domingo, 2 de agosto de 2009

Jazz around the world (II): aproximaciones al jazz en Flandes

Jan Muës, músico de jazz. Foto: Liv Muës

“Marx, jazz y tiendas de ropa”

Aarschot (literalmente, “patada en el culo”), viernes, 26 de septiembre de 2008, teatro del C. C. Het Gasthuis. Sin saberlo, la numerosa concurrencia va a asistir un acontecimiento histórico. El encuentro entre el jazz y el marxismo, el de Groucho Marx, con el mismísimo “Águila de la Justicia”, J. Cheever Loophole (*), “in spiritu”, paseándose por un escenario de jazz de la mano de Lidia, la chica tatuada, “la criatura más gloriosa bajo el sol”…

For two bits she will do a mazurka in jazz,
With a view of Niagara that nobody has.
And on a clear day you can see Alcatraz.
You can learn a lot from Lydia

Jan Mües, el intérprete de “Lydia, the Tattooed Lady” (E.Y. Harburg, Harold Arlen, 1939), está feliz, todos lo estamos. Su interpretación constituye el momento culminante de “Café Cool”, espectáculo cabaretero en el que se recrea la muerte y defunción del garito homónimo. Como maestro de ceremonias, una celebridad local, cantante, guitarrista, recitador y algunas otras cosas más, Freddy Birset.

El estreno de Café Cool constituye un acontecimiento social a escala flamenca. Entre quienes han sumado a la celebración se encuentran Wannes Van de Velde, de 76 años, antiguo músico de jazz y folk (¡y flamenco!) residente en Amberes, de cuya ciudad es “poeta laureado no oficial” (**). También Walter Tillemans, hombre de teatro de largo y poblado currículo cuyo compromiso con la causa es bien conocido: “los intelectuales tenemos la obligación de saber de jazz”, asegura. Y añade: “los músicos de jazz son los aristócratas de las clases bajas”. Pocos pero apasionados, los aficionados al jazz en Flandes.


Es muy posible que el viajero a su paso por estas tierras no halle rastro de la tan cacareada “guerra de banderas”, como que pueda expresarse libremente en el idioma que le plazca sin problema alguno. Aún así, pocas cosas hay que unan a las dos comunidades, flamenca y valona. La selección nacional de fútbol es una, y no siempre; Toots Thielemans, un músico de jazz, la otra. Su actuación en Jazz Hoeilaart 2008 fue la única en colgar el “no hay billetes”. Aficionados de todo el país acudieron a escuchar al venerable jazzista siguiendo la vieja tradición flamenca de la trashumancia. Es sabido que aquí, para escuchar jazz, hay que hacer kilómetros. Luego, que el marco invitaba. Hoeileaart, con aspecto de ciudad balneario, está situada en el cinturón verde que rodea la ciudad de Bruselas, siendo éste un territorio en disputa entre las dos comunidades.

Por un lado, los conjuntos venidos para la competición. Por el otro, las estrellas invitadas, que además de Thielemans, fueron el guitarrista Philip Catherine y la cantante Tutu Puoane, sudafricana de nacimiento, belga de adopción. Puoane le canta a Pat Metheny, a Kurt Elling y a la tierra que la vio nacer. Una voz bonita aunque corta, un repertorio discutible. Otra que tal: Lady Linn y sus Magnificent Seven, cantora residente en la ciudad de Gante, famosa por sus interpretaciones glamourosas en estilo neo-swing y bailable aunque, aquí, nadie baile. Y eso que divertida, la chica, lo es, y un rato. Entre los grupos a concurso, el trío del pianista asturiano César Latorre, con Petros Klampanis, contrabajo, y Artis Orubs, batería. Latorre reparte su tiempo entre Gijón, Nueva York, Amsterdam y Berlín. Su sueño: llegar muy lejos con un trío que es “la niña de mis ojos”. Y no ganó, pero faltó poco.

