miércoles, 28 de octubre de 2009

De nuestra corresponsal en Aviñón: The Sidney Bechet Memory All Stars


¿Qué puede hacer un grupo de estudiantes con poco dinero una aburrida tarde de vacaciones en un pueblo del sur de Francia?

Sí, lo habéis adivinado, ir a un concierto de la Sidney Bechet Memory All Stars en la Ópera de Aviñón.

Armados con nuestras entradas de las de "mira-que-lindo-es-el-techo" en una mano (la vida del estudiante es dura...), y un programa prometiendo una "sonoridad mítica" en la otra, allí nos encaminamos ayer noche en búsqueda de un poco de ritmo y buena música.

Silencio, telón. Una nota resuena en el aire, seguida de un saxo soprano en manos de Alain Marquet, que se marca una especie de swing-rumba-contorsionismo al ritmo de los aplausos del público. Poco a poco se va sumando el resto de la orquesta, que incluye a tres antiguos miembros del conjunto del mismísimo Bechet, Pumy Arnaud a la batería, Christian Azzi al piano y Alph Mas al contrabajo, y a otros dos "recién llegados", Olivier Franc al saxo soprano y Benoît de Flame al trombón.

Comienzan las presentaciones, empezando por el invitado de honor: el saxo soprano de Marquet, que resultó haber pertenecido a Su Señoría Bechet y fue recibido entre ovaciones y exclamaciones de admiración. Continúan anunciando su repertorio, que hace honor al nombre del grupo, aunque hay una alarmante desproporción en favor de los temas compuestos en Francia. Por qué será.

Por fin el grupo ataca el segundo tema y aprovecho para mirar a mi alrededor, y entonces me doy cuenta de dos hechos fundamentales.

Uno, que, si bien la edad media del grupo ronda los 75, cosa comprensible por lo demás dado que los compañeros de Bechet ya trasteaban con él allá por los cincuenta, la edad media de la audiencia debía rondar los 80, y siendo generosos. Y, allá arriba al fondo, henos los únicos cuatro por debajo de los 60.

Y dos, que, exceptuando las contorsiones de Marquet, debía de haber una competición secreta de a-ver-quién-aguanta-más-tiempo-tieso entre los músicos y el público, cuya encarnizada lucha me tuvo en vilo hasta el final, aunque no tengo muy claro quién ganó puesto que allí no se movió ni dios. Alguno seguía el ritmo con un dedito; los más osados usaban la mano entera. Póngase un fondo musical de jazz de Nueva Orleans y entenderán mi desconcierto.

Que sí, que lo sé, que después de dos años en Francia parece que no aprendo, pero qué quieren, a mi si me ponen música bailable me entran ganas de bailar, así de “especialita” soy. Me habré equivocado de concierto. O de país.

Pese a todo, la noche fue absolutamente deliciosa y allí estuvimos los cuatro jóvenes descocados bailando y sonriendo ante las miradas reprobatorias de nuestros vecinos de asiento. Y, aunque hay que admitir que la sonoridad no era demasiado mítica y que las improvisaciones sonaban más bien "provisadas", disfrutamos de dos horas de ritmo y buena música, que era exactamente lo que habíamos ido a buscar. Jazz y buena compañía, ¿qué más se puede pedir?

Sara García Hernández


la autora

4 comentarios:

  1. Enhorabuena por abrir corresponsalía en Aviñón. Esto se pone muy interesante. La autora es digna hija de su padre.

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  2. ¡Gracias Anónimo! La corresponsal también se siente orgullosa de su colaboración en un blog de este porte, por pequeña que sea. Un honor.

    ¡Ah, y Aviñón también existe!

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  3. Que conste: el Sumo Hacedor de este Blog también está orgulloso de contar con colaboradores y lectore/as tan inteligentes y saleroso/as.

    !Viva Aviñón!

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  4. ¡Qué vivan! (Aviñón y la colaboradora)

    Marta

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