lunes, 23 de febrero de 2009

John Tchicai: "Jirones de corazón"

Jirones de corazón

“Jazz em Agosto” (Fundación Gulbenkian, Lisboa), agosto 2001

Pues que Jazz em Agosto pasa por ser un respiro imprescindible en el proceloso mar de los festivales de jazz, tan bonitos todos iguales, su crédito ha de ampliársele a partir de esta, su segunda edición de confirmación. Visto lo que hay, el aficionado cabal hinca rodilla en tierra y clama: ¡el milagro existe!. Esta es la crónica de una semana de pasión, provocaciones, jazz y bacalao grilhao.


Día 1

Podrían ser el MJQ, pero son el New York Art Quartet, con Reggie Workman, que sustituyó a Lewis Morrell, con respecto a los que grabaron el mítico “ESP” que lleva el nombre del grupo. Me dicen que en dos años que llevan re-reunidos, han tocado en un mismo número de ocasiones, una de ellas “teloneando” a los Sonic Youth en el Bronx (¿y por qué no?). Constatación gozosa: los héroes de nuestra demasiado lejana juventud siguen aferrados a la cosa free, solo que ahora aderezan la ensalada con una pizca de pimienta/espectáculo, y ya lo dijo el otro, que no hay negocio comparable al del show-business. Tchicai –diletante del jazz moderno, músico fascinante por demás- busca una razón para seguir tocando y no sé si viviendo; Roswell Rudd arroja por las varas de su trombón el corazón y otras vísceras diversas; líneas polifónicas muy separadas, contención, tendencia a la expresividad (¿free-jungle?), “tempo” elástico, todos cantan-todos bailan, menos Workman (contrabajo y bramadera), que ese no es de la panda. Milford Graves abandona la batería tormentosa y eleva su cuerpo serrano de sesenta años en una impensable voltereta aérea hacia atrás. Will the world be saved, will the world be saved... Amiri Baraka, el Leroi Jones original –rechoncho, afable, viejo, bajito, ¡quién lo iba a suponer!- nos contempla desde su púlpito. Graves se lo lleva (literalmente) a hombros. La lógica de esta música es la de la liberación de los sentidos en un permanente desafío al abismo (el caos, la ausencia de referencias). Una relación distinta y más adulta con la materia sonora. Un material: la libertad. Un procedimiento: la experiencia vivida. Alguien entre el público pide a gritos ayuda a Wynton Marsalis, pero le dicen que el trompetista se ha quedado a vivir en Vitoria-Gasteiz.


Día 2

Grandes momentos (bright moments): comparto croissants y recuerdos con Tchicai y Milford Graves. En la calle, me doy con Henry Threadgill que está tan perdido como servidor. Juntos acudimos a la interesante conferencia del crítico musical y colaborador de CUADERNOS DE JAZZ Bill Shoemaker. En el turno de preguntas, Threadgill se revela como un formidable polemista. Título de la conferencia: "Jazz y el Dilema de Frankenstein; “quien tiene el micrófono decide lo que es el jazz”. Clarividente, nuestro amigo Bill.

Por la noche, “Ponga”, Bobby Previte, batería, plus Wayne Horvitz y Dave Palmer, teclados, y "Sherick", la última maravilla de los saxos, que además le dio a los samplers. Los músicos del gueto blanco en una propuesta escatológica con mucho de tortura y tan alienadora como un disco de Los Tres Tenores. Minimalismo secuencial, sonsoniquete mórbido, frases/esbozos de frases/interferencias musicales escasamente estimulantes repetidas ad nauseam, acompasadas al pulso rítmico monótono del 4/4: todos queremos ser Jimi Hendrix (o, en su defecto, John Zorn), pero algunos nos lo callamos. Los chicos malos de hoy han descubierto la planicie musical que en los setenta llamábamos “música planeadora” y que si entonces soportábamos, es porque a los conciertos de Tangerine Dream las chicas iban colocadas y eran presa fácil (teóricamente); lo cuyo me alerta acerca de ciertas etapas en la evolución de la Humanidad que uno creía superadas y, a la vista está, no lo están, o no lo están por todo el mundo. O sea, que dos horas de paliza electromagnética son demasiadas como para no tomar con urgencia el camino del bar. Menos conformista que mortalmente aburrido.


