Crónica del exilio
berlinés
La moda del
verano: dedicarle un concierto, o un tema, o lo que sea, a Paco de Lucía. Consulten
programaciones.
Siempre a la que salta, los organizadores de festivales introducen una clausula de obligado cumplimiento en sus contratos obligando al artista a dedicarle una pieza, o lo que sea, al finado. Da igual lo que hagas, si tocas hard power o acid techno. Me lo contaba el otro día un colega y sin embargo músico de jazz, cuya relación con Paco de Lucía consiste en haberse comprado un disco suyo de joven. El hombre ha recorrido Alemania tocando su música dedicada a Paco, aunque nadie entendiera qué tenía que ver una cosa con la otra: “pues si hay que dedicarle un tema”, vino a decirse, “se le dedica”.
Escribo
estas líneas desde la capital berlinesa. Los españoles, en los sesenta,
viajaban al sur de Francia a por la uva, y a Berlín, a trabajar en las grandes
cadenas de producción. El propio Paco de Lucía vino aquí como un emigrante más,
acompañando a Pedro Iturralde en su viaje exploratorio a través de la vasta planicie
del flamenco-jazz, y sin entender palabra de cuanto el saxofonista le mandaba hacer,
según confesó más tarde; eran los años sesenta y Paco todavía no era Paco.
Hablando del
exilio…
La crónica berlinesa del exilio tiene el rostro hermoso-hierático de Nefertiti, su tono de piel color pastel, su media sonrisa que ríase Vd. de la Mona Lisa (las cejas cuidadosamente depiladas, los labios sensuales, la nariz rectilínea). La reina de la noche berlinesa recibe cada día a sus súbditos en su cámara privada del Neues Museum, encerrada en una jaula de cristal antibalas climatizada. Lo siglos de exilio no pasan por ella. Nada más moderno que la belleza triste de Nefertiti y, si no, véase la portada del último número de Quality dedicado a Audrey Hepburn.
En el exilio
interminable de Berlín me encuentro –pura casualidad- con Lucía Martínez pintando
su “Azul cielo” en el horizonte berlinés, lo que es ella, a la batería, y Ludwig
Hornung, piano; Hannes Daerr, vientos; Silke Lange, acordeón, y Simon Quinn,
contrabajo. En día de
partido (mundial de Brasil), el b-flat de amplios ventanales insonorizados a la
calle registra unos tres cuartos de entrada. No está mal para quién, no hace
tanto, lo dejó todo y se plantó en la vibrante capital alemana con una mano
delante y la otra detrás.
La música de
Lucía se sabe cómo es: nostálgica, melancólica, bulliciosa, pinturera. A los
que no saben que, aquí, son mayoría, les explica de dónde procede su
inspiración: el alma gallega nostálgica, melancólica, bulliciosa, pinturera. Luego
que la música de L. M. promueve sentimientos bondadosos Difícilmente encontrarán
los mandamases de la cosa turística en la Xunta gallega mejor promotora
turística ni con mayor dominio del idioma alemán.
De izqda. a dcha.: Ludwig
Hornung, piano; Simon Quinn,
contrabajo; Silke Lange, acordeón; Hannes Daerr, clarinete; Lucía Martínez, batería
Chema García
Martínez: texto y fotos (excepto 2)
Lucía
Martínez estará esta noche (21:00 h.) en el Auditorio Municipal do Concello de
Vigo, a 5 € la entrada (Imaxinasons. 10 Festival de Jazz de Vigo).
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