Hubo un tiempo en que un disco era algo, y grabar se consideraba un acontecimiento equiparable a tener un hijo, escribir un libro, o plantar un árbol, puede que más. Tiempos aquellos en que uno lo leía/escuchaba/veía todo, porque no había demasiado que leer/escuchar/ver, por lo que nos dedicábamos a follar, básicamente.
En esos tiempos en que algunos vivieron mejor, ocurrían cosas como que uno asistiera a un recital de un famoso conjunto de” jazz-rock” (sic) y saber que el concierto estaba siendo grabado para su edición en disco. Ding dong. Un shock. “Nos están grabando”.
Consciente de que el destino había querido hacerse presente en aquel lugar y aquel momento, me rompí las manos aplaudiendo, y las cuerdas vocales, gritando. Con ello, que estaba decidido a hacerme escuchar como fuera por encima de los otros cinco mil. Y ahí habré quedado, un suponer, como el energúmeno al que no había manera de callar, si es que todavía alguien escucha aquel disco.
Ahora a los músicos hay que convencerles para grabar, porque no quieren, total, para qué, pero siguen grabando, y alguno hay que guarda un respeto reverencial hacia la cosa redonda con el agujero en medio. Lo que seguramente les ocurre a Erik Lindeborg, Tobias Grenholm, Paul Svanverg y Kristian Brink, los miembros del cuarteto del primero mencionado, ganadores del pasado Getxo Europar Jazzldia. Ahora tienen disco con lo que tocaron en fecha y lugar tan señalados. Casualidad: uno también estuvo, formando parte de la audiencia y del jurado que terminó por darles el premio.
De entonces a anteayer, nuestros afanes de protagonismo han mermado, lógicamente. Nos conformamos con saber que estuvimos allí, un confirmar la primera impresión. Constatar que K. B. es el mejor ganador de los últimos años de concurso. Por lo que a uno toca, saber que, al tiempo que esta música hermosa y apasionada sonaba, en el mismo patio de butacas pasaban COSAS. “Detrás”, “delante”, “sobre” la música, relacionadas con ella, o no. Y un servidor formaba parte de ellas. El tipo de cosas que pasan una vez en la vida, que le cambian la vida a uno. Todo está unido en mi memoria: la música del cuarteto y lo que uno vivió en aquel Getxo inolvidable para mí. Y no veo razón para renunciar a una cosa o a la otra, la música y mis recuerdos.
No creo revelar ningún secreto si confieso que no les vote, sin embargo estuve de acuerdo con el veredicto. Hoy, el aficionado puede disfrutar de esta magnífica música, incluso, aunque no haya estado en Getxo aquel miércoles 9 de julio de 2008.
“Kristian Brink Quartet” está editado por Errabal
En esos tiempos en que algunos vivieron mejor, ocurrían cosas como que uno asistiera a un recital de un famoso conjunto de” jazz-rock” (sic) y saber que el concierto estaba siendo grabado para su edición en disco. Ding dong. Un shock. “Nos están grabando”.
Consciente de que el destino había querido hacerse presente en aquel lugar y aquel momento, me rompí las manos aplaudiendo, y las cuerdas vocales, gritando. Con ello, que estaba decidido a hacerme escuchar como fuera por encima de los otros cinco mil. Y ahí habré quedado, un suponer, como el energúmeno al que no había manera de callar, si es que todavía alguien escucha aquel disco.
Ahora a los músicos hay que convencerles para grabar, porque no quieren, total, para qué, pero siguen grabando, y alguno hay que guarda un respeto reverencial hacia la cosa redonda con el agujero en medio. Lo que seguramente les ocurre a Erik Lindeborg, Tobias Grenholm, Paul Svanverg y Kristian Brink, los miembros del cuarteto del primero mencionado, ganadores del pasado Getxo Europar Jazzldia. Ahora tienen disco con lo que tocaron en fecha y lugar tan señalados. Casualidad: uno también estuvo, formando parte de la audiencia y del jurado que terminó por darles el premio.
De entonces a anteayer, nuestros afanes de protagonismo han mermado, lógicamente. Nos conformamos con saber que estuvimos allí, un confirmar la primera impresión. Constatar que K. B. es el mejor ganador de los últimos años de concurso. Por lo que a uno toca, saber que, al tiempo que esta música hermosa y apasionada sonaba, en el mismo patio de butacas pasaban COSAS. “Detrás”, “delante”, “sobre” la música, relacionadas con ella, o no. Y un servidor formaba parte de ellas. El tipo de cosas que pasan una vez en la vida, que le cambian la vida a uno. Todo está unido en mi memoria: la música del cuarteto y lo que uno vivió en aquel Getxo inolvidable para mí. Y no veo razón para renunciar a una cosa o a la otra, la música y mis recuerdos.
No creo revelar ningún secreto si confieso que no les vote, sin embargo estuve de acuerdo con el veredicto. Hoy, el aficionado puede disfrutar de esta magnífica música, incluso, aunque no haya estado en Getxo aquel miércoles 9 de julio de 2008.
“Kristian Brink Quartet” está editado por Errabal
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