Uno no encuentra demasiadas razones para visitar la ciudad de Essen, 30 km. al sur de Düsseldorf, a no ser que uno sea un simpatizante de la industria metalúrgica o coincida que sea miércoles 14 del mes de febrero del 2007; item, que uno se encuentre a las puertas del funcional edificio de la “Philarmonia” donde esa misma noche está anunciado el histórico reencuentro entre Ornette Coleman (+ cuarteto) + Joachim Kühn, “artist in residence”, diez años después del inolvidable “Colors” (Harmolodic Records). Ornette y Kühn, de nuevo, juntos, revueltos y en armónica camaradería.
Acaso los prolegómenos no fueron los idóneos
A Ornette le acabábamos de ver en el Diez Minutos (!) de pingüino, con un medallón colgándole del cuello y la sonrisa de quien acaba de recibir un Grammy a toda una vida en la música. Lo compartió con los Grateful Dead –recuérdese a Ornette en su disco con el guitarrista Jerry García-, los Doors, Smokey Robinson, María Callas y un incierto cantante “country” fallecido.
La concesión del premio obligó a postergar el concierto en Alemania algunos días; Ornette se hizo de rogar y aunque terminó por llegar, lo hizo tarde y a deshora.
En su ausencia, Joachim quedó varado en la minera villa del Ruhr ensayando un programa que nadie conocía, ni sus propios protagonistas. Para el pianista, residente en Ibiza, el reencuentro con su amigo y mentor adquiría un significado que todos comprendimos. Para su desgracia, entremedias le tocó lidiar con quienes debían ayudarle en sus intentos de contactar con el “astro” del jazz. Kühn conoció el lado oscuro de la fuerza, dícese por al ejército de miserables ponzoñosos que rodean al músico de jazz (“managers” personales, intermediarios…), cuya misión es la de torpedear cualquier intento de diálogo civilizado entre seres humanos. La cuestión tiene que ver con la forma de perpetuarse en el negocio de la industria norteamericana y el “business is business”.
Aún así, Joachim se dice preparado “para lo que sea”. Pronto averiguaríamos que, el del martes, iba a ser el último concierto del pianista alemán tocando con su “padre espiritual” y con cualquier otro músico americano, excepto los residentes en el Viejo Continente.
Ya no somos “armolódicos”
Un ensayo a puerta cerrada, en Alemania, significa muchas cosas. La principal: no hay modo humano de acceder al interior.
El primer encuentro entre los dos gigantes de la música improvisada tiene lugar unas horas antes del concierto en riguroso secreto, sobre el mismo escenario de la Philarmonia. Varios periodistas hacemos guardia a la puerta. Por el momento, nos deberemos contentar con escuchar el eco lejano de una música que todos reconocemos. ¿Qué nuevas sorpresas nos deparará la noche?.
Esperamos a encontrarnos con el mito aprovechando que éste se halla reponiendo fuerzas en los camerinos del teatro, tan pendiente del plato que tiene delante como de atender a quienes desfilábamos, con el debido respeto y reverencia, por delante de su mesa. A todos saluda ceremoniosa y amablemente; a los que conoce y a los que no… por si acaso.
- la última vez que le vi había también un plato de comida entre nosotros… y se quedó dormido sobre mi hombro (véase CUADERNOS DE JAZZ nº 31)
Ornette (año de 1995) saboreaba las mieles de la popularidad sobrevenida –había fichado por Universal- y conocía los rigores de una extenuante gira de promoción. Y claro que se acordaba, y también su hijo, Denardo, igualmente presente en aquella sobremesa aciaga y singular.
Algo parecido a una entrevista
No hubo manera. La prevista entrevista al luminoso hacedor en tierras germanas quedó convertida en un rápido mete-saca por mor de los muchos compromisos del artista. Algo parecido a una entrevista.
Teoría de la gramática de los sonidos
Ornette Coleman: Hay mucha gente que interpreta. En música, a la interpretación se le llama “cambios”. Los cambios te indican donde estas. Juntando los cambios con el sonido obtienes una gramática (pausa). Los seres humanos se expresan utilizando un lenguaje llamado “gramática”. Algo parecido ocurre con los sonidos, los cuales se expresan mediante una gama de frecuencias que se articulan en forma de una gramática. Con la particularidad de que en la gramática de los sonidos solo existe un idioma universal.