Día 3

La conferencia de Matthew Shipp "Sobre el Proceso Creativo y la Improvisación" se salda con un conjunto de vaguedades sin el menor interés. Abandono. Por la noche, Threadgill-Make a Move arrancan con dificultad. El que sabe recomienda paciencia, y no le falta razón. Threadgill, alquimista de los sonidos, tipo meticuloso y un bastante metido en sí mismo, se toma su tiempo para dar cuerpo al objeto que pretende, primero desparrama sus argumentos nada obvios, los reúne, les da forma y cuando queremos darnos cuenta, estamos bebiendo de su mano. Lo que resulta es un paisaje orquestal de una hermosura recóndita y quebradiza. ¿Qué género de música tocó el bizarro saxofonista en la fragante noche de agosto lisboeta?. Con la humildad que me caracteriza, me confieso incapaz de responder a la pregunta. Dando un rodeo, podría decirse que, a través de Make a Move, Threadgill nos cuenta un cuento que podría ser "El Sueño de una Noche de Verano", lo que constituye una bonita imagen retórica que dudo le sirva de nada al lector. Ahondo en el recuerdo y me sorprendo pensando que Bryan Carrott podría haberse llamado Bobby Hutcherson (y Threadgill, Woody Shaw), y que ni el histriónico Stomu Takeishi (b el), ni el esotérico Brandon Ross (g el), nos van a aguar la fiesta, por mucho que se empeñen (y se empeñan). Entonces, quedamos en que Threadgill practica un “post-free” con influencia del “post-hard bop” y unas miguitas de “post-third stream”. Pues si Vd lo dice, querido lector, así será.


Día 4

Un desayuno con M. Shipp me confirma que el personaje no tiene el mayor interés: un coñazo. Consecuentemente, decido prolongar mi paseo por la ciudad en la mejor compañía y dejar su concierto en “solo” para otra ocasión o siglo. Por la noche, el Harriet Tubman + Double Trio resulta ser el mismo Brandon Ross (¡horror!) más dos gañanes, un armario de bajista (Melvin Gibbs) y un batería con aspecto de presidiario (J.Y. Lewis) plus otros dee-jays de los de camiseta por las rodillas y la boina para atrás, bien conocidos ambos por los que gustan de estas cosas: DJ Logic (también sabido por “Jason Kibler”) y DJ Singe, muchacha menudita de procedencia haitiana a la cual se encargó el toque globalizador a base de “samplers” exóticos. Y, entre medias, Graham Haynes puso todo su empeño en resucitar a Miles, y lo que le salía era Mark Isham. Sorprendentemente, lo que resulta del mejunje es algo bastante menos catastrófico de lo que hubiera cabido esperarse, y aún resulta francamente sugerente, por momentos (por momentos, no), será porque el encuentro entre los dos continentes musicales (la sección rítmica vs. los dee-jays) no constituye un fin per se sino un procedimiento para llegar a algún lugar. Lo de Brandford Marsalis, solo que al revés. Y, de nuevo, el lector que, llegado a este punto (cosa que le agradezco no sabe cuánto) pide una mayor precisión: me diga Vd. cómo es la música de este señor que como guitarrista no nos convence, pero lo que es cabeza, la tiene. Le diré lo que no es: no es jazz ni hip hop, ni hip hop-jazz, ni free, ni “electromagnética”, aunque tenga mucho de todo ello. Se habla de una música que se desliza sin cortes abruptos, en la que el empuje rítmico nunca resulta demasiado evidente. Una música de ambiente (que es cosa distinta de ambiental) que es lo que se lleva en música como en literatura, cine o en la elaboración de la morcilla de Burgos: el marco importa más que el lienzo, la sugerencia más que la presencia, que la sustancia. El concierto estuvo dedicado a la figura histórica de Harriet Tubman, activista del anti-esclavismo cuya biografía aparece glosada en los programas de mano. Y es que, con esto del jazz, además de escuchar, aprendemos que es una barbaridad.


Epílogo

La publicación de esta crónica no estuvo exenta de polémica. Este cronista nunca más fue invitado a acudir a "Jazz em Agosto", lo que bien pudiera ser una coincidencia, o no serlo.

(publicado en Cuadernos de Jazz 2001)


John Tchicai actuará en Madrid el sábado 14 a las 23 horas, en la Sala de Columnas del Círculo de Bellas Artes

2 comentarios:

  1. Me gustaría ir el sábado 14 a hacerle fotos a John Tchicai. Creo que puede ser una muy buena actuación.

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  2. seguro que lo será. Tchicai es de fiar, no sé por qué no es más conocido. Un beso, Esther

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