De puertas afuera, Bélgica es Toots Thilemans y Philip Catherine, y Bert Joris, ahora Jeff Neve (***). También Jan Mües, trompetista, cantante, pintor y dibujante de comics, actor y director de cine, piloto de aviones de época, astrónomo aficionado… a Mües se le anuncia por las calles como el “Chet Baker belga”, circunstancia que a él no parece molestarle demasiado. Si su nombre no es, todavía, conocido entre nosotros (ha actuado únicamente en una ocasión, en Sevilla y Madrid), se debe a que su territorio de caza abarca casi únicamente los 13.521 kilómetros cuadrados del “Condado de Flandes”. Hace tiempo que este friki metido a músico de jazz renunció a las miserias consustanciales al oficio de músico de jazz, “para tocar en un club mal pagado en Bruselas me quedo aquí”. Ni en Valonia, ni en Francia u Holanda, salvo excepcionalmente. Difícil imaginarse la supervivencia de un músico de jazz en semejantes condiciones. Misterios de un país en el que la máxima estrella sobre el firmamento toca la armónica (¡) y las emisoras programan el jazz más triste del mundo: “la música no debe ser “interesante”, insiste Mües, “sino hermosa, divertida”.


A falta de clubes de jazz, buenos son los teatros, los centros culturales, y las fiestas mayores, que aquí también las hay, aunque no lo parezca. Mües se lo conoce todo. Cuando no es con su propio cuarteto, llamado “Cool Cargo”, o acompañando a Günter Grass en su presentación como escultor, está compartiendo escenario con otros dieciocho. Los integrantes de la “Big Big Band”, en la que el veterano jazzista ejerce como solista principal y cantante a las órdenes de su director, Luc Lambrechts. Cada lunes, sus miembros se reúnen para ensayar en un recóndito club social sito en la pequeña localidad de Bouwel, a 25 kilómetros de Amberes. El line up se reparte entre los profesionales de prestigio y los amateurs cualificados, pero todos están aquí con el único propósito de compartir el milagro de la música. Por puro amor al arte.

El menú de esta noche incluye un primer tiento a “For Lena and Lennie”, de Quincy Jones, más los pertinentes repasos a “No foolish things”, versión funky de “These Foolish Things”; “A foggy day”, cantada por el propio Jan Mües, y “Magic box”, de Bert Joris, además de un arreglo que resulta fallido de “Black Orpheus”. Sintomático: la más importante big band en la historia del jazz flamenco afila su repertorio entre toneles de cerveza y unos espeluznantes bodegones al óleo puestos ahí para someter a prueba la capacidad de concentración de los ejecutantes. Los cuales, una vez concluido el ensayo, procederán a abalanzarse sobre la barra del bar en pos del merecido refrigerio: aquí, el que bebe, paga, y el que no ha llegado a tiempo, ni toca ni bebe.



El viajero concluye su estancia en Flandes rodeado de belleza y de buen jazz, lo suyo. Que si aquí no hay clubes, existen otros lugares que hacen sus veces sobradamente. Y otras cosas. Por ejemplo, un comercio de ensueño dedicado al disco vintage ubicado en el preciso lugar donde ejercen las meretrices gantesas según llega la noche. Y, junto al mismo, la más encantadora tienda de atavíos y menudencias para ella y para él. Un establecimiento tan jazzístico como su nombre indica: “Zoot Costumiers”. Pues eso.


notas

(*) en la versión española de “At the Circus” (“Una tarde en el Circo”), rebautizado como “Juanito Triquiñuelas”

(**) Wannes Van de Velde falleció el pasado 10 de noviembre

(***) …y Aka Moon, Octurn, Kris Defoort y demás integrantes de la radiante cofradía de “los músicos belgas locos” (Pablo Hernández, de “Sinouj”)


fotos: J.M: García Martínez excepto indicadas

(publicado en http://www.tomajazz.com/conciertos/2008/11/belgica_2008.htm)


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