tenido que venir a Maracaná para enterrarme de que Maracaná no se llama Maracaná sino “Estádio Jornalista Mário Filho”, por el fundador del “Jornal dos Sports”. Lo han remodelado para que luzca en el Mundial. En su interior no se puede fumar, ni poner los pies en el asiento de adelante, ni beber alcohol, excepto durante el Mundial. El poder de la FIFA no es de este mundo.
 

 
Uno tenía por cierto que el futbol brasileño es de todo, menos brasileño. Será porque los mejores futbolistas brasileños juegan en Europa. Su estilo, el de su selección, con el que ganará el Mundial, es europeo, más italiano que alemán, más inglés que “tiquitaca”. Pero un “FlaxFlu” es otra cosa. Incluso aunque las gradas del “Estádio Jornalista Mário Filho” anden medio vacías. Una pancarta clama “contra los precios abusivos de las entradas”: no es oro todo lo que reluce en el emergente Brasil.

Un “FlaxFlu” sirve para reconciliarle a uno con el noble arte del balompié. Aquí, al futbolista se le da por conducir el balón de portería a portería buscando la ocurrencia que puede llegar, o no. La elección personal frente al sistema. El futbolista brasileño no seleccionable ha recuperado el placer de jugar al futbol.

Y en éstas llegó Walter.
 
 
Nadie sabe de dónde procede. Walter acaba de llegar al Fluminense y al campo, mediada la segunda parte, el número 18 a su espalda y una más que prominente curva abultando la región estomacal y limítrofes. El personal corea su nombre como debieron hacer los espectadores en Bayreuth tras el estreno de “Parsifal”: “Walter... Wagner…"

Viéndole, uno piensa que lo único equivocado en él es su nombre. Debería llamarse Wagner.

Wagner-Walter se ha hecho carne para redimirnos de nuestros pecados de escépticos aficionados al fútbol en el cambio de siglo. La estirpe de los indomables Garrincha, George Best y “Mágico” González tiene en él a su mensajero alado y barrigudo. Uno ve a Walter paciendo en medio del estadio y cree estar viendo un espejismo.
 

Donde los demás salen corriendo en busca de la esférica, Walter camina el medio campo sumido en profundas reflexiones más allá de nuestro alcance de seres mortales. Y de repente está ahí, empujando la pelota con gesto grácil hasta el fondo de la red ante la mirada atónita del cancerbero, enfrentado a un destino exorable. Walter ha aparecido ahí como por ensalmo. Nadie podría decir cómo llegó. Su sprint de metro y medio es acaso inconcebible.
 
Walter es la antítesis de los robots anabolizados que hoy dictan su ley en el futbol de élite. Su imagen vulnerable por no decir tierna, nos remite a unos tiempos en que el deporte era pasión antes que profesión, que ciencia.
 
El fútbol nos ha enseñado a predecir lo aleatorio, salvo lo que nadie puede predecir. Walter, o sea.
 
Chema García Martínez
(Texto y fotos, excepto 1 y 2)
 
 

(*) “FlaxFlu. 40 minutos antes do nada”. Globo, 2013

. Circo Voador. Criolo. 07/02/2014
. Campeonato Carioca 2014. Flamengo x Fluminense. Maracaná. 08/02/2014


Dedicado a Lúcia, Ana y Celso, y a su hijo Francisco (gracias por advertirme que Wagner no es igual a Walter) 
 

4 comentarios:

  1. Mi más sincera felicitación por la crónica musical-deportiva brasileira. Un auténtico placer si no fuese por la cochina envidia que me reconcome.

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  2. Para tu consuelo, estamos a 40 grados a la sombra, pero nada que no se pueda arreglar con una caipirinha bien fresquita...

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