Colaboraciones
OC: todos generamos sonidos. Los sonidos se interpretan mediante instrumentos. El instrumento es una cosa, la idea es otra. Yo no pienso acerca del instrumento, pienso sobre la idea. De todo esto es de lo que estoy hablando.
Los pianistas y por qué no le gustan
OC: es cierto que no me gustan los pianistas, y es porque nunca sé qué están haciendo. Salvo Kühn, que es un pianista excepcional. El piano tiene un tono fijo, pones tu dedo ahí y escuchas un sonido; el resto de los instrumentos no funcionan de ese modo. El sonido se activa de un modo u otro según cómo lo uses. Yo no espero a ver que puede hacer el instrumento por mí. Mi trabajo consiste en averiguar cómo usar el instrumento para conseguir un sonido.
"Boddy & Soul"
OC: es como cuando se escribe utilizando un alfabeto determinado. Lo que haces viene de la cabeza, no del corazón. Partes de un conocimiento determinado pero debes darle una forma para que sea inteligible, y eso es la gramática del sonido. Adquirir un conocimiento, darle una forma y volcarlo en algo que sea inteligible.
Poco es mucho
OC: toco muchas notas. Pienso que hay una diferencia entre notas e ideas. Me gustaría tocar las ideas pero antes debo encontrar las notas que encajen en mis ideas. Puedes tocar notas y no tocar una sola idea, yo prefiero tocar las notas que expresan las ideas. A eso es a lo que llamo la gramática de los sonidos.
El reciente ganador del Grammy reparte flores entre las damas en Essen. Crónica de un (des)concierto
Joachim Kühn toca a Bach (J. S.) aún cuando no lo toca; y a Ornette, cuando no toca a J. S. Bach.
J. K. es tres o cuatro pianistas en uno y, por eso, siembre hay algo nuevo que escuchar en su música. Es un pianista estratosférico y un solista apabullante y entre sus referencias no hay pianistas, lo que llama la atención.
Todos los Joachim Kühn del mundo de reunieron el miércoles para un aperitivo en solo algo distinto a lo habitual. Hubo un “Mar y Sol” distante, será porque en Essen no hay mar y el sol lo han visto en pintura. Y un “Black Widow” endemoniado, cual corresponde al espíritu de la pieza. Y el rumor –la expectación- que elevó su tono –tras el oportuno descanso- al momento de hacer su aparición por el foro Ornette vestido de Agatha Ruiz de la Prada, chaqueta y pantalones azul turquesa.
Ornette es el jotero mayor del reino y tiene un cuarteto disfuncional que funciona, aunque uno no se explique cómo (en realidad, hay muy poco que pueda explicarse de la música de O.C.). Uno contempla a su actual cuarteto como la continuación lógica del trío del “Golden Circle” (inspirado, a su vez, en el de Ahmad Jamal, con Israel Crosby y Vernell Fournier) como si todo lo que ha sucedido con él entre medias no hubiera ocurrido. La sorpresa ahora no es Tony Falanga, al que ya conocíamos, sino un irreconocible Denardo Coleman flotando por encima de la materia sonora y desdiciendo a quienes ven en él, todavía, al “delincuente musical” de otros tiempos.
O. C. tocó lo que le dio la gana –esto no es noticia-, una suite para chelo de Bach y algo que podría llamarse, o no, “Alabama in & out”. Preguntarle por los títulos de sus composiciones es inútil: Ornette nunca se acuerda de lo que acaba de interpretar. Tocó el saxo –no el instrumento de plástico-; la trompeta –“Ornette loves Miles Davis”- y, por insólito que pueda parecer, se olvidó de tocar el violín (sic).
La sobrevenida presencia del pianista invitado -intruso en un mundo perfecto- obligó a una sutil recomposición de líneas. Ahora, teníamos a dos “Ornette”, el original y a Gregory Cohen –Ornette “bis”- repitiendo las frases del primero con retardo. Fueron las dos únicas interpretaciones del cuarteto con Joachim Kühn: “Lonely Woman” en versión contenida y altamente emotiva; y “Sleep talk” (de nuevo, el título está tomado al vuelo, pido perdón si hay error). Viéndoles, queda claro que hacen buena pareja. Por eso, lo escuchado supo a muy poco.
La estrella de la noche se despidió repartiendo flores entre las damas asistentes al evento y con el respetable puesto en pie aplaudiendo el gesto; un peripatético y prolongadísimo deambular por el patio de butacas que no estuvo exento de una cierta grandeza poética (Lindsay Kemp).
