Me presentaron a Blas Rivera a través de un amigo común. Argentino, de Rosario, residente en Rio de Janeiro, tanguista por nacimiento, jazzista por vocación. Creí en Blas por venir de quien venía. Creía en su música y creía conocerla.
La voz como esculpida, rica en armónicos, a través del teléfono, presentándose como Tito Cartechini, nacional de la Argentina, como Blas, residiendo temporalmente en la mismisidad madrileña de la Puerta del Sol. Este Tito, que ha tratado a Fresedo y tocó con Piazzolla; que ejerció su derecho a no ser explotado por empresario alguno y se basta consigo para tocar lo que sea y se arranca con aquel Astor que todos conocen y le sigue con ese otro ignoto y con un tanguito viejo que se tocaban los de la guardia antigua y termina por darle aires porteños a don J..S. Bach...
Blas Rivera, circulando a pecho descubierto por la Villa y Corte. Cartechini, apenas entrevisto. Estaba escrito que habían de encontrarse en la Madre Patria y en ningún otro lugar pero, ¿cómo no creer en el destino?.
Tito Cartechini: bandoneón-total, respirando con la música y haciendo respirar al tango.
Blas Rivera, tenor-sax, rapsoda de lo inusitado, caminando por la cuerda floja, de puntillas; asomado al abismo, manteniendo al oyente en un gozoso sin vivir.
Saxo y bandoneón, nadie lo ha intentado antes y, es de creer, nadie volverá a intentarlo. Son Blas y Tito y no hay quien se les aproxime, ni en el tango ni en el jazz, ni quien, como ellos, le cuente a uno el tango con semejante grado de pasión.
Blas, descalzándose para sentir en la planta de sus pies el regusto a moqueta. Tito, el gesto grave, pone sus ojos en blanco mientras le arranca el primer lamento a su instrumento. El “speaker” que pide silencio mientras suena la sintonía pero ellos están a lo que están, y allá se lanza Blas, a ver, Tito, si te la aguantás. El guante, que ha sido lanzado y Tito, que lo recoge, la aguanta y la devuelve multiplicada sin variar el semblante. Y es ese “Feelings” (Morris Albert & Louis Gaste) que se le cruzó por el camino a Blas y que Tito recogió y “tangueó” como podría haberlo hecho con cualquier otra melodía. Y es posible que “Feelings” acabe convertida en “Oblivion” o en “Milonga del ángel”... los presentes que no somos Blas ni Tito contenemos el aliento.
En la Radio Nacional, Blas y Tito se estrenaron para lo que habrá de venir. Y es que, cuando estos dos se juntan, ocurre lo que nadie espera, porque nadie puede esperar el milagro.
José Mª García Martínez, 2005
Bravo.
ResponderEliminarBravo por la prosa que nos permite presenciar el espectáculo incluso sin verlo ni oirlo.
Bravo por Blas, un grande de la música que he tenido el placer de conocer y escuchar.
Bravo por Tito y la pasión que sabe sacar de su bandoneón.
Bravo por permitirnos "escuchar" este concierto.