martes, 10 de marzo de 2009

John McLaughlin: “el jazz necesita sangre”


Las entradas para su recital del domingo en el Teatro Real se agotaron en horas. John McLaughlin, seguramente, el guitarrista de jazz más imitado de las últimas cuatro décadas, visitó la Villa y Corte junto a su grupo Shakti, dentro del ciclo que la referida sala dedica a la música de jazz. Un concierto que deparó no pocas sorpresas musicales. “Cada concierto lo afrontamos como un viaje hacia lo impredecible. Nunca estamos muy seguros de lo que vamos a tocar y no tenemos ni idea de cómo vamos a terminar”. Aunque inspirada en la tradición clásica india, la música de McLaughlin con Shakti carece de referencias precisas. “Ante todo quiero dejar bien claro que no toco música india sino con músicos indios, que es muy distinto”.

En su nueva visita a la capital de la Nación, tras varios años de ausencia, el guitarrista inglés compartió escenario con el percusionista Zakir Hussain. “no es solo que Zakir sea el mejor intérprete de “tabla” del mundo, sino que también están Shankar Mahadevan, un cantante extraordinario, y V. Selvaganesh, al gatham y la kanjira (instrumentos de percusión). Seguro que el público de Madrid se quedó boquiabierto escuchándole. Hay noches en que está particularmente inspirado y es capaz de fuera de juego a Zakir. Y entonces, va Zakir y se descuelga con algo todavía más fantástico, porque, en eso, es como yo: los dos necesitamos que se nos provoque. Es lo que tiene este tipo de música, que te da la oportunidad de descubrir en escena algo que está dentro de ti mismo y tú mismo desconocías”.

El doble salto mortal sin red: la creación a tiempo real. “Somos como un grupo de funambulistas caminando sobre la cuerda floja. Para mí, ese es el verdadero espíritu del jazz”. Algo que McLaughlin echa en falta en la mayoría de las propuestas del jazz actual. “La verdad es que estoy muy decepcionado con el jazz de hoy, tan lleno de clichés. Me aburre mortalmente. El verdadero jazz tiene el mismo sabor del verdadero flamenco: hay sangre por todos los lados.”

Y sangre es lo que no faltará en el nuevo disco del guitarrista, próximo a editarse. “Es un disco con mucha sangre y mucho sentimiento. Su título “Industrial zen” refleja lo que ha sido mi vida y adónde me dirijo. Está lo mejor de ambos mundos, el Este y el Oeste, Shakti y la música de fusión, con un toque actual muy “underground”. Podíamos llamarlo “industrial fussion jazz”. Mientras llega “Industrial zen”, el aficionado puede contentarse con la edición monumental de los conciertos del guitarrista en el Festival de Montreux en los últimos 30 años (17 CDs) o la novedad de su grabación junto al trompetista Miles Davis en el club Cellar Door de Washington del año 1970. “Fue algo salvaje. Eran los días en que Miles se pasaba el día escuchando a James Brown y a Slide & the Family Stone. Todo música negra, yo era el único “blanquito” de la banda. Recuerdo que una noche se le acercó alguien y le dijo”: “hermano, ¿me puedes decir qué hace ese “blanquito” contigo?”; y Miles le contestó: “hermano, enséñame a uno que toque como él y le contrato ahora mismo”. El baúl del guitarrista esconde aún sorpresas: “en cuanto termine la gira, me pongo a trabajar con una grabación del concierto que di en La Habana a finales de los setenta, junto a Jaco Pastorius y Tony Williams”; de su encuentro, convenientemente “pirateado” en disco, con el legendario Iimi Hendrix, prefiere no hablar. “Aquello fue un desastre de principio a fin. Era el año 1969. Yo estaba en un estudio de grabación, en Nueva York, y al lado estaba Jimi con Mitch Mitchell, el batería, al que conocía de los “Blue Flames”. El problema es que yo solo tenía una guitarra acústica y Jimi tocaba tan alto que me obligaba a subir el volumen del “ampli” a tope. Todo lo que conseguí es no sonar en absoluto”.

(versión íntegra del articulo publicado en El País 1 abril 2006 con el título "El verdadero jazz tiene el mismo sabor que el verdadero flamenco")



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