El viejo león se plegó ante la efeméride del día (San Valentín): va a resultar ahora que los músicos de la vieja vanguardia tienen también su corazoncito.
Acaso los prolegómenos no fueron los idóneos
A Ornette le acabábamos de ver en el Diez Minutos (!) de pingüino, con un medallón colgándole del cuello y la sonrisa de quien acaba de recibir un Grammy a toda una vida en la música. Lo compartió con los Grateful Dead –recuérdese a Ornette en su disco con el guitarrista Jerry García-, los Doors, Smokey Robinson, María Callas y un incierto cantante “country” fallecido.
La concesión del premio obligó a postergar el concierto en Alemania algunos días; Ornette se hizo de rogar y aunque terminó por llegar, lo hizo tarde y a deshora.
En su ausencia, Joachim quedó varado en la minera villa del Ruhr ensayando un programa que nadie conocía, ni sus propios protagonistas. Para el pianista, residente en Ibiza, el reencuentro con su amigo y mentor adquiría un significado que todos comprendimos. Para su desgracia, entremedias le tocó lidiar con quienes debían ayudarle en sus intentos de contactar con el “astro” del jazz. Kühn conoció el lado oscuro de la fuerza, dícese por al ejército de miserables ponzoñosos que rodean al músico de jazz (“managers” personales, intermediarios…), cuya misión es la de torpedear cualquier intento de diálogo civilizado entre seres humanos. La cuestión tiene que ver con la forma de perpetuarse en el negocio de la industria norteamericana y el “business is business”.
Aún así, Joachim se dice preparado “para lo que sea”. Pronto averiguaríamos que, el del martes, iba a ser el último concierto del pianista alemán tocando con su “padre espiritual” y con cualquier otro músico americano, excepto los residentes en el Viejo Continente.
Ya no somos “armolódicos”
Un ensayo a puerta cerrada, en Alemania, significa muchas cosas. La principal: no hay modo humano de acceder al interior.
El primer encuentro entre los dos gigantes de la música improvisada tiene lugar unas horas antes del concierto en riguroso secreto, sobre el mismo escenario de la Philarmonia. Varios periodistas hacemos guardia a la puerta. Por el momento, nos deberemos contentar con escuchar el eco lejano de una música que todos reconocemos. ¿Qué nuevas sorpresas nos deparará la noche?.
Esperamos a encontrarnos con el mito aprovechando que éste se halla reponiendo fuerzas en los camerinos del teatro, tan pendiente del plato que tiene delante como de atender a quienes desfilábamos, con el debido respeto y reverencia, por delante de su mesa. A todos saluda ceremoniosa y amablemente; a los que conoce y a los que no… por si acaso.
- la última vez que le vi había también un plato de comida entre nosotros… y se quedó dormido sobre mi hombro (véase CUADERNOS DE JAZZ nº 31)
Ornette (año de 1995) saboreaba las mieles de la popularidad sobrevenida –había fichado por Universal- y conocía los rigores de una extenuante gira de promoción. Y claro que se acordaba, y también su hijo, Denardo, igualmente presente en aquella sobremesa aciaga y singular.
Algo parecido a una entrevista
No hubo manera. La prevista entrevista al luminoso hacedor en tierras germanas quedó convertida en un rápido mete-saca por mor de los muchos compromisos del artista. Algo parecido a una entrevista.
Teoría de la gramática de los sonidos
Ornette Coleman: Hay mucha gente que interpreta. En música, a la interpretación se le llama “cambios”. Los cambios te indican donde estas. Juntando los cambios con el sonido obtienes una gramática (pausa). Los seres humanos se expresan utilizando un lenguaje llamado “gramática”. Algo parecido ocurre con los sonidos, los cuales se expresan mediante una gama de frecuencias que se articulan en forma de una gramática. Con la particularidad de que en la gramática de los sonidos solo existe un idioma universal.
Colaboraciones
OC: todos generamos sonidos. Los sonidos se interpretan mediante instrumentos. El instrumento es una cosa, la idea es otra. Yo no pienso acerca del instrumento, pienso sobre la idea. De todo esto es de lo que estoy hablando.
Los pianistas y por qué no le gustan
OC: es cierto que no me gustan los pianistas, y es porque nunca sé qué están haciendo. Salvo Kühn, que es un pianista excepcional. El piano tiene un tono fijo, pones tu dedo ahí y escuchas un sonido; el resto de los instrumentos no funcionan de ese modo. El sonido se activa de un modo u otro según cómo lo uses. Yo no espero a ver que puede hacer el instrumento por mí. Mi trabajo consiste en averiguar cómo usar el instrumento para conseguir un sonido.
"Boddy & Soul"
OC: es como cuando se escribe utilizando un alfabeto determinado. Lo que haces viene de la cabeza, no del corazón. Partes de un conocimiento determinado pero debes darle una forma para que sea inteligible, y eso es la gramática del sonido. Adquirir un conocimiento, darle una forma y volcarlo en algo que sea inteligible.
Poco es mucho
OC: toco muchas notas. Pienso que hay una diferencia entre notas e ideas. Me gustaría tocar las ideas pero antes debo encontrar las notas que encajen en mis ideas. Puedes tocar notas y no tocar una sola idea, yo prefiero tocar las notas que expresan las ideas. A eso es a lo que llamo la gramática de los sonidos.
El reciente ganador del Grammy reparte flores entre las damas en Essen. Crónica de un (des)concierto
Joachim Kühn toca a Bach (J. S.) aún cuando no lo toca; y a Ornette, cuando no toca a J. S. Bach.
J. K. es tres o cuatro pianistas en uno y, por eso, siembre hay algo nuevo que escuchar en su música. Es un pianista estratosférico y un solista apabullante y entre sus referencias no hay pianistas, lo que llama la atención.
Todos los Joachim Kühn del mundo de reunieron el miércoles para un aperitivo en solo algo distinto a lo habitual. Hubo un “Mar y Sol” distante, será porque en Essen no hay mar y el sol lo han visto en pintura. Y un “Black Widow” endemoniado, cual corresponde al espíritu de la pieza. Y el rumor –la expectación- que elevó su tono –tras el oportuno descanso- al momento de hacer su aparición por el foro Ornette vestido de Agatha Ruiz de la Prada, chaqueta y pantalones azul turquesa.
Ornette es el jotero mayor del reino y tiene un cuarteto disfuncional que funciona, aunque uno no se explique cómo (en realidad, hay muy poco que pueda explicarse de la música de O.C.). Uno contempla a su actual cuarteto como la continuación lógica del trío del “Golden Circle” (inspirado, a su vez, en el de Ahmad Jamal, con Israel Crosby y Vernell Fournier) como si todo lo que ha sucedido con él entre medias no hubiera ocurrido. La sorpresa ahora no es Tony Falanga, al que ya conocíamos, sino un irreconocible Denardo Coleman flotando por encima de la materia sonora y desdiciendo a quienes ven en él, todavía, al “delincuente musical” de otros tiempos.
O. C. tocó lo que le dio la gana –esto no es noticia-, una suite para chelo de Bach y algo que podría llamarse, o no, “Alabama in & out”. Preguntarle por los títulos de sus composiciones es inútil: Ornette nunca se acuerda de lo que acaba de interpretar. Tocó el saxo –no el instrumento de plástico-; la trompeta –“Ornette loves Miles Davis”- y, por insólito que pueda parecer, se olvidó de tocar el violín (sic).
La sobrevenida presencia del pianista invitado -intruso en un mundo perfecto- obligó a una sutil recomposición de líneas. Ahora, teníamos a dos “Ornette”, el original y a Gregory Cohen –Ornette “bis”- repitiendo las frases del primero con retardo. Fueron las dos únicas interpretaciones del cuarteto con Joachim Kühn: “Lonely Woman” en versión contenida y altamente emotiva; y “Sleep talk” (de nuevo, el título está tomado al vuelo, pido perdón si hay error). Viéndoles, queda claro que hacen buena pareja. Por eso, lo escuchado supo a muy poco.
La estrella de la noche se despidió repartiendo flores entre las damas asistentes al evento y con el respetable puesto en pie aplaudiendo el gesto; un peripatético y prolongadísimo deambular por el patio de butacas que no estuvo exento de una cierta grandeza poética (Lindsay Kemp).
El viejo león se plegó ante la efeméride del día (San Valentín): va a resultar ahora que los músicos de la vieja vanguardia tienen también su corazoncito.
(Versión íntegra del texto publicado en Cuadernos de Jazz nº 100 mayo/junio 07 con el título "Philarmonie, Essen, 14 de febrero de 2007. Memoria de una noche memorable